POR NATALIA KHARITONOVA
El año 1937 es una fecha que invita a establecer paralelismos entre la historia de la URSS y la de España: para la República española fue el segundo año de la cruel Guerra Civil, vista por algunos ideólogos como la revolución, mientras que para la URSS, que celebraba entonces el vigésimo aniversario de la Revolución de Octubre, fue además el año más sangriento del Gran Terror, calificado por los expertos en la materia como una «cuasi guerra civil». Ambos países vivieron aquel año de manera diferente, sin embargo, también es necesario tener presente que en 1937 la España republicana y la Unión Soviética compartieron una parte de su historia, no tan sólo bélica o política, sino cultural y literaria, aunque ambos aspectos en aquellos tiempos resultaron estrechamente entrelazados.

Uno de los eventos que unieron en aquel entonces a los dos países fue el II Congreso de Escritores por la Defensa de la Cultura celebrado en julio de 1937 en Valencia, Madrid, Barcelona y París. Entre más de trescientos congresistas estaban los soviéticos Mijaíl Koltsóv e Iliá Ehrenburg, así como el español Rafael Alberti, que se habían conocido mucho antes; no obstante, fue la última ocasión en que los tres coincidieron en un encuentro de literatos. No fueron tan sólo delegados destacados por su obra o postura política: a su cargo estuvo la organización del congreso. Ochenta años después, nuevos datos y documentos mueven a una reflexión acerca de su papel en éste y del posterior destino de cada uno de ellos.

Iliá Ehrenburg (1891-1967) nació en una familia judía en Kiev. Su padre, ingeniero de profesión, cinco años después del nacimiento del hijo obtuvo un puesto de director en la fábrica de cervezas Jamóvniki en Moscú, donde se instalaron los Ehrenburg a continuación. En la capital el futuro escritor inició sus estudios en un instituto tras superar las difíciles pruebas de acceso establecidas en el Imperio ruso para los niños judíos; no obstante, no se destacó como un buen alumno y abandonó las aulas al decantarse por la actividad política que, pese a su temprana edad, llegó a ser causa de su detención y encarcelamiento en 1908. La administración del Estado intentaba entonces impedir la alarmante expansión de los ánimos revolucionarios y del bolchevismo, y, cuando a finales del año el joven Ehrenburg fue puesto en libertad, tuvo que optar por un exilio voluntario para evitar mayores complicaciones, condicionado por su reciente definición como sospechoso y peligroso por la Policía imperial. Decidió dirigirse a París donde se iniciaría en el mundo de las letras y las artes, y acabaría viviendo muchos años. Conocido en su primer destierro en los círculos de exiliados políticos rusos, fue bautizado por el mismísimo Lenin con un irónico alias de Iliá el Despeinado. Sus primeras experiencias poéticas, de impronta modernista, fueron publicadas en Rusia, y en los años de la Gran Guerra se inició como corresponsal de guerra enviando sus reportajes desde el frente oeste a los periódicos rusos. Los cambios que trajo consigo la Revolución de Febrero lograron que en verano de 1917 Ehrenburg volviera primero a Petrogrado y, luego, a su Kiev natal. Ahí se casó con Liuba Kózintsova, pintora, alumna de Alexander Ródchenko y hermana del cineasta Grigori Kózintsev, director del emblemático Don Quijote. En 1921 Ehrenburg regresó a Europa y, junto a Liuba, fijó su residencia en Berlín que, en aquellos años, fue uno de los centros más importantes de la edición de la literatura rusa en el extranjero. En 1922 publicó la novela Las extraordinarias aventuras de Julio Jurenito y sus discípulos, reconocida por varios críticos literarios como su mayor éxito, que nunca podría superar. En 1923 empezó a colaborar con la redacción del periódico Izvestia, y a lo largo de los años veinte participó en varios proyectos soviéticos dedicando su obra y ensayos a la transformación social e industrial en la URSS. En 1931 viajó a España, que enseguida conquistó su corazón: sus impresiones quedaron plasmadas en el libro España. República de trabajadores que, incluso años después de su publicación, despertaba debates en los círculos de los intelectuales españoles de izquierdas. Ehrenburg volvió a España el 27 de septiembre de 1936 como corresponsal de guerra, pues seguía colaborando con Izvestia, y tras la caída de Barcelona regresó a París.

Al igual que Ehrenburg, Moisés Friedland (1898-1940), conocido por el seudónimo de Mijaíl Koltsóv, nació en Kiev en una familia judía. Y, aunque su padre era zapatero, en 1915 los éxitos en los estudios secundarios y el talento del joven Friedland le permitieron entrar en la Escuela Superior de Psiquiatría y Neurología en Petersburgo. Su verdadera pasión, no obstante, fue el periodismo, por eso, sin haber concluido la carrera en Medicina, se dedicó a redactar reportajes y ensayos en la prensa. Los acontecimientos revolucionarios del febrero de 1917 le entusiasmaron, y, aunque la Revolución de Octubre en un principio le provocó rechazo y numerosas dudas, la acabó aceptando. Viajó a Kiev con una misión gubernamental del Ministerio de Asuntos Exteriores y, a finales de 1918, se quedó en una ciudad que en breve se vería ocupada por las tropas alemanas y, más tarde, estaría en el foco de la guerra civil.

Koltsóv y Ehrenburg se conocieron en Kiev, en un cabaret vanguardista llamado JLAM, que en traducción literal significaría «desechos», pero detrás de cuyas siglas se ocultaban las palabras «artistas, literatos, actores, músicos», que aludían a la tertulia bohemia que se daba cita en el local. A esos años se remonta el primer matrimonio de Koltsóv con la estrella de la escena kievita Vera Yuréneva, veintidós años mayor que el periodista. Y fue cuando un episodio de la vida teatral lo aproximó por primera vez a España. En mayo de 1919 el célebre director georgiano y soviético Konstantín Mardzhanov estrenó en Kiev su versión de Fuenteovejuna, de Lope de Vega, con Yuréneva en el papel de Laurencia. El ayudante del director Morskói recordaría más tarde que el teatro no disponía del texto de la pieza traducida al ruso. Era una tarea realmente difícil encontrar el libro en la ciudad, afectada por la guerra, pero finalmente el único ejemplar de la obra fue localizado en la biblioteca del editor y bibliófilo León Idzikóvski, gracias a la ayuda de Mijaíl Koltsóv, lo que hizo posible que el estreno coincidiera con la celebración del Primero de Mayo. Sin duda, el espectáculo dejó una huella indeleble en la memoria de Koltsóv: veinte años después, desde España, le escribió a Yuréneva, de la que hacía tiempo ya se había separado, una cariñosa carta en la que compartía con ella su asombro por haber visitado el pueblo de Fuente Obejuna, que enseguida relacionó con el exitoso montaje que había vivido tan de cerca. Seguramente, la historia del amor con la actriz Yuréneva marcó de alguna manera la vida sentimental del reportero. Aun así, otro hecho de importancia que es obligatorio mencionar es que allí, en Kiev, empezó a firmar sus contribuciones con el nombre de Mijaíl Koltsóv, con el que alcanzaría la verdadera fama como personaje político y periodista.

Se trasladó a Moscú y ahí se consolidó como redactor del diario Pravda. Además, ideó proyectos para muchas revistas, algunas de humor y otras informativas. La revista ilustrada Ogoniok, que se publicaba aun antes de la Revolución de Octubre y que fue retomada gracias a la propuesta de Koltsóv, superó todos los cambios políticos y sigue existiendo en el presente. Tras el estallido de la Guerra Civil española, Koltsóv fue enviado a España como corresponsal de Pravda: llegó a Barcelona el 8 de agosto de 1936.

 

LA ALIANZA DE ESCRITORES ENTRE DOS CONGRESOS INTERNACIONALES

En 1934 Ehrenburg participó en el I Congreso de Escritores celebrado en Moscú y su intervención llamó la atención de Stalin. El destino del escritor dio entonces un nuevo giro: a partir de ese año llegó a jugar uno de los papeles principales en la internacionalización de la literatura soviética, pensada como motor de la promoción de la URSS en el extranjero. Animado por el miembro de la dirección del partido bolchevique Nikolái Bujarin, con quien había estudiado en el mismo instituto, en septiembre de 1934 Ehrenburg dirigió una carta a Stalin en la que le proponía disolver la Unión Internacional de Escritores Revolucionarios (MORP), radical, ineficaz y obsoleta desde el punto de vista político, y formar en su lugar otra unión que diera acogida a los representantes de varias ideologías que coincidieran en el apoyo y la defensa de la URSS y su antifascismo: las ideas de la revolución mundial acababan de ceder paso al internacionalismo, principalmente, de izquierdas. Estaba previsto que la nueva organización quedaría fundada en un congreso al que acudirían literatos e intelectuales de varios países del mundo. A finales de septiembre de 1934 Stalin aprobó la propuesta de Ehrenburg e incluso consideró que debería ponerse al mando de la MORP, lo que no fue realizado, y Ehrenburg se vio obligado a compartir responsabilidades con Mijaíl Koltsóv, su compañero y, sin duda, su rival. Mientras Koltsóv se encargaba de las tareas organizativas desde Moscú, Ehrenburg estaba en París, en contacto con los escritores franceses, sobre todo, con André Malraux y Jean-Richard Bloch.