POR CARLOS EDMUNDO DE ORY

( * Selección realizada por la editorial Firmamento a partir de la edición de Aerolitos completos)

Carlos Edmundo de Ory en Pont Alexandre III, París, en 1962. Foto de Lütfi Ozkök

Sin previo silencio las palabras no suenan.

Mi patria es el aire que respiro.

Se dice que la noche de sus bodas las muchachas de Japón queman sus juguetes.

En el mar no hay libros.

Todos los niños sueñan con subirse a un caballo.

Lo que no vemos: el viento, el silencio, el pensamiento.

El pianista polaco Wladyslaw Szpilman muere a los 88 años, como teclas tiene el piano.

A los cinco sentidos, añadir más, más, más.

Tristeza, suelta el trapo de la risa.

La risa es la campanada del cuerpo.

Dos cosas serias de la vida: el amor, la risa.

La risa es el sexo del alma.  

Venari lavari ludere ridere hoc est vivere (Grecia, Roma). Non ridere… (Spinoza).

Desconfío de los hombres que no ríen.

Alguien ha muerto riendo a carcajadas.

Renuncia a todo menos a tu risa.

Sólo lo extraño me es familiar.

La utopía es la dignidad de la acción condenada.

Tenemos que leernos poemas por teléfono.

¡Escritores, escoged!: el estilo o la Revolución.

A mí me gustan los que titubean, no aquellos que hablan con desparpajo.

Los camiones en la noche llenos de personalidad.

No seas esclavo del lenguaje, ni de los dioses, ni de los hombres.

Pasaremos como aves dormidas.

Los pájaros son pensamientos perfectos.

Sé poeta un instante y hombre todos los días.

La imaginación, esa esponja del infinito.

El cosmos no oye la campana de la iglesia llamando a oraciones. En cambio, oye el zumbido de un mosquito y el roer de un ratón.

Para mí, todo es paisaje y nostalgia de paisaje.

Una mano de bofetadas a quien da consejos que nadie le ha pedido.

Lujo fúnebre: una tumba al sol.

En el silencio de mi bibliocama.

Visito al viento en traje de etiqueta.

Las palabras marchan hacia el silencio.

Soy ateo y religioso. Y más ateo que religioso. Y más religioso que ateo.

Nunca he conocido otra alegría que la alegría del delirio.

Se habla como se pisa el suelo; las palabras, como las suelas de los zapatos, se gastan; se habla mucho como se anda mucho: no se llega a ningún sitio. Los pies desnudos, quietos, sobre la arena, equivalen a la boca cerrada, muda, sobre el silencio.

Está leyendo, pero no está pensando en lo que lee.
Está pensando en lo que leyó.

«Aquel que sabe no habla», dice Lao-Tsé. Como yo no sé, hablo.

Pensar en los genios de la humanidad no a través de su celebridad, sino a través de su anonimato. Bajo la fiesta magnífica de la luna nuestra tierra es un planeta muerto.

El ocio es vital. El silencio es acto. Recomiendo ocio y silencio.

Las flores no conocen la desesperación.

Cuando el cartero me trae una carta yo quiero al cartero por su generosidad anónima más que a la persona que me escribe.

Me preguntaron: «¿Qué nos enseña tu obra?». Respondí: «Nada. Yo sólo os dejaré atmósfera, como los pesebres de vacas y las bodegas».

Interrumpo un poema para cagar.

Últimas palabras que pronunció Locke: «Basta». Últimas palabras de Rabelais: «Bajad el telón. Se acabó la comedia». Últimas palabras de Lord Byron: «¡Ahora, a descansar!».