Andrés Barba
Auge y caída del conejo Bam
Anagrama
169 páginas
POR JOSÉ MARÍA POZUELO YVANCOS

Para apreciar mejor esta novela y el experimento que en ella lleva a cabo Andrés Barba, habría que remitirse a su trayectoria anterior. A mi juicio es el precipitado último, cabría añadir que decantado, de dos novelas anteriores. Dejo aparte, claro está, porque dudosamente sería calificable de novela, la publicada con el título Vida de Gustavino y Gustavino (2020), ensayo nacido de una investigación llevada a cabo en la Biblioteca Pública de Nueva York sobre este arquitecto español afincado allí. Me estoy refiriendo, cuando hablo de las novelas de Andrés Barba que ayudarían a entender el experimento llevado a cabo en Auge y caída del conejo Bam a las dos mejores que la preceden, que además supusieron un cambio notable en su estilo: Republica luminosa, la novela con que obtuvo el Premio Herralde en 2017, y El último día de la vida anterior, aparecida en 2023. Republica luminosa suponía dos ingredientes que se aportan también en Auge y caída…: un mundo cerrado, en espacios agobiantes, de una comunidad infantil que termina siendo peligrosamente violenta. En su día me referí a El señor de las moscas (Lord of the Flies) de William Golding, aparecida en 1954, como precedente donde se había unido la infancia al terror y la crueldad. Basto para ello asumir el comportamiento irracional de un grupo a instancias de la lucha por la supervivencia. Lo grupal, lo irracional y lo primario en un espacio cerrado llevo a Republica luminosa a ser alegoría del comportamiento de una comunidad infantil convertida en masa. El último día de la vida anterior aparentemente es menos relacionable con Auge y caída del conejo Bam, pero al tratar también la infancia, un espacio cerrado, y el elemento irracional que incorpora la figura del fantasma, también puede ser convocada.

Lo primero que hay que decir de Auge y caída… es que se trata de un experimento límite que ha llevado a Andrés Barba a un más difícil todavía, puesto que ha construido una alegoría del poder por la via de un género, el de la Fábula de animales, sometido a una espacialidad obsesivamente cerrada y a una ausencia de trama, reducida al mínimo. Tanto por el género Fabula de animales, como por la intención alegórica sobre el Poder, y en especial la importancia que en la novela ocupa el lenguaje, la más directa correspondencia literaria es la obra de George Orwell, en realidad dos, pues la novela de Barba tiene ingredientes que la relacionan tanto con Rebelión en la Granja (Animal Farm), la famosa fabula crítica con el estalinismo, como con la utopía política titulada 1984 (aparecida en 1949).

El soberbio comienzo de la novela marca ya algunas de sus mejores características. Lo reproduzco:

«No hace falta jurar que somos una raza triste; las orejas tiesas, la mirada fija, los músculos en tensión, siempre dispuestos a la huida. En algún momento he llegado a imaginar a un solo conejo del que somos parte y totalidad. Un conejo oscuro como el hambre, cosa entre las cosas, miedo a ser atrapado, a la enfermedad, al crecimiento imparable de los dientes, al frio excesivo, a los depredadores, al ruido. El miedo es la gran invención de los conejos. Pero no de todos, no de Bam al menos, aunque tampoco puede decirse que Bam fuera Bam desde el principio, no la primera vez que llegue a la pradera, Bam no era Bam entonces, y seguramente nadie… (p.11)»

Esta novela tiene un narrador, al que Bam, como hace con todos, pone nombre, y llamará Copito. En su primera aparición sitúa ya tres ingredientes que la novela desarrolla: el miedo, la comunidad de conejos y el liderazgo de quien no tiene miedo, quien llego a ser Bam y no era Bam desde el principio, un entonces de cuando llegaron a la pradera, antes de la construcción de la Gran Madriguera. También aparece un estilo evocativo que en parte es poético, pero sobre todo tiene carga simbólica, al hacer funcionar los ingredientes en términos de lugares universales: Pradera (fuera, libertad) y Gran Madriguera (dentro, sometimiento). El límite del que he hablado antes y el sintagma «más difícil todavía» se explica por el sometimiento extremo de los ingredientes que han de cuajar la fábula, pues las ciento setenta páginas están reducidas a cambios leves y casi imperceptibles de las situaciones en que un espacio reducido por una serie de personajes (los conejos y conejas que no son Bam ni Copito) llamados Bol, Marrón, Plon, etc. Ya en el comienzo, por la suerte desdichada de Bol, frente a las cuatro comadrejas que lo devoran, sabemos dónde radicará el poder de Bam, en realidad el Poder con mayúsculas que la novela instaura y cuyo fundamento ha definido desde su inicio: el miedo. La Gran Madriguera tiene un enemigo, y sobre ese miedo edificara Bam su dominio de la Comunidad. Esta situación que es definida ya en el primer capítulo, convierte toda la fábula en un desarrollo por partes metonímicas del funcionamiento de la idea de dominio. Esas partes suponen apenas una leve trama, pues Copito va viendo lo que cuenta y describiéndolo con frases narrativas poseedoras de una poderosa estructura poética, enumerativa y evocativa, las condiciones de la supervivencia de un grupo que apenas tiene distintividad. La condición no personal, de animales, les hace moverse por instintos, cada vez mas asociados a lo primario. Son muchas las copulaciones, que llegan a ser frenéticamente multiplicadas, pero también es mucho el instinto de supervivencia ante una debilidad propiciada por la indefensión.

El más difícil todavía hace que la novela de Barba busque lectores pacientes, que estén interesados en fijarse en los números de la trama (y en soberbio estilo en que tales números se cifran) y no en el resultado; tiene que ver asimismo con que la condición animal ha evitado a lo largo de toda la novela el pensamiento interior y la psicología, que hubiera podido desarrollar ocurrencias diferenciadoras entre los conejos. Ninguno la tiene, tan solo Bam, como veremos enseguida, es el depositario de la facultad de saber y de nombrar.

La facultad de nombrar, de conceder un nombre es sobre la que Bam ha edificado su Poder. Es emblemático este texto, cuyas cursivas son originales:

«y de pronto Bam le dijo a un conejo: Te llamas Gre, no se puede desobedecer a un nombre, Gre, es bonito tener un nombre al que no se puede desobedecer. Y yo pensé: Esta bien eso. Antes de que muriera Bol, Bam había estado repitiendo frases parecidas cada vez que daba un nombre, pero sin duda no tan buenas, y las había ido variando poco a poco, quitando o modificando palabras hasta que de pronto soltó aquello: No se puede desobedecer a un nombre, es bonito tener un nombre al que no se puede desobedecer. Y no fui solo yo el que pensó esta bien eso, lo pensó también Marrón, porque se quedó inmóvil».

Quizá el elemento que mejor comunique la novela de Barba con 1984 haya sido perpetuar la idea de que el lenguaje no designa la realidad, la crea, y que el elemento ancestral alegórico de dar nombre es el elemento demiúrgico asociado al Poder desde su aparición en el Génesis.

Otro elemento que esta poderosa Fábula desarrolla de manera magistral es el de la Circularidad. El Circulo también es metonimia de una falta de progresión histórica, y por tanto en los episodios por los que la novela se refiere a la Circularidad me han parecido centrales. Se ofrecen en la metonimia del Discurso como repetición MAS; MAS; MAS. Sube Bam a su estrado

«Y dijo MAS. Hubo un breve murmullo a continuación, un murmullo lógico, nadie podía pensar que el discurso se hubiera acabado tan pronto. Todos comenzaron a preguntar cada vez mas alto, que ha dicho y unos decían que MAS, y otros que Bam. Bam repitió por segunda y ultima y tajante vez MAS». (p.77-78)

Las páginas siguientes de la novela continúan con la frenética circularidad de una voz que es tajante, no tiene más significado y llega a ser tautológica. Asocia la voz MAS con Autoridad y significado.

El último paso que da la trama narrada por Copito desarrolla la idea de Seguridad, como ámbito del discurso del poder.

«Y todos los pasos que dábamos en dirección a nuestra seguridad, descubrimos más tarde, era a costa de dificultar algo que era antes fácil, o de perder algo que antes teníamos» (p. 105)

Antes del cierre de la novela, concretamente en el capítulo V, cuando va a darse la rebelión, Barba desarrolla uno de esos momentos celebratorios de la libertad entendida como juego, y risa, que preceden a la caída de Bam. Son esos momentos cuando el discurso se ilumina y desarrolla la sensorialidad de las descripciones de la pradera y la fertilidad. No sabemos qué dirección ira siguiendo la narrativa futura de Andres Barba, el paso que lleva lo está convirtiendo en un novelista autoexigente como pocos, que alcanza tras esta novela una cima.