POR RAMÓN PÉREZ-MAURA

Me corresponde aquí destacar el papel de Thomas como articulista. Y para ello aporto mi conocimiento del Hugh Thomas al que me tocó editar durante los doce últimos años de su vida. Él había llegado ya a ABC de la mano de Guillermo Luca de Tena en 1979. Su primer artículo se titulaba «La tragedia vasca» y apareció al hilo de la aprobación de los Estatutos vasco y catalán.

Desde 1979 y hasta que Luca de Tena deja la dirección del diario en 1983, Hugh Thomas publica quince artículos que van desde «El reto de Cuba en el Caribe», pasando por «La guerra en el Atlántico sur», en referencia a las Malvinas, a uno titulado «La guerra no está de moda», que me atrevería a decir que sigue estando de actualidad hoy mismo.

Tras un intervalo en la década de 1990 en que apenas publica media decena de artículos en ABC, es el 26 de abril de 2005 cuando lord Thomas cesa en la colaboración que había mantenido hasta entonces en otro diario madrileño y empieza a hacerlo de forma regular en ABC. Confieso que uno de los mayores placeres de mi vida como editor de artículos y columnas de opinión ha sido el de ser editor de Hugh Thomas. Ayudados por nuestro común amigo Santiago Tamarón, pronto establecí una relación fluida con Hugh. Tres o cuatro veces al año lo llamaba y le proponía algún tema para que él escribiera una «tercera». La respuesta casi nunca era espontánea. Se tomaba unos momentos. Proponía una pequeña variación en el enfoque o, en ocasiones, directamente decía que él, de eso, no quería escribir. La vez que más me sorprendió recibir esa negativa fue en 2011, cuando le pedí un artículo conmemorativo de los setenta y cinco años del comienzo de la Guerra Civil española. Todos sabemos el papel que juega esa contienda en la historiografía de Hugh Thomas. Yo estaba frecuentemente angustiado por encontrar un tema que a él le gustara, sobre el que tuviera algo que quisiera decir. Y pensé que ésa era una apuesta segura. Pues no. Me dijo en términos inequívocos que ya no tenía nada más que decir sobre la guerra española de 1936. Me envió, en cambio, otro artículo maravilloso. Se llamaba «El mejor viaje del mundo». Se publicó en «La tercera de ABC» el 24 de julio de ese 2011. Ese viaje que narra es el que lo lleva desde la casa sevillana de su amigo el duque de Segorbe, en la que se alojaba, hasta el Archivo de Indias, donde estudiaba documentos. Y es una narración de tal belleza que ameritó el Premio Romero Murube de ese año. Creo que cualquier sevillano se sentiría orgulloso de la descripción que hace Hugh Thomas de su ciudad.

Quizá por lo cansado que estaba de escribir de la Guerra Civil española, Hugh Thomas había conmemorado el 27 de abril de ese 2011 el cincuentenario de la publicación de la primera edición de su magna obra. Creo que era una forma de poner un finiquito a una etapa de su vida profesional. Aquel día dio una comida en la Cámara de los Lores en la que nos habló de la gestación de la primera edición de su obra, de la publicación de una versión revisada en 1965 y, sobre todo, de la muy ampliada edición de 1977, de más de mil páginas, que apareció en un momento en que ya podía leerse libremente en España. Recuerdo muy bien aquel almuerzo porque, aquel día en la Cámara de los Lores, Hugh sentó a su derecha a su querido amigo Carlos Fuentes. Un año después, Carlos Fuentes moría. El 17 de mayo de 2012 Hugh publicaba en «La tercera de ABC» su necrología del amigo muerto. Y, cosa poco frecuente en «La tercera» —permítanme que lo recuerde—, el artículo iba ilustrado por una foto hecha por un servidor de ustedes: la imagen de Fuentes y Thomas en el almuerzo del año anterior. El título de aquel artículo era verdaderamente notable por la descripción que hacía de Carlos Fuentes. Era la cita entrecomillada de lo que Fuentes dijo a Thomas cuando le contó que había vendido a Steven Spielberg los derechos cinematográficos de su obra La conquista de México y estaba preocupado por la adaptación que pudiera hacerse. La frase de Fuentes con la que se titulaba el artículo era: «Te recomiendo una cosa, Hugh: acepta el dinero, pero olvídate de todo».

Yo no debo ir más allá del Hugh Thomas colaborador de periódicos, del escritor puntilloso que enviaba su artículo en inglés y, después, hacía una minuciosa corrección de la traducción del texto sobre la que negociábamos y discutíamos más de lo que cabe imaginar. Pero no quiero dejar de hacer una mención antes de dar paso a mis dos compañeros de mesa. El Hugh del último año era un hombre apesadumbrado por la ruptura de Inglaterra con Europa. Una unión por la que él había luchado toda su vida. Sus artículos sobre este tema eran un verdadero manifiesto del desencanto. Y eso exactamente era el último artículo de Hugh en ABC y creo que en ningún otro periódico. Apareció en «La tercera» el 5 de febrero de 2017, bajo el título «Los antiguos parapetos de Europa».

Porque Hugh era mucho más que un inglés, era un occidental. Hugh Thomas se presentaba como un partidario del vínculo Atlántico antes incluso que del europeísmo. En uno de sus libros menos conocidos en España y que es uno de mis favoritos, Una historia inacabada del mundo, publicado en noviembre de 1979, invocaba no a Europa, sino a la civilización occidental. «La mitad de la población de Occidente parece haber perdido la fe en sus propios ideales». Y para él esa fe no era una fe religiosa, sino una fe en lo que el hombre tiene de eterno. Permítanme terminar con esta cita de Hugh: «Los que quieran revivir Occidente no pueden olvidar que la libertad que deseamos tener con la forma de una democracia representativa sólo ha surgido con éxito hasta ahora en sociedades que fueron inspiradas en una u otra época por el valor absoluto que la cristiandad dio al alma».