
María Teresa Andruetto
La lectura, otra revolución
Las Afueras
208 páginas
Por mucho que un editor desee vender libros, los catálogos editoriales deben enriquecerse con voces que nos señalen el camino a los demás. Hablo de esa clase de creador que abunda poco y que reflexiona sobre la lectura y la pasión por la escritura. Los pilares de un catálogo están siempre estructurados sobre inconformistas. En otras palabras, por los veintitantos lectores que Héctor Libertella —el escritor bonaerense de Bahía Blanca— consideró útiles para que un autor pudiese respirar.
Pienso en el norteamericano Peter Orner, un bibliófilo empedernido y autor de dos títulos maravillosos sobre libros, «¿Hay alguien ahí?» (2020) y «Sigo sin saber de ti» (2023). Al parecer, el tipo camina siempre con dos libros en la mano. No le importa, además, el idioma en el que estén publicados, le atañe el objeto. También se me viene a la mente Juan Forn, un tipo del que no puedes zafarte si quieres hablar de literatura argentina contemporánea con propiedad, pues Forn era todo, aparte del autor del magnífico «Yo recordaré por ustedes» (2021). Era lector, columnista, editor. Editor otra vez. Luego me acuerdo de Anne Fadiman, otra editora, por su fascinante «Ex Libris». De Fadiman uno aprende a ordenar los libros de su biblioteca en connivencia con los de la pareja, entre otras mil cosas. María Teresa Andruetto, en cambio, es pretty other words. Es una fuera de serie, y argentina como Forn o Libertella. Pero mejor. O al menos diferente.
Andruetto hace teoría de la literatura, sirviéndose de la promoción de la lectura como el motor principal del cambio social. Igualmente, va más allá del hecho de leer o de escribir, pues establece quiénes son víctimas y quiénes verdugos de un sistema: la lengua. Ella se centra en cómo no solo el idioma, sino el uso del mismo en sus distintas variedades, tal y como sucede con el español de América Latina, se ve condicionado por la variante del español más académico, más de la Península Ibérica, antes que por la riqueza y autonomía del empleo que se le da en los distintos países de Nuestra América.
María Teresa Andruetto (1954), quien considera que escribir es desobedecer, es de Arroyo Cabral, Córdoba. Sus padres, en cambio, son migrantes, y ella aprendió a amar los libros al destilar el jugo de la vocación por el acto de leer en sí mismo de su padre. Después, su madre también sufrió un arrebato y situó la lectura en un pedestal. Los gestos de sus progenitores fueron interpretados por la futura autora como un acto político. Andruetto ha escrito numerosos libros, tanto como para niños, como para adultos. En España se puede disfrutar de la lectura de tres de ellos: Una lectora de provincia (2023), de la argentina Ampersand, que ahora también distribuye sus títulos en España, ¡Mujeres, mierda! (2024), en Comisura, o La lectura, otra revolución (2025), libro en el que me detendré a continuación, que aparece en Las Afueras.
Andruetto hace especial hincapié en él en la literatura argentina, y regresa continuamente sobre ejemplos de sus autores, que le permiten bucear en cómo se construye un sistema literario, gracias a una variedad del español, el argentino. En este aspecto, es explícita: los cimientos de la argentinidad y su literatura se sustentan sobre cuatro nombres, que se corresponden con personajes románticos de la Argentina, que contribuyeron de manera radical a asentar las bases de un imaginario colectivo para aquel país: Sarmiento, Gutiérrez, Echevarría y Alberdi. Aunque, un momento, ¿no era este un libro vertebrado sobre una serie de conferencias en torno a la literatura infantil y juvenil? Nada más lejos de la realidad, su escritura no es tan naíf y sus amplios conocimientos sobre la cultura escrita le impiden abordar el asunto de manera superficial. Lo social y el sentimiento de comunidad se organiza alrededor del uso de una lengua, que da pie a una literatura, que genera un sentido de pertenencia a un grupo y que da cobijo a un imaginario en movimiento, que es capaz de absorber las necesidades y los cambios que se produzcan en su seno. Ahora bien, esto arranca en la conciencia del niño, en su configuración del mundo, en la primera vez que abre los ojos y ve. Si nos abstraemos un poco, aunque tampoco hace falta tanto, la vista de pájaro que establece Andruetto es plenamente feminista. Cómo no. Porque son las mujeres quienes se han detenido de una forma singular en ese primer gesto, en el impulso de escribir y tejer un manto sobre la historia de una colectividad.