«Hoy existe una demanda histórica por salir del único sentido o la univocidad»

Miluska Benavides (Lima, 1986). Es narradora y traductora. Ha publicado el libro de relatos La caza espiritual (2015), reeditado en 2021 por la editorial peruana Hipatia. Como traductora se especializa en poesía. En 2012 publicó la traducción de Una temporada en el infierno de Arthur Rimbaud. En 2021 fue incluida por la revista británica Granta en su selección de los mejores narradores jóvenes en español. Es escritora residente en Art Omi, en Ghent, New York, en la primavera de 2022. Concluye su primera novela, Hechos. Vive actualmente en Lima.


Puedes hablarnos de tus obras publicadas hasta el momento: qué tipo de libros se tratan, dónde los has editado, qué temas abordan.

Como narradora he publicado el conjunto de relatos La caza espiritual, en una edición no venal, en 2015. La reedición del libro salió este año en Lima, en la editorial Hipatia. El libro se articula como un catálogo de existencias, con una secuencia y asuntos específicos. También he publicado traducciones de poesía francesa e inglesa. 

¿Cuáles son tus autores de cabecera: quiénes te influyeron más en tus comienzos? ¿Puedes citar algún autor o autora que hayas tratado de tomar como modelo?

En mi adolescencia los modelos de escritura fueron Borges, José María Arguedas y García Márquez; más adelante cuando empecé a escribir en función a proyectos de libros, lo han sido Faulkner, Rilke, J.M. Coetzee. Como modelos de escritura, considero mucho a los autores que reivindican la invención, diseñan libros distintos uno de otro, tanto a nivel formal como en asuntos. Como presencias históricas, pienso en escritores que deliberadamente han buscado vivir y escribir desde los márgenes, como Rimbaud o Bolaño.

Como autora de narrativa, ¿qué innovaciones encuentras en los libros editados en los últimos años: qué tendencias te interesan más y cuáles crees que representan mejor tu trabajo?

Me interesa la narrativa que abandona la linealidad, opta por la apertura del relato hacia la multiplicidad, recurre a los principios de asociación, trabaja en el vínculo entre espacios y tiempos disímiles. En ese aspecto, la obra de Olga Tokarczuk me resulta en este momento paradigma de esa búsqueda. También me interesan los relatos transgeneracionales, incluso transhistóricos, que encuentro en cierta narrativa estadounidense contemporánea -la tradición narrativa que más suelo leer- como en las novelas de Jesmyn Ward, Tommy Orange y Yaa Gyasi, las cuales indagan en las (des)conexiones de los «grandes relatos» con un presente «poroso», en que las capas del pasado se manifiestan vivas, como heridas abiertas. Suelo prestar atención a la narrativa que indaga en el sustrato mítico, los sueños, todo aquello que escape del proyecto «ilustrado» y que inquiera en la razón colonial, de allí mi interés, en esto último, por J.M. Coetzee y la crónica colonial indígena. 

Actualmente, existe un debate entre la literatura de realidad y ficción, y también abundan libros donde se produce la mezcla de géneros, en los que el ensayo y el testimonio personal se confunden, etc. ¿Crees que esta discusión acerca de la naturaleza de los géneros narrativos se ha dado siempre, o se está manifestando ahora con mayor intensidad?

Aunque cobró relevancia desde las vanguardias como asunto o debate, el encuentro entre géneros siempre ha existido. Un ejemplo puede ser las crónicas coloniales como la Nueva Corónica de Guamán Poma de Ayala. Sin embargo, como le escuché a Gonzalo Baz recientemente, la difuminación de los géneros no genera actualmente cuestionamientos, los lectores están dispuestos, desde hace décadas, a atender ese pacto. 

Entre los narradores y narradoras en lengua española de las últimas décadas, ¿quiénes crees que están abriendo puertas a la necesaria renovación y de qué manera?

Es difícil decirlo de manera categórica porque tendría que haber leído todo. Puedo hablar por mi interés en las escrituras de Selva Almada, Fernanda Melchor y Richard Parra, en cuanto nos obligan a pensar en este momento de la narrativa latinoamericana, en que se puede trabajar desde el dialogismo, la materialidad oral/textual y la imaginación local. Lejos del chauvinismo, se trata de elaborar desde los insumos, desde las especificidades de diversos contextos que, al textualizarse, nos emplazan a salir de paradigmas establecidos: nos invitan a reconfigurar el lenguaje y las categorías con que hacemos legible la realidad. Nos encontramos en ese momento porque hoy existe una demanda histórica por salir del único sentido o la univocidad. 

¿Puedes hablarnos de tus proyectos en marcha: qué estas escribiendo y qué clase de libro crees que resultará?

Estoy escribiendo la novela Hechos. No creo que sea posible señalar el resultado, solo mis intenciones: indagar en experiencias acalladas por la racionalidad, en una clave transgeneracional, indagar en las formas no ortodoxas de religiosidad (incluyendo los sistemas de creencias no occidentales) y los vínculos entre el trabajo y la naturaleza.  

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