Las actividades financieras de estas mujeres en tierras canadienses muestran gran diversidad de facetas que ponen de manifiesto la participación activa de la mujer en la naciente economía transatlántica. Algunas de ellas poseyeron cantidades importantes de bienes raíces, tanto para uso propio como para alquilar; sin embargo, fueron pocas las veces en que fueron propietarias de naos y tierras en Canadá. A menudo, las mujeres que eran solventes participaban como socias en inversiones de saín –esto es, grasa de ballena–, así como en mercancías y préstamos. Un ejemplo sería el de María Pérez de Ilarregui, de San Sebastián (Guipúzcoa), que prestó dinero para la reparación de un ballenero con destino a Terranova a cambio de ganancias de dicha pesca. Al no cumplirse lo prometido tuvo que interponer un pleito contra Nicolás de Segura y María Ramos del Puerto.[i] Otro caso es el del capitán y armador de galeones Sebastián de Corrobedo, vecino de San Sebastián (Guipúzcoa), que mantuvo un litigio con Quiteria de Ayerdi, también de San Sebastián, sobre la entrega a ésta de «cierta cantidad de ducados de liquidación contenidos en una escritura de obligación, dados a ganancia y pérdida del galeón llamado “Santo Oficio” destinado a la pesca en Terranova».[ii] Lo mismo estaba ocurriendo en el sur de España con las mujeres sevillanas. Tal sería el caso de María Bejarano, copropietaria de la nao Santa María del Antigua en 1536.[iii] Años más tarde, Francisca de Albarracín, viuda de Domingo Ochoa, maestre de la carrera de Indias, y vecina de Triana, en Sevilla, venderá en nombre de su hija María Ochoa y como su tutora la mitad de la nao nombrada San Miguel a Alonso Rodríguez de Noriega.[iv] Como se sabe, la forma en que se efectuaban los pagos no se limitaba únicamente a la moneda, sino que el oro o la plata podían llegar en diferentes maneras.
Oficialmente, desde 1494 las aguas nórdicas canadienses correspondían, a raíz del Tratado de Tordesillas, a España y Portugal, aunque buena parte de la historiografía tanto francesa como inglesa apenas haya prestado atención, o, mejor dicho, haya pasado por alto de forma deliberada tan notorio detalle.[v] No obstante, tanto la cartografía de la época, como la documentación que poseemos es suficiente para corroborar la importante y sustancial presencia hispana en esas aguas y territorios.[vi] Las razones para ello son obvias, dada la intensa rivalidad política y religiosa de las diversas potencias continentales tanto por el control de los mares atlánticos e índicos como por el de diversos territorios europeos en disputa. Los protagonistas de estas contiendas no eran otros, en principio, que el emperador Carlos v y Francisco i, rey de Francia. Posteriormente se unirán a la querella Enrique viii de Inglaterra y su sucesora la reina Isabel sobre todo en la época de Felipe ii, y por último se sumarán los holandeses. Cuando ya en el siglo xvii, España y Portugal pasen a ser segundas potencias, la historiografía sobre esa parte de América pasará a tener un acento claramente hispanófobo y protestante, que conservará hasta el presente. Es más, hasta hace muy poco tiempo la presencia española nunca era mencionada.[vii]
En principio habría que dividir a estas mujeres en dos grupos según su origen. Por un lado, las españolas y, por otro, las portuguesas, que desde diferentes puertos continentales (Aveiro y Viana do Castelo) e insulares (Azores y Madeira) portugueses llegaron a las costas canadienses.
Entre las españolas se encontraría la marquesa de Villaviciosa, residente en San Sebastián, que hizo fabricar siete naos grandes de muy buena calidad; una de ellas, llamada San Juan Colorado, fue la que pasó el patrón de construcción para las siguientes embarcaciones (Isasti, Lib. 4, cap. 6, 502). Entre estas naos, La Trinidad participó en la pesca del bacalao en 1568 y otra fue quemada por marinos holandeses:
«[S]abemos, gracias a otra documentación, que la marquesa de Villaviciosa tenía ya una de sus naos, La Trinidad, viajando a Labrador a la pesca de la ballena en 1565 y vendiéndose en Sevilla en 1568. Además otra de sus naos andaba pescando bacalao en Terranova en 1571, y fue quemada el año siguiente por “flamencos rebeldes” en Medialburque después de su participación en la armada que salió de Santander para llevar lana y tropas a Flandes».[viii]
Tenemos documentación de la citada marquesa y de los litigios y pleitos que tuvo con algunos de sus socios:
«[Y] era entre [dho] de barrionuebo vecino de la villa de san sebastian e su procurador de la una parte e marquesa de villa viciosa vecina del pasaje de fuenterravia y su procurador de la otra sobre rrazon que pareze que en la villa de san sebastian a treze dias del mes de julio de myll y quinientos sesenta y seis años ante el dho juan lopez de aguirre alcalde ordynario en la dha villa parezio el dho [ldo. nabarro] e presento ante el un escrito de demanda en que la dha marquesa de villa viçiosa vendyera en la dha villa de san sebastian […] la qual dha demanda vista por el dho alcalde ordinario la yciese parezer ante sy a la dha marquesa de villa viciosa e parecida tomo e recibio juramento en forma de vida de d. la qual dyxo quel alla se abia obligado que daria y pagaria al dho lazaro de jurysto ? cien barricas de grasa de ballena como parecia por la escriptura que avia pasado por presencia de domingo de balverde escribano de numero de la dha villa e que dellas avia dado al dho lazaro de juristo ochenta y quatro barricas de grasa de ballena e que las demas no las avia entregado porque el capitan de la nao no se abia allado» (Fols. 1r. y 1v.).[ix]
Son precisamente estos pleitos y litigios nuestra fuente principal para conocer los nombres propios de estas mujeres, así como su protagonismo en esta empresa. Tenemos así también el caso de María de Uranzu, viuda del capitán Domingo de Cubierta, vecina de Rentería (Guipúzcoa), que tuvo un pleito igualmente con Pedro de Lequedano, vecino de San Sebastián (Guipúzcoa), sobre el pago de unas barricas de grasa de ballena:[x]
«Sepan quantos esta carta de pago vieren como francisco de lascao vecino de la villa de renteria por mi y en nombre de doña marina de la renteria mi suegra tambien vecina de la dha villa de la rrenteria que es al tenor siguiente. Sepan quantos esta carta de poder vieren como yo maria de uranzu viuda vecina de esta villa de la rrenteria otorgo e conozco por esta presente carta que doy y otorgo todo mi poder cumplido libre llenero bastante segun que lo tengo segun que mejor e mas cumplidamente lo puedo y debo dar y otorgar e di al dho francisco de lascao mi hermano que presente estara especialmente para que por my y en mi nombre e como yo mesmo podais pedir e demandar rrecebir aver y cobrar en mi juicio o fuerzas de todos e quales quier personas de qualquier estado y condicion que sean todos e qualesquier maravedis que a my me deban ansy por obligacion e conoçimiento e otras qualesquier escripturas como en otra qualquier manera espeçialmente para que por mi y en mi nombre e como yo misma pueda pedir e demandar rrecebir e cobrar en mi juicio e fueros al dho pedro de lequedano e de martin de gazpide su fiador» (Archivo de la Real Chancillería de Valladolid, Registro de ejecutorías, Caja 984, 19. 1560-9-19, fol. 6r.).[xi]
Lo mismo ocurre con María de Aguirre, vecina de Guetaría (Guipúzcoa), que mantiene un pleito con Antonio de Hecuri –que debía de ser menor de edad, ya que estaba representado por un «curador»– sobre la obligación que tenía éste de pagarle 400 ducados en grasa de ballena.[xii]