POR JUAN FRANCISCO MAURA
Hace ya unos meses que falleció el conocido hispanista Hugh Thomas. Para muchos de los que trabajamos en la época de los descubrimientos, Thomas fue un referente. Un investigador prolífico, sólido y bien documentado sobre los temas que trataba y en los que siempre servía de guía. En mi caso, fue principalmente en el riquísimo campo de los descubrimientos, exploraciones y conquistas de los españoles y portugueses de los siglos xv, xvi y xvii, más que en la cuestión de la Guerra Civil, pese a ser considerado por muchos «el especialista por excelencia» en este campo.[i] Ninguno de estos temas es fácil de tratar, no importa si uno se posiciona de un lado o del otro. Es más, me atrevería a decir que sólo el hecho de tocarlos granjea de inmediato enemigos acérrimos de ambas partes. No se puede bailar el agua a ambos, no se puede ser taurino y antitaurino al mismo tiempo. Tarde o temprano, un historiador se tiene que posicionar y, sin duda, Hugh Thomas lo hizo. Tanto es así que, en mi opinión, incluso paisanos y colegas suyos han ofrecido un retrato de su vida y de su obra terriblemente injusto. También es cierto que Thomas, sobre todo en lo que respecta al tema de la Guerra Civil, a medida que pasaban los años, se iba haciendo más conservador, algo que queda demostrado en las correcciones que fue incorporando a su obra más conocida, The Spanish Civil War. Como escribe Alan Cowell para el New York Times, su juicio simpatizaba abiertamente con el lado de la República, pese a notársele un giro hacia al lado conservador en los últimos años.[ii]

Estos cambios de posición, sin duda, le pasaron factura. Como muy bien sabemos, hablar bien de España —algo que hizo en todas sus obras como hispanista— sale caro tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, aunque tenga aún más mérito cuando lo hace alguien de fuera, sin ninguna influencia personal de carácter subjetivo. Por ello, resulta triste ver cómo algunos hispanistas ingleses se muestran tan duros con su colega; duros a la anglosajona, que es aún peor, esto es, combinando una de cal y otra de arena hasta dar la puntilla definitiva. Una puntilla asestada normalmente por terceros, por un comité impersonal o por unos «evaluadores externos» que diseccionan a la víctima hasta dejarla inánime: «There is nothing personal», se suele decir en estos casos.

Paul Preston, ganador de los más altos galardones en España e Inglaterra, hablante, además, de dos lenguas peninsulares, español y catalán, será quien dé el réquiem a su antiguo compañero, incluyendo en su artículo citas de terceros, de las que se pueden incluir algunos ejemplos. Así, sobre la opinión del anarquista angloitaliano Vernon Richards, escribe Preston: «Vernon Richards, casado con la hija del anarquista italiano Camillo Berneri», y describe la obra de Thomas del siguiente modo: «[Es] el libro más cínico que he leído sobre la Guerra Civil», «dedicaba mucho espacio a personalidades de políticos y generales a expensas de los grandes revolucionarios de la guerra». Más adelante añade: «Aparte de que el señor Thomas, un exfuncionario, carece de la compasión humana sin la cual es imposible empezar siquiera a entender al pueblo español, no digamos escribir sobre sus acciones durante los años cruciales, a este reseñista lo preocupan más las técnicas de escritura que los problemas de escribir historia».[iii] Preston, citando a Ángel Palerm, profesor de la American University de Washington D. C., en referencia al libro de Thomas, escribe: «Indiferencia y falta de amplitud, no objetividad e imparcialidad, son lo que encontramos en el libro de Thomas», así como «cierto desprecio frío derivado de los prejuicios heredados». En el siguiente caso, Preston, refiriéndose a Ricardo de la Cierva, quien fuera ministro de Cultura en España en 1980, comenta: «Reconocía su habilidosa síntesis e importancia pero lo denunciaba como ingenuo, lleno de errores de detalle e interpretación, grotescamente sensacionalista y aun así “un monstruo histórico”».[iv] Asimismo, Preston dedica varias líneas a discrepar sobre el número de víctimas en el bombardeo de Guernica. En referencia al éxito económico que produjo The Spanish Civil War, escribe que Thomas, gracias a ello, se pudo permitir casarse en 1962 con la «la hermosa honorable Vanessa Jebb, hija de lord Gladwyn Jebb» y tener tres hijos con ella, «una influencia serena en su a veces irascible marido», al que califica como un «docente absolutamente entretenido y popular».[v] La relación entre Hugh Thomas y Margaret Thatcher parece que tampoco fue del gusto de Preston, como no lo fue de muchos otros: «Por sus esfuerzos en nombre de Thatcher, fue recompensado al ser nombrado lord Thomas de Swynnerton y había rumores de que sería enviado a Madrid como embajador para sustituir a sir Richard Parsons, aunque las deficiencias de su español podrían haber complicado el trabajo».[vi] Una vez acabada la contienda de las Malvinas o, en este caso, las Falkland, Preston se refiere a este episodio: «Cuando las fuerzas británicas en el Atlántico sur vencieron, le envió una carta obsequiosa (algunos dirían aduladora). En ella, escribía: “Me parece que con esta derrota de los argentinos usted ha dado la vuelta al derrotismo, el negativismo y el espíritu de retirada en nuestro país”. Más adelante Thomas comparaba a Thatcher con sir Francis Drake y el almirante Nelson».[vii] Igualmente, comenta Preston que a menudo lo invitaban a casa de Thomas, donde conoció a gente «enormemente interesante».[viii] En conclusión, presenta un rosario de opiniones de terceros, en su mayoría, poco halagadoras, sobre The Spanish Civil War, la obra más emblemática de su colega universitario. Paradójicamente, como mencioné unas líneas antes, esta obra no era tan importante para Thomas como las que escribió sobre el Imperio español.

Es cierto que Preston competía con Thomas en el mismo tema de la Guerra Civil española y que en el mundo anglosajón estas competencias por ser el número uno, o the leading scholar, en un campo específico son feroces, por eso de que number two is the first loser, «el segundo es el primer perdedor». Pero Preston es un gran investigador que tan sólo ve la historia de España desde otro prisma, desde otro ángulo, y ha llegado a ser calificado por el profesor de la Universidad de Barcelona Joan Villarroya como «el hispanista que mejor ha escrito sobre la historia reciente de España».[ix]

Desgraciadamente para Thomas, no creo que haya muchos escritores que conozcan más de cerca su vida y su obra que Preston, y así queda reflejado en la semblanza que de Thomas hace en su reciente artículo «Thomas: un historiador profesional que trabajaba por libre».[x] Preston incluye asimismo en dos ocasiones la palabra «popular», cuando se refiere a él como un «docente absolutamente entretenido y popular», así como cuando escribe: «Publicado en 1961, cuando se celebraba el vigésimo quinto aniversario del estallido de la contienda, el libro de Hugh Thomas se estableció rápidamente en el imaginario popular como el libro sobre la Guerra Civil».[xi] Siempre me ha llamado la atención que la palabra «popular», escrita de igual manera en inglés que en español, tenga significados opuestos. Cuando en el mundo anglosajón califican el trabajo de un investigador de «popular», a menudo tiene connotaciones negativas: He is too popular. Ya lo he oído de otros historiadores en Estados Unidos y muchas veces tiene que ver con que la persona que escribe no sea lo suficientemente pedante o «rigurosa» y no use las herramientas diabólicas del crítico literario al uso, haciendo que el lector de a pie se pierda, se quede fuera, en otras palabras, que no sea invitado a ese selecto club de intelectuales, normalmente pertenecientes a las instituciones académicas más antiguas y prestigiosas, que son los únicos capaces de poder interpretar la hermenéutica de lo tratado. Quizá sea ésa la razón por la que Calderón de la Barca, con todas sus disquisiciones metafísicas, guste más en el mundo académico anglosajón que Lope de Vega, tan cercano al pueblo y a la tierra.

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