
Yolanda Arroyo
Las negras
Yegua de Troya
160 páginas
En el discurso «Acaso no soy una mujer» («Ain´t I a woman?»), pronunciado por Sojourner Truth, mujer nacida en esclavitud en el año 1797, en la convención de Mujeres en Akron, Ohio (1851), se defienden los derechos de las negras esclavas, y cómo estas se resisten a la dominación, generando estrategias colectivas que las unen a objetivos y subversiones comunes. El mismo título fue usado años después por la activista e intelectual bell hooks en su libro homónimo Acaso no soy una mujer (1981) para volver a reivindicar las mismas cuestiones que Truth intentó cien años atrás, pero a la vez como homenaje a quien dilucidó en un discurso esa doble opresión de raza y género. También la filósofa brasileña Djamila Ribeiro en su libro Quién le teme al feminsimo negro, o Lélia González Por un feminismo afrolatinoamericano (2020), ponen en el centro una forma de hacer política, una posición que desplaza lo hegemónico (el patriarcado y lo blanco), para visibilizar las vejaciones históricas de un pueblo oprimido junto con repensar un futuro posible.
En su libro Las negras (2012; 2025), Yolanda Arroyo pone su cuerpo e imaginario para sumergirse en dar la voz a ocho relatos situados en su Caribe histórico y ancestral. Posiciona de frente la historia de mujeres negras que habitan ese territorio, su presente y pasado, insistiendo, con diversas estrategias narrativas, en desmontar y desarticular las vejaciones de las que han sido víctimas.
Wanwe, Ndizi, Tshanwe, Petra, Sycorax Cartagena, Petrona, Cortija, Mûlatresse habitan estos textos y toman la palabra desde la narración feroz, expuesta y provocadora, combinando lo mejor de la narrativa con los recursos de la denuncia sistemática hacia el amo y al agresor.
En estos ocho textos, el uso del recuerdo y las repeticiones son la mejor arma de estas mujeres, allí donde se intenta olvidar, ellas ponen la palabra y las imágenes, allí donde se intenta no volver a anunciar, ellas repiten una y otra vez aquellos mantras que guían la venganza. El «me acuerdo» se sostiene de principio a fin, donde ellas recuerdan descarnadas aquellos secuestros, maltratos, violaciones desde niñas, golpes, ataduras, marcas, y cómo fueron atrapadas y amarradas por el blanco y opresor. La frase «Tu batalla es la voz que responde a mi memoria» es la poética que guiará la propuesta de Arroyo, imágenes y frases filosas se sostienen para articular estos relatos pero a la vez para sostener la denuncia. Así, la frase «siete días de trayecto» del primer relato se repite implacable dentro del texto, así como en el segundo, «Nadie sabe cómo».
Ocho mujeres ancestrales toman la voz en estos textos, poniendo el cuerpo y lengua, que por lo demás no se quedan solamente en ese rumiar de la memoria, sino que insisten en el recurso del futuro como arma implacable. Así, y hacia el final del libro, cobra fuerza y relevancia la poética del afrofuturismo, entra de golpe esta estética para reivindicar una posible salida a estas historias. La propuesta con la que abre el libro de Arroyo, el rescate implacable del pasado, da un giro hacia el futuro imaginado. Sycorax Cartagena, Petrona, Cortija, Mûlatresse, ya no se centran solo en una historia y un pasado desolador, sino que imaginan un futuro esperanzador para un pueblo vulnerado.
En «Sycorax Cartagena», relato que se sitúa en el año 2229, aparecen seres y tribunales que juzgarán y repararán genocidios ocurridos en el periodo de la conquista. Es allí donde la «justicia restaurativa» y «afrorreparativa», y los seres de distintas civilizaciones y líneas temporales repararán juntos y reescribirán la historia de esas vejaciones, la colonización cultural y la violencia epistemológica, todo aquello que fue borrado de la narrativa oficial. «Nos llaman salvajes, pero son ellos quienes rompen la armonía del cielo y la tierra. Hoy juramos defender nuestra sangre, nuestra lengua y nuestras historias». Lo mismo en Petrona, el texto que relata las intervenciones bioquímicas para generar partos a destiempo y cómo las negras pueden detener ese designio. En fin, todo un tribunal universal que con base en la IA, hologramas, y otras herramientas futuristas generarán recursos para velar por los derechos, con una imagen potente y esperanzadora para cerrar el conjunto: «bajo el sol caribeño por el que Mûlatresse camina libre».