Cuenta Aristóteles en su Poética (ese conjunto de notas apresuradas sobre el que se pusieron las bases del teatro occidental) que fue Esquilo quien elevó el número de actores a dos. Desde ese momento, lo que en las manifestaciones teatrales primitivas era el uno enfrentado a la colectividad (un actor frente al coro) dio lugar a la forma de expresión que aún hoy entendemos como «propia» de la literatura dramática: el diálogo. Así lo considera Patrice Pavis en su Diccionario del Teatro: «el diálogo entre personajes a menudo es considerado como la forma fundamental y ejemplar del drama. En efecto, a partir del momento en que se concibe el teatro como presentación de personajes que actúan, el diálogo se convierte “naturalmente” en la forma de expresión privilegiada». Igualmente «natural» parece que un dossier que en su contenido pretende acercarse a la dramaturgia contemporánea sea también teatral en su forma y se plantee como una serie de diálogos propuestos al hilo de sus últimas obras a tres de las dramaturgas más interesantes del panorama hispanoamericano: Bárbara Colio, Denise Despeyroux y Andrea Garrote.
Pavis define el diálogo como la conversación entre dos o más personajes, pero puntualiza que aunque el diálogo dramático es generalmente un intercambio verbal entre personajes, «también son posibles otras comunicaciones dialógicas: entre un personaje visible y un personaje invisible, entre un hombre y un dios o un espíritu, entre un ser animado y un ser inanimado». Y estas tres modalidades podrían definir con bastante precisión los tres textos que componen este dossier.
Denise Despeyroux, personaje visible cuya última obra, La omisión del si bemol 3, pudo verse recientemente en Madrid, dialoga con esos otros personajes invisibles que son o fueron ella misma. Esas otras Despeyroux que durante años, además de su propia obra dramática, escribieron (con o sin pseudónimo) una infinidad de compendios de relatos, libros de autoayuda, novelas que firmarían otros autores o traducciones de literatura erótica de estilo gótico. Despeyroux, nacida en Montevideo y emigrada con su familia a Barcelona con solo tres años, ha desarrollado su carrera entre la capital catalana, Buenos Aires y Madrid, donde actualmente reside, escribe y dirige teatro y donde es una presencia habitual en la cartelera.
Andrea Garrote (actriz, directora y dramaturga argentina a la que hemos podido ver en marzo de 2022 en el Teatro de la Abadía con su espectáculo Pundonor) escribe un homenaje a Sor Juana Inés de la Cruz, fruto de la investigación para su última obra, Juana Ramírez. Una carta al, digamos, espíritu de Sor Juana, precisamente para cuestionar la existencia de tal espíritu; o, al menos, y siguiendo a Spinoza, para desafiar el vacío de la muerte en la creencia de que la inmortalidad no se experimenta en el mas allá, sino en el legado que queda de cada quien entre los vivos. Un legado que, en el caso de Sor Juana, es apabullante por lo que significa su figura en tanto que dramaturga y poeta siendo mujer y criolla, en un momento en el que sobreponerse a los límites que esas dos condiciones imponían era una hazaña casi sobrehumana.
Por su parte, Bárbara Colio imaginó en Julieta no tiene la culpa (su estreno más reciente, que ha podido verse en el Teatro Helénico de Ciudad de México a finales del pasado año) a tres grandes personajes femeninos de la literatura dramática (Blanche DuBois de Un tranvía llamado deseo, Nina de La gaviota y Nora de Casa de muñecas) conversando en la antesala de un teatro al que no han podido entrar. Para este dossier, en una reflexión audaz y deslenguada sobre la identidad mexicana, Bárbara fantasea con detenerse en su camino a una marcha feminista para colarse guiada por «voces extrañamente familiares» en el viejo teatro de revista de la calle de Donceles y presenciar el diálogo entre Malintzin, la malinche; Guadalupe, la virgen, y Camelia la tejana (protagonista del corrido «Contrabando y traición» y de la telenovela de Telemundo). Nacida en Mexicali, Baja California, Bárbara Colio radica actualmente en la Ciudad de México, donde escribe, dirige y es profesora del Colegio de Teatro de la UNAM y de la Escuela Nacional de Arte Teatral.
Tres autoras, en definitiva, que en sus textos dialogan consigo mismas, con las mujeres que las precedieron, con quien las quiera leer, y que ponen a dialogar realidad y ficción, escritura y escena, tópico e iconoclastia, tradición e innovación.
«Es mi turno», dice Colio para cerrar su texto.
Y lo es.
El de todas ellas.