Juan Gracia Armendáriz
El año que murió John Wayne
Pre-textos
164 páginas
POR JULIO CÉSAR GALÁN

Es difícil saltarse el orden de este cuerpo de relatos. Es complicado por su unidad, por su trabazón, por su intensidad narrativa, la cual se debe a la unión de estados de ánimos, a personajes totalmente perfilados en su brevedad de acciones, a asuntos tan bien radiografiados como la violencia, a impulsos que van tejiendo el tapiz de la trama o a como esas introspecciones rozan los márgenes de la vida para potenciarla. Y es que la cercanía de la vida del autor y de algunas narraciones se juntan en textos como el último, titulado del mismo modo que el libro, en homónima simbiosis. Si este relato resulta el más personal, el aumento de elementos fabuladores aleja, en algunos momentos, lo autobiográfico de lo ficcional. Como dice el propio autor: «En este relato he mezclado lo testimonial, los datos y hechos concretos que sucedieron, no solamente de mi familia sino del entorno de ese año 1980, […]». Siempre tenemos expectativas con el futuro, pero pocas con el pasado; algo que en este cierre se soluciona con el reverso de los recuerdos y con la libertad de una sapiencia que conoce del tema.

Es inevitable no proseguir con la lectura de esta novela de relatos o novela en catorce movimientos, sujetos con vetas testimoniales hechas de profundidad estética; que se fortalecen y se expanden según se avanza. Y cuyas acciones y circunstancias nos arrojan fuera de la linealidad, la planicie o los tallerismos. Todo se engrandece a través de hechos irreales que se hacen más verídicos o viceversa (con y por el armazón estructural, entre otras razones). El acoso escolar que se llena de esperanza al igual que las metáforas de la figura paterna con ese John Wayne que nos espera al final del libro y cuya narración refleja un gran manejo de las herramientas creativas. Si el autor ha calificado a estos tapices narrativos como desafiantes e intensos, no se equivocaba. Esa intensidad viene por el propio desarrollo de las acciones, por la unidad temática y tonal, además de por la redondez de saber cerrarlos.  

Si vamos pasando por el camino de las páginas, entramos en «El año del búfalo» y enseguida aparece uno de los ejes creadores: «Sigo a mi padre. […]»; cuya figura hace conscientes algunas fortalezas con sus contrarios; y que tiene su eco, por ejemplo y aquí, en la presencia del director. Temores, peleas, homenajes, deseos y, sobre todo, esperanza. Narraciones que quedan la puerta entreabierta. Y entramos en «Nuevo Mundo», en su lenguaje ágil, certero, estructurador; en quien perfila la realidad y nos presenta reales: «Cuando papá enloquecía se encerraba en el salón, […]». Asimismo, las referencias estadounidenses se incardinan aquí y allá, esta vez y desde esta narración en Arizona…Otra de las entradas que hay que señalar es el arco de edad en que se encuadran los relatos: desde 1979, año de la muerte de John Wayne, pasando por la muerte de Franco hasta completar la Transición. En esta galería de fechas van pasando otros ríos relatores: «Hendrix o las virtudes de María», con esa cita de Antonio Escohotado que abre la trama por medio de esa caritativa distribución de un «sacramento». Como lectores nos atrapan esas circunstancias latientes porque sostienen nuestra contemplación con el habitual latigazo poético de su estilo. En este relato se alarga la narración para imprimirle profundidad a los personajes y para ampliar el paisaje de la violencia. Otra forma de barbarie es la que se da en «Cocodrilo», en el que se expone la maldad hacia la vejez, hacia la enfermedad, hacia uno mismo. Y van pasando las historias con sus cierres, exclusiones, miserias; con sus parricidios, pederastia, drogas… y llegamos al marco final, a ese hacer las cosas como en un sueño, a las preguntas inevitables: «¿Debía disparar», al entendimiento de lo que se conoció o de lo que queda en el silencio.

Juan Gracia Armendáriz traza un gran círculo de fabulaciones perturbadoras en donde los ajustes de cuentas perfilan una forma de conocimiento; en donde la sugerencia marca las relaciones con la lengua en cuanto a suceso distanciado, en cuanto a conciencia que agranda su mirada.