Juan Pablo Fusi
Ideas y poder. 30 biografías del siglo XX
Turner, Madrid, 2019
320 páginas, 22.90 €
POR SEBASTIÁN GÁMEZ MILLÁN

 

Inspirado en algunas ideas de José Ortega y Gasset, de cuya Fundación fue director entre 2001 y 2006, y a la que sigue vinculado, Juan Pablo Fusi (San Sebastián, 1945), uno de los historiadores más rigurosos de la época contemporánea de España, ha trazado un recorrido por el siglo xx a través de treinta biografías.

En Historia como sistema, Ortega había sostenido que «el hombre no tiene naturaleza, sino que tiene… historia». Esto quiere decir que si procuramos comprender por qué un ser humano del Renacimiento se comporta tal como lo hace, tenemos que recurrir a la historia, pues genéticamente es idéntico a un individuo actual y, sin embargo, está lejos de comprenderse y actuar del mismo modo. En otros términos: «frente a la razón pura físico-matemática hay, pues, una razón narrativa. Para comprender algo humano, personal o colectivo, es preciso contar una historia […]. La vida sólo se vuelve un poco transparente ante la razón histórica».

Y para ahondar en el conocimiento de «los componentes de toda vida humana hay, según Ortega, tres grandes factores: vocación, circunstancia y azar. Escribir la biografía de un hombre es acertar a poner en ecuación esos tres valores». Se diría que Fusi, hilvanando la ecuación de estos tres valores, transita de la razón biográfica a la razón histórica, arrojando luz sobre cada uno de los personajes elegidos a la vez que ilumina aspectos de la historia del siglo xx.

De los treinta elegidos no pocos de ellos son indiscutibles, otros quizá no tanto, pero tienen razones de peso para figurar aquí ofreciendo un abanico amplio y diverso de personajes e intereses que ejercieron las ideas y el poder. El título coincide con el subtítulo de una obra de Enrique Krauze, ambas en cierto modo inspiradas en ideas de Isaiah Berlin.

Los personajes de esta obra en su mayoría oscilan entre las ideas (Freud, Pankhurst, Einstein, Ortega y Gasset, Sartre, Camus, Simone de Beauvoir, Hannah Arendt, Isaiah Berlin) y el poder, con frecuencia totalitario, dictatorial o autoritario (Emiliano Zapata, Lenin, Trotsky, Stalin, Mussolini, Hitler, Mao Zedong), y otras más legítimo y liberador (Manuel Azaña, Winston S. Churchill, Franklin Delano Roosevelt, Gandhi, Jean Monnet, Ben-Gurión, Martins Luther King, Nelson Mandela), pero siempre humanos, irremediablemente humanos, con sus luces y sus sombras.

Cada biografía, de una extensión aproximada de diez páginas, contiene al inicio de ellas una fotografía en blanco y negro del biografiado y algunas citas que sintetizan sus principales aportaciones. Ordenadas cronológicamente por fecha de nacimiento, pero a la vez combinándolas con otros criterios, como los acontecimientos históricos que protagonizan y/o padecen, comienza con Sigmund Freud (1856-1939) que significa una ruptura epistemológica y antropológica: el descubrimiento del inconsciente, el cuestionamiento del poder de la razón, la conflictiva estructura psíquica de la personalidad, los sueños, la sexualidad… en definitiva, cambió nuestra imagen de nosotros mismos como pocos autores lo han hecho a lo largo de la historia.

La segunda biografía es sobre Emmeline Pankhurst (1858-1928), una destacada representante del feminismo. Ahora bien, no por paridad ni por falsear la historia, como a veces se pretende incurriendo en anacronismos en nombre de la causa feminista, pero siendo la emancipación laboral de las mujeres uno de los principales hitos sociales del siglo xx, sólo aparecen tres biografías entre estas treinta: igualar el número, quince y quince, hubiera sido quizá tergiversar cómo se desarrolló el siglo xx, sin embargo, ¿no se hubieran podido introducir unas cuantas biografías más de escritoras como Virginia Woolf, pensadoras como Simone Weil o María Zambrano, artistas como Leni Riefenstahl o científicas como Marie Curie o Rita-Levi Montalcini…?

Con la de Emiliano Zapata (1879-1919), se aborda la primera revolución del siglo xx, la mexicana, y su impacto a la hora de conformar la identidad nacional de este país. Sigue con la de Lawrence de Arabia (1888-1935), un personaje fascinante que conoce un público más amplio debido a la épica y maravillosa película de David Lean.

A continuación encontramos las biografías de «Tres que hicieron una revolución»: Vladimir Lenin (1870-1924), León Trotsky (1879-1940) y Iósif V. Stalin (1878-1953). El retrato que ofrece Fusi de Lenin es tan ambivalente como penetrante. De Trotsky nos ofrece otro retrato inquietante: «Judío, arrogante, culto, excelente escritor, orador fulgurante. Trotsky fue una personalidad formidable: el mejor líder que la revolución haya producido jamás, en palabras de A. J. Taylor» (p. 55); «Para el historiador E. H. Carr, Trotsky era por temperamento y ambición el más dictatorial de los líderes comunistas» (p. 57).

En cambio, el retrato de Stalin no oculta ninguna grandeza: «hizo de la URSS un régimen policial y de terror. Las víctimas de la represión durante su mandato (1924-1953) pudieron elevarse a unos veintidós millones. Pero sus logros fueron impresionantes: la transformación de la URSS en un gigante industrial y militar, la victoria en la Segunda Guerra Mundial, la expansión del comunismo por toda la Europa del Este» (pp. 59 y 60).

Albert Einstein (1879-1955) es el científico más célebre del siglo xx y, a pesar de «su profundo pacifismo, antimilitarismo, y su hostilidad a todo nacionalismo», en algunas de sus obras parece demostrar que la genialidad científica no implica necesariamente conocimiento de la realidad moral e histórica.

Con la biografía de John Maynard Keynes (1883-1943), nos aproximamos al que seguramente sea el economista más lúcido del siglo xx, aquel que «creó la teoría sobre la que se fundamentó la reconstrucción de las economías occidentales desde 1945 e hizo posible la larga etapa de prosperidad que el mundo experimentó desde entonces hasta mediados de la década de 1970» (p. 74). Creía que «la clave para alcanzar los objetivos económicos de la sociedad contemporánea estaba en “el capitalismo inteligentemente gestionado”». Pero, ¿se deja gestionar así el capitalismo o nos arrastra?

José Ortega y Gasset (1883-1955) es el protagonista de la siguiente biografía. Se aprecia en ella que, si bien este filósofo, profesor, escritor, periodista y político no escribió obras como Ser y tiempo, de Heidegger, fue un hombre profundamente comprometido desde sus múltiples actividades con modernizar España, lo que equivalía a situarla a la altura de los tiempos. Su influencia es indiscutible. Sin embargo, Fusi no señala aquí que algunas de sus ideas provienen de otros autores, como la razón histórica lo hace de Dilthey: «Sólo su historia nos dice lo que el hombre es».

A continuación, encontramos un capítulo dedicado a la «brutal amistad»: Mussolini (1883-1945) y Hitler (1889-1945), dadas las afinidades ideológicas de ambos. A Hitler lo describe como «una figura inquietante y extraña, un hombre poseído cuya personalidad bordeaba siempre el reino de lo irracional. Hitler fue un hombre arrebatado, un iluminado —lo que no impediría que, como Mussolini, fuera a la vez un político agudo y astuto—» (p. 94).

Como es natural, en la biografía de Manuel Azaña Díaz (1880-1940) se apoya en su principal estudioso, el historiador Santos Juliá, que nos ofrece este retrato: «solitario, triste, disperso, cultísimo, honesto, limpio de modos y formas. Pero fue también un hombre altivo, de indisimulada soberbia, despectivo, agrio, antipático» (p. 109). Pero como ocurre con otros biografiados, Fusi muestra sus luces y sus sombras.

Con Winston S. Churchill (1874-1965), vemos la transformación de «un político anticuado, poco fiable, reaccionario, belicista —por su decidida oposición a la política de apaciguamiento hacia la Alemania nazi—, que criticaba a Gandhi y defendía el imperio británico, que admiraba a Mussolini y que en la Guerra Civil española prefería Franco sobre el Frente Popular» (p. 123) en alguien que ha pasado a la historia por la determinación y coraje con la que resistió durante la Segunda Guerra Mundial. Sorprende que Fusi no mencione que en 1953, no sin polémica, le concedieron el Premio Nobel de Literatura «por su dominio de la descripción histórica y biográfica, así como su brillante oratoria en defensa de los valores humanos».

Franklin Delano Roosevelt (1882-1945) fue, a partir de 1932, el presidente de Estados Unidos que lideró al país después de la mayor crisis económica del siglo xx. Fusi lo describe como otro hombre contradictorio. La vida de Mohandas K. «Mahatma» Gandhi (1869-1948), el hombre que lideró la independencia de la India del Imperio Británico, uno de los grandes pacifistas de la historia, es interpretada como «el triunfo de una visión moral: la no violencia, la desobediencia civil; el triunfo de los principios religiosos» (p. 148).

A lo largo de estas biografías observamos cómo hay individuos que adoptan la filosofía de que los medios justifican el fin, como acabamos de ver con Gandhi, y otros en los que los fines justifican los medios, como Mao Zedong (1893-1976), en palabras de André Malraux, «un hombre obsesionado por una visión, poseído por ella». Jean Monnet (1888-1979) fue uno de los principales arquitectos de uno de los proyectos políticos más ambiciosos de la historia, la Unión Europa, que, a pesar de sus claroscuros y el euroescepticismo que proyecta en nuestros días, quizá ha recorrido el período de paz y prosperidad más largo que ha atravesado a lo largo de su historia el viejo continente.

Como Mussolini e Hitler, Jean-Paul Sartre (1905-1980) y Albert Camus (1913-1960) son presentados conjuntamente, esta vez como amigos que luego pasaron a ser «enemigos» íntimos. Ambos encarnaron desde su pensamiento y su literatura, por la que recibieron el Premio Nobel de Literatura (tampoco se menciona aquí), la filosofía existencialista. Vemos sus caracteres, afinidades y diferencias, que acabaron en una ruptura en 1951.

Simone de Beauvoir (1908-1986) aparece biografiada como una de las principales feministas del siglo xx. En El segundo sexo (1949) sostuvo: «No se nace mujer: se llega a serlo. Ningún destino biológico, económico, define la imagen que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; el conjunto de la civilización elabora este producto». De esta forma, amplió los límites de la libertad para redefinirnos según nosotros, no la biología o la cultura.

David Ben-Gurión (1886-1973) es un atractivo personaje sin el cual no se entiende bien el sionismo moderno como impulsor del Estado de Israel y su sentido geoestratégico. Fusi valora «altamente positiva» su obra de gobierno. Gamal Abdel Nasser (1918-1970) es la otra figura política que elige Fusi para ocuparse del inestable mundo árabe y su influencia del nacionalismo de la religión islámica.

John F. Kennedy (1917-1963) es un mito sepultado o construido sobre todo lo que se ha escrito, dicho, imaginado o proyectado sobre su figura. A pesar de que «el balance real de su gestión, a juicio de Fusi, fue a la vez positivo y ambiguo» (p. 241), su carisma hace que la inmensa mayoría lo recuerde por otros aspectos. Martin Luther King (1929-1968) es retratado como un «ministro de la iglesia baptista —de estatura media, fuerte, enérgico— que vigorizó la lucha por los derechos civiles con su formidable oratoria de clara inspiración bíblica y su visión gandhiana de desobediencia civil y no violencia» (p. 249). Como Gandhi, como otros líderes, acabó siendo asesinado.

Como representante del cristianismo, otros historiadores tal vez hubieran preferido a Pío XII o al carismático Juan Pablo II, pero Fusi se decanta por Pablo VI (Giovanni Battista Montini) (1897-1978), justificándolo del siguiente modo: «Pablo VI iba a llevar a cabo la transformación —prudente, cautelosa— más importante de la Iglesia católica en varios siglos. Dos fueron básicamente las grandes obras de su pontificado: la culminación del Concilio Vaticano II (1963-1965), anunciado pero sólo iniciado por Juan Pablo XXIII y materializado por Pablo VI, y la internalización de la Iglesia católica» (p. 254).

Ernesto «Che» Guevara (1928-1967) es otro mito, pero con su figura, aparte de abordar la fuerza carismática del mito de la revolución, reivindica una labor imprescindible de las ciencias y del historiador, un «revisionismo crítico, sustituir mitos por conocimiento» (p. 265). Fusi busca el momento en la vida del Che en el que se convierte ya para siempre en el Che.

Nelson R. Mandela (1918-2013), después de haber permanecido veintisiete años en la cárcel, sale sin rencor ni resentimiento, y tiende su mano al gobierno de De Klerk «para negociar el desmantelamiento del apartheid y la creación de una “Sudáfrica democrática, unida y libre de la discriminación racial”, y se vale del rugby para unir a los ciudadanos bajo unos mismos colores. «La imagen de Mandela —alto, porte aristocrático, elegante, impecablemente vestido, cortés, elegante— era la imagen misma de la dignidad de África» (p. 280).

Hannah Arendt (1906-1975) fue una pensadora que por ser judía en la Alemania nazi tuvo que exiliarse para sobrevivir. Se convirtió en uno de los grandes pensadores políticos del pasado siglo. En Sobre la revolución (1963), Arendt, «que veía la libertad política como la única forma moral de gobierno, […] definía revolución —cuyo modelo ideal era para ella la Revolución americana— como libertad política; y libertad, como la creación de un nuevo poder, donde los derechos de decisión y de participación en el ámbito público quedasen garantizados por la separación y el equilibrio entre los distintos poderes» (p. 298).

Isaiah Berlin (1909-1997) fue un historiador de las ideas y filósofo que, además del título de este recorrido por el siglo xx, inspira una concepción de la historia y de la cultura que reivindica este libro: sociedades libres fundamentadas en el pluralismo, en los dos conceptos de libertad, negativa y positiva, el poder de las ideas y el desarrollo de la libertad individual frente al «tronco torcido» de la humanidad…

A pesar de que se advierten ciertas inclinaciones hacia unos personajes, cosa en cierto modo inevitable, Fusi, como historiador riguroso, no deja de buscar la imparcialidad como horizonte de verdad y de justicia. Estamos ante un libro que es fruto de toda una vida dedicada al estudio y conocimiento de la historia, escrito con un estilo sobrio y elegante.

Sin embargo, contiene algunos descuidos que merecen una revisión y que indicaremos por si acaso se reedita en un futuro: en las páginas 13 y 14 se emplea el término «subconsciente» en lugar de «inconsciente», que es la traducción más exacta del término empleado por Freud. En la página 102 leemos: «El eje había perdió la guerra» («El eje perdió la guerra»). Otra errata se ha escurrido en la página 147: «la(j) vida».

Asimismo, en la página 266 leemos una cacofonía «estudios primarios y secundarios rutinarios». El adjetivo fue motivo de un dardo en la palabra en 1975 por ese maestro de la lengua española, Fernando Lázaro Carreter, de manera que bien se podría sustituir por «comunes» o «corrientes». Hasta donde he podido observar en las páginas 280, 283 y 288 se usa el término «multirracial» y otras derivaciones de éste, cuando lo más correcto, a la vista de lo que sabemos por biólogos, genetistas y otros científicos, es aquí «multiétnico», ya que sólo hay una raza, la humana, compuesta de múltiples etnias. Precisamente estos usos inadecuados del lenguaje y de la razón contribuyen a fomentar la ignorancia, el racismo y la violencia.