Berta Vias Mahou
La mirada de los Mahuad
Lumen, Barcelona, 2016
151 páginas, 17.90 € (ebook 8.99 €)
POR JUAN ÁNGEL JURISTO

 

Berta Vias (Madrid, 1961), traductora de alemán, escritora, es poseedora de una de las obras narrativas más sugerentes del actual panorama de la literatura española. Como traductora ha realizado versiones de Stefan Zweig, Joseph Roth y Arthur Schnitzler, corazón latiente de la literatura centroeuropea de principios del siglo xx, a ella se deben la totalidad de las traducciones de Joseph Roth y Stefan Zweig, modernizando las traducciones de éste que había editado entre nosotros Juventud, que ha publicado Acantilado, aunque a veces se le escapen maravillas como la versión que para Austral hizo de Las penas del joven Werther, de J. W. Goethe, que hasta entonces contaba con la que hizo José Mor de Fuentes para la Colección Universal de Calpe en 1919. De este modo Berta Vias ha contribuido a una de las más destacadas labores del intercambio cultural, una contribución importante y oculta, soterrada, que a mí me parece esencial, como es que cada generación cuente con traducciones de clásicos que los representen: nos evitaríamos, así, anacronismos como los que perpetraba Pedro Salinas en La Recherche cuando hacía que los franceses de la belle époque vistieran americanas, o las de Consuelo Bergés, por otro lado magníficas, de las obras de su adorado Stendhal, cuando en vez de Piacenza colocaba una Plasencia que hoy día todo el mundo confunde con la ciudad cacereña.

Esto respecto a su labor como traductora, de la que poco tengo que añadir, aunque las versiones realizadas de estos escritores centroeuropeos hayan influido a la hora de desplegar su narrativa, como es el caso de Los pozos de la nieve, donde, mediante el uso de una prosa muy ajustada, muy medida, muy poco dada a seguir los imperativos de la moda, consigue otorgar el tono adecuado a una obra decantada, atributos de la cultura de la Mitteleuropa, a la reflexión minuciosa de sus propios límites, a la culpa por los errores del pasado, por la conciencia de su propia decadencia. Yo sigo con interés la obra narrativa de Berta Vias Mahou desde que la descubrí por casualidad leyendo Venían a buscarlo a él, porque formé parte del jurado del Premio Dulce Chacón de Narrativa que otorgó el Ayuntamiento de Zafra en 2011 y del que esta novela fue ganadora, compitiendo con obras de Juan Eduardo Zúñiga y Enrique Vila-Matas, y resalto esto porque no suele darse que una obra casi primeriza compita con autores de variada y extensa y comprobada y tasada obra y consiga, a pesar de ello, el galardón. Y lo resalto como metáfora de la sorpresa que nos alcanza a muchos cuando cosas así suceden, es decir, cuando la calidad se enseñorea de forma rutilante, manifiesta. Eso ocurrió con Venían a buscarlo a él. Pero ¿en que consistía la fascinación contenida en esta novela?

Desde luego, la figura de Albert Camus, por si había alguna duda, y que Berta Vias recrea en este libro sus últimos días, hasta su muerte, acaecida el 4 de enero de 1960 en un accidente de carretera cuando iba en el coche de Michel Gallimard, uno de los hijos del viejo Gaston, que era el que conducía, llevando el manuscrito de Le premier homme, y cuyo personaje Jacques Cormery es un alter ego apenas disimulado del propio Camus. El autor, figura fascinante, sigue fascinando muchos años después a una joven escritora que ha leído con cierto arrobo Le premier homme, la obra en la que estaba trabajando el año en que murió. Albert Camus confesó en una ocasión que se sentía perseguido, lo que ha causado interpretaciones varias sobre su muerte, algunas extravagantes, y Berta Vias, amén de que en Venían a buscarlo a él realiza una hagiografía intensa de Camus, no desdeña describir el ambiente de aquellos años, donde se avecinaba lo que ahora, en términos tomados del inglés, se denomina una tormenta perfecta: el enfrentamiento con Jean-Paul Sartre y su desafección de los postulados de la izquierda que, a mi juicio, es la parte más débil del libro, pues la autora destaca de forma un tanto extemporánea a la propia narración un discurso de los males de la izquierda, cargando las tintas en descripciones hasta entonces llenas de sutileza varia y matices de ajustado alcance y llegando a imaginar conspiraciones no probadas, pero que, esta vez sí, son propensas a los tiempos que corren. Imaginemos o no la importancia en este asunto del Frente de Liberación Nacional (FLN), lo único cierto de todo ello es la entrevista radiofónica que en la novela se incluye donde Camus habla de su adaptación teatral de Los desposeídos, de Dostoyevski, y que se puede consultar en YouTube, y en la que el autor de La peste reconoce el primer crimen organizado de la época moderna por razones estrictamente políticas. Aquí se haya el leitmotiv de la novela de Berta Vias, una novela sorprendente por la habilidad en que está construida su trama y la complejidad del mundo que recrea, aunque a veces se le haya ido de las manos.

Con posterioridad, Berta Vias ganó el Premio Torrente Ballester de Narrativa, de la Diputación de La Coruña, en el año 2014 con su novela Yo soy El Otro. La crítica encontró en su momento afinidades con Searching for Sugar Man, el documental sueco-británico de Malik Bendjelloul, estrenado en 2012, que cuenta la historia de un misterioso cantante llamado Rodríguez y los avatares que sufren dos fans sudafricanos por saber de su paradero. La relación entre ambas obras se establecía porque en ellas coincide el vaivén entre éxito y fracaso, de qué sea eso del anonimato, de la ligazón entre ambiente social y político de un momento considerado único…, en fin, algo que está en el entorno y no cabe achacar a influencia directa. Trata esta novela del novillero José Sáez, el Otro, que apenas oculta, desde luego, no lo pretende, la figura de Manuel Benítez el Cordobés, la figura más representativa del toreo de la España de los sesenta, no por la pureza de su arte, obsesión española en muchos campos de la creación, sino justamente por lo contrario, por lo que tenía de reflejo de una época. Berta Vias no conoció aquellos años, por lo que es propensa a la benefactora distancia, pero también a no saber de afinidades y educaciones sentimentales que sólo conocen los afectados por el zeitgeist. Lo que interesa destacar de esta novela, por lo que concierne al desvelamiento de ciertos aspectos de La mirada de los Mahuad, es la sucesión de narraciones cerradas en sí mismas donde hay de todo, desde influencias berlanguianas hasta modos de narrar de la vieja escuela realista, pero donde nunca se pierde el hilo estructural de la novela. Una vez más, nos topamos con una narración sobresaliente que creemos que culmina, por ahora, en esta La mirada de los Mahuad, su obra más acabada y donde Berta Vias alcanza su madurez narrativa.

Consta la novela de seis historias independientes, cuentos largos o novelas breves, que se pueden leer como acabadas en sí mismas, si bien poseen un hilo narrativo común. Esta manera de estructurar el libro es esencial para su comprensión, pues dota al mismo de un cúmulo de registros muy variado, poco común. Así, en la primera de las narraciones, que da título al volumen, el lector asiste a una historia de exhibicionismo por parte de una familia española en un pueblo de Alemania, Horacio y Rita y sus hijos, Elba y Jara, en abierto contraste con el resto de la población. La narración está llena de personajes extravagantes y bascula entre la realidad y la ficción, lo que hace del relato algo precioso, por ejemplo, el muchacho polaco que sirve como maestro de ceremonias de Elba para entender una realidad que se le antoja extraña. En el siguiente relato, «La llegada de los demonios», la atención se centra en la familia de los Woniakovsjy, la familia del muchacho Jan, y en la estrecha relación de éste con Elba. «Soldado ruso», por el contrario, y lejos del tono intimista de las narraciones anteriores, se decanta por el tratamiento de farsa, haciendo del relato algo fascinante en su desarrollo medido, donde se trata el problema de la identidad.

Lo cierto es que esta novela recurre con frecuencia al tono lírico, pero nunca tratado con gratuidad, ya que Vias Mahou es autora rigurosa que no pierde en momento alguno el hilo narrativo. El tono es deliberadamente elíptico, lo que produce una sugerente idea de irrealidad, y ello hasta el punto de colocarnos, no hay otra forma de decirlo, una escena mágica de sincretismo vudú sin rebozo alguno, todo en aras del tono onírico del libro, que ahonda con intensidad en el amor y el misterio de la existencia. La mirada de los Mahuad es, por tanto, una narración de rara complejidad, donde la autora despliega todos sus saberes narrativos, que no son pocos, una narración que parece confundirse con esta reciente profusión de relatos de familias, desde Care Santos a Elena Barceló pasando por Pepa Roma, por no hablar más que de las novelas más recientes que tratan el tema, pero muy alejada de los planteamientos y resoluciones de este tipo de relatos, que navegan entre la memoria de tono lírico y el despliegue realista para dar cuenta de tiempos ya idos, a saber, la decadencia de las familias de clase media-alta, que parece recurso habitual.

Por el contrario, los planteamientos de esta novela de Berta Vias son radicalmente opuestos. El tono lírico no es consecuencia del tratamiento arcádico de la memoria, sino que expresa la realidad poética de lo que acontece y, además, mezcla registros tomados de la farsa cuando los necesita y los desprecia cuando cambia de tono, sin problema alguno, haciendo de estos relatos lo más alejado posible de lo monocorde, del realismo oculto tras las señas de la memoria complaciente en el fondo… y las formas, algo que esta autora no se permite.

Valga como muestra de lo que el lector se va a encontrar en el libro esta cita de «Sueño robado», que es como comienza el relato: «A la mayoría de los chicos les atraía más la muerte que la ceremonia del entierro. Enviaban hormigas rojas a las guaridas de las negras sólo para asistir al espectáculo de una lucha sin cuartel, pero después dejaban los cadáveres sembrados en el polvo, sin ocuparse lo más mínimo de ellos». Ah, esa falsa facilidad de la buena literatura donde todo acontece con la fluidez de la vida… La mirada de los Mahuad es una muestra acendrada de esta falsa facilidad, llena de oficio y talento, de la que la autora nos dejó preciosos rastros en Leo en la cama o en el libro de relatos Ladera norte, por referirnos a sus primeros libros. Esos rastros primerizos son ahora senderos llenos de sorpresas. Gocemos de su travesía.

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