Patricio Pron
Trayéndolo todo de regreso a casa
Alfaguara
413 páginas
POR TANIA PADILLA AGUILERA

En Trayéndolo todo de regreso a casa, Patricio Pron (Rosario, Argentina, 1975) nos presenta una selección de sus cuentos ordenados cronológicamente. El título resume a la perfección la finalidad de su propuesta, cuyo carácter revisionista conjuga un proyecto literario muy personal con una inteligente estrategia editorial. A través de esta recopilación de sus cuentos, Pron se plantea echar la vista atrás con una finalidad introspectivo-literaria en un momento en que su trayectoria es lo suficientemente nutrida como para tener una relativa visión de conjunto. Ya desde la cita de Dylan que abre el libro («You can always come back/but you can´t come back all the way») queda subrayada la intención que preside esta antología tan personal: revisitar (para revisar) la propia producción cuentística comprendida entre 1990 y 2020 (lo redondo de las fechas justifica el proyecto) desde su posición de autor consolidado en el campo cultural del momento.

Resulta particularmente revelador de la naturaleza de su propuesta el hecho de que Pron acompañe sus cuentos de una nota con información de carácter editorial en la que explicita los criterios de edición y el proceso de corrección al que ha sometido su narrativa breve. Según él mismo aclara, en los textos de la primera etapa, que desde el presente siente demasiado ajena, ejerce con su narrativa breve una labor de corrección que se plantea como una suerte de psicoanálisis literario. Además, indica detalladamente la procedencia de cada uno de los cuentos que ha seleccionado, la mayoría de ellos ya publicados en revistas, antologías u otros volúmenes, aunque también ha incorporado piezas inéditas hasta el momento y otras escritas al hilo de sus recientes vivencias en el inspirador marco pandémico.

Este prurito explicativo, que en numerosas ocasiones encontramos como marca dentro de la propia narrativa de Pron, es fruto de un perfil de autor muy característico (autorreflexivo, intelectualista, académico) que lo lleva a someter su propia obra a un proceso más propio de un filólogo que de un escritor: presenta al lector el material literario acompañado de su propia exégesis. El síntoma más destacado de este revisionismo tan obsesivo es la clasificación por etapas y subetapas que encuadran su propia obra en una taxonomía que, lejos de ser rigurosa, se revela subjetivísima. De cualquier manera, el distanciamiento irónico desde el que Pron se ordena y explica ante sí mismo y sus lectores ayuda a que su propuesta no sea interpretada como algo demasiado serio. Cierra esta nota preliminar una nómina de agentes del campo literario en el que se ha movido el autor durante estos 30 años, a quienes este, como en una letanía laudatoria, enumera en señal de agradecimiento. En definitiva, todas estas estrategias más o menos conscientes configuran un calculado self-fashioning a través del que Pron consolida su imagen autoral e inaugura un periodo de madurez (literaria y vital) en su trayectoria. 

La apuesta por una ordenación cronológica resulta arriesgada, pues conlleva situar en primer lugar los cuentos de juventud, cuya calidad literaria puede suponerse inferior. Y en efecto, aunque Pron en la nota preliminar contempla la posibilidad de que el lector piense que ese «otro Pron» es mejor escritor que él, los cuentos de esta primera parte quedan algo deslucidos en su inserción en el corpus global. Pertenecen a una etapa que el autor subarticula en dos grupos con membretes no demasiado alentadores («el periodo de la existencia como escritor inédito» y «los esfuerzos en relación con un segundo libro») que funcionan como sendas advertencias que el lector acaba viendo corroboradas. El interés de estos textos, sin embargo, radica en que constituyen el germen de algunos de los rasgos más característicos de la narrativa posterior del autor. Así, en cuentos como «Brüder Karamazov» o «El vuelo magnífico de la noche» ya se perfila ese regusto borgiano que, más elaborado, planeará en relatos posteriores. Por su parte, «Gombrowicz» o «La ahogada» están trazados desde unos planteamientos fabulísticos que revelan una enorme personalidad literaria. Este enfoque fantástico queda más tamizado en «El relato de la peste» o «Mineros», en los que, sin embargo, se hace presente la relevancia del relato dentro del relato, que tanta importancia cobrará en esa singular dimensión metaliteraria de la narrativa de Pron. En cualquier caso, en todos estos relatos de juventud se aprecia una enorme inteligencia en el uso del lenguaje, con frecuencia sometido a recursos experimentales que apuntan a la conexión con otros géneros («Alemania, provincia de Salta»), un prodigioso manejo de la ironía y un incipiente intelectualismo, que acabará configurando uno de los rasgos más distintivos de la prosa del autor. 

La segunda parte de la compilación se abre con el reconocido y justamente celebrado «Es el realismo», un cuento largo que nos avisa de que nos adentramos en el territorio del verdadero Pron (el propio autor había reconocido no identificarse en ese protoPron, a quien ni tan siquiera se atreve a corregir). Sin embargo, «Las ideas» parece más deudor de la etapa anterior, pues plantea un ambiente distópico, de reminiscencias oníricas, que invita a leer la historia en clave de alegoría. En su gusto por la experimentación lingüística, Pron se atreve a narrar en segunda persona logrando dos de los mejores relatos de la selección: «Tu madre bajo la nevada sin mirar atrás» y «Un jodido día perfecto sobre la tierra». Además, en esta segunda parte se afianza la presencia de lo metaliterario, tanto a nivel formal como conceptual. En este sentido, «Salon des refusés» constituye uno de sus más atinados experimentos. Sin embargo, la virtuosa sucesión de enmiendas y recusaciones que se propone en este texto va en detrimento del interés del lector, que acaba desencantándose con el desarrollo de la historia, vuelta por completo artificio. En una línea similar, podemos encuadrar los más amables «Como una cabeza enloquecida vaciada de su contenido» o «El cerco», en los que Pron experimenta con una estructura similar basada en la progresiva concatenación de personajes y circunstancias vinculados a un motivo central común. En relación con esta vertiente metaliteraria, cabe destacar aquellos cuentos que, bien por el uso de la primera persona, bien por la aparición en ellos del propio autor como personaje («P» o, directamente, «Pron»), remiten a lo que parece su experiencia personal en el mundo literario. Con el citado enfoque irónico, aquí exacerbado hasta un sutil sarcasmo, el narrador logra una desmitificación que puede leerse desde un espacio de autoparodia. Además, en algunos de estos relatos Pron incluye referencias a sus propias obras, como es el caso de «Algunas palabras sobre el ciclo vital de las ranas», «Diez mil hombres» o el desopilante «Este es el futuro que tanto temías en el pasado», en el que incluso se nos muestran las propias costuras del relato. 

La última parte del libro la conforman los cuentos más recientes, inéditos todos. El gusto por lo lúdico del autor se vuelve rayuelístico en «Índice de primeras líneas ordenadas alfabéticamente» y performancístico en el diálogo con la computadora de «Decir que entendemos algo tal vez sea una exageración por nuestra parte», dos propuestas que retoman el universo ya planteado en algunos textos de la segunda etapa. La literatura está más presente que nunca en estas últimas obras de Pron, siempre tratada desde esa perspectiva irónica que conlleva el doble movimiento de tomarse el hecho literario muy en serio a la vez que muy en broma. «El peso de la noche» o «Un reino siempre demasiado breve» son buenos ejemplos de una sutil decantación de estilo, estructura y tono, y demuestran su soltura en el uso de los procedimientos narrativos: Pron conoce bien su mundo y nos lo ofrece sublimado. Mención aparte merece «El accidente», un cuento en el que una vaca filosofa mientras ve cómo dos coches (cada uno en un sentido) se le aproximan. Probablemente en él queden recogidos muchos de los temas tratados en el libro: lo fabulístico, lo metafísico, lo irónico y lo literario. 

En definitiva, con Trayéndolo todo de regreso a casa Patricio Pron pasa revista a su propia literatura corta desde una posición lo suficientemente acreditada como para que sus lectores podamos leer sus cuentos de juventud como prodigiosos ensayos elaborados por ese otro Pron en el que ya asoma la genialidad de este.