Daniel Guebel
Un crimen japonés
Literatura Random House
512 páginas
Hay lectores que consideran que la narrativa histórica proporciona conocimiento además de entretener, creen que sus lecturas, casi siempre amenas, son la mejor manera de aprender Historia, cuando la mayoría de las veces se trata de libros basados en investigaciones superficiales o interpretaciones erróneas propias de quien no posee las herramientas básicas de un historiador. Quizás esta percepción se deba a las descripciones detalladas de los hechos (en eso no suelen fallar los editores), al lenguaje pulcro y accesible y a la falta de zonas grises en las tramas, porque todo se explica, todo se resuelve. Un crimen japonés, de Daniel Guebel podría encajar en este género porque es una aproximación a la cultura japonesa. Sin embargo, posee otras virtudes que marcan cierta distancia respecto a los productos literarios señalados al inicio de este párrafo.
El clan de Yutaka Tanaka es atacado por un grupo de samuráis enmascarados. Su padre, Nishio, muere, pero su madre, Mitsuko, sobrevive. Los samuráis trocean el cuerpo de Nishio y meten los restos en bolsas. La humillación y el hecho de no saber quiénes son los culpables siembran el deseo de venganza en Yutaka. Antes, Guebel ha establecido el marco histórico dentro del que sucede la novela, una suerte de prólogo que además sirve como advertencia: esto no es sólo un libro de ficción, también es uno de divulgación. Por ejemplo, ¿cómo se conocieron los padres de Yutaka? Él aniquiló al clan de Mitsuko y la convirtió en su esposa. Ella siempre mantuvo una actitud risueña que Nishio nunca supo descifrar a qué se debía. Y a diferencia de otros clanes, a la madre se le permitió criar a su hijo más años de los usuales, pues los hijos solían pasar bajo la tutela del padre muy pronto para formarlos como futuros líderes. Otra práctica más llamativa era la entrega de los hijos de un daimyo (clan) a otro, para que les dieran entrenamiento militar a ellos y les enseñaran las tareas del hogar a ellas. Se trataba de una jugada estratégica para mantener la paz. La entrega de la descendencia era una especie de seguro de vida. Un clan no iba a atacar a otro que pudiera acabar con los suyos de inmediato, aparte esta forma de crianza forjaba la lealtad con la familia adoptiva.
Todo estos datos y explicaciones aparecen después de unos párrafos que el autor considera que deben ser aclarados. ¿Por qué? Una narración tendría que ser descifrada sin problema gracias a los mismos hechos que cuenta, no es una teoría que necesite unos ejemplos para ser comprendida. Siendo benevolente, pienso en la tesis que propongo, que Guebel haya elegido esta dinámica para entregar una novela divulgativa, más que un policiaco histórico como han opinado otros comentaristas. La intriga es lo que menos peso tiene hasta la página cien, cuando Yutaka ya ha conseguido entrevistarse con la dama Ashikaga (su intención real era hablar con el jefe Shogún, no con su mujer), buscando ayuda para dar con el asesino de su padre. A partir de entonces hay un cambio. Lo divulgativo queda de lado y la novela avanza pese a problemas como sus diálogos forzados, más cercanos al teatro y a una concepción del lenguaje antiguo que roza el ridículo: «Ardo en deseos de escucharte, joven y apuesto daimyo».
Se agradece la información aportada sobre la cultura japonesa, es muy valiosa y cumple la función divulgativa que aparenta perseguir la historia, pero las carencias de la trama se han acumulado y el interés ya no es el mismo. Guebel tampoco es un gran prosista, son pocos los escritores actuales que consiguen crear una marca con el lenguaje. El problema es que hay pasajes que requieren una relectura para captar su sentido, sobre todo al comienzo. La búsqueda de una venganza y la manipulación de la dama Ashikaga no son suficiente incentivo. Más interesante es la segunda parte, con la aparición del mago Lun Pen Lui y los autómatas. Todo cambia y mejora a partir de esta mitad de la novela: la trama, la prosa, los diálogos. Este gasto de energía resulta incomprensible. El balance puede ser positivo si se lee sólo la segunda parte, literatura sin otra pretensión que entregar una historia contundente. La primera, habría que editarla.