YES, WE CAN. PODEMOS

De todos los movimientos de protesta nacidos tras la crisis económica, tal vez el 15M español (junto al Occupy Wall Street —Toma Wall Street— estadounidense) fue el más utópico, el más descentralizado y el menos establecido de todos. Mientras que en otros países rápidamente nuevos políticos se apoderaron del espíritu de cambio, en España esto no se produjo. Los indignados del 15M formaron un enjambre moderno y digital, en palabras Byung-Chul Han (2014), frente a los grupos organizados. Pero como todo colectivo no estructurado, este enjambre digital se mostró incapaz de tomar decisiones rápidas y su inoperancia le fue mermando hasta su propia extinción.

Es en ese momento en el que un colectivo de profesores e investigadores de la órbita de la Universidad Complutense de Madrid, encabezados por Pablo Iglesias, comienzan a construir un grupo orgánico que se alimenta de este mismo descontento, aunque no de la misma actitud ácrata. Frente al modelo libre del enjambre del 15M, Pablo Iglesias propone una estructura de partido, más abierto y plural que los tradicionales, pero una organización política fuertemente jerárquica. Así, casi tres años después de la acampada en la Puerta del Sol, nacía Podemos.

Podemos no era un enjambre utópico como los indignados madrileños, sino una construcción sólida, con una estructura potente y, sobre todo, con una formidable capacidad para crear un relato y una narración de la realidad. Pablo Iglesias había escrito —y seguirá haciéndolo durante su carrera política— sobre el cine y el audiovisual. En sus textos explicaba como las películas tenían una misión clave: la de construir «escenarios de representación de las dinámicas políticas» donde «se configuran imaginarios» (Iglesias, 2013, 15). Podemos toma el formidable imaginario de los indignados del 15M y lo transforma en una opción electoral.

Meses antes del nacimiento del partido político, Pablo Iglesias había publicado un texto titulado Maquiavelo frente a la gran pantalla. De manera didáctica el investigador universitario desgranaba, una a una, algunas películas para mostrar su significado oculto y su valor simbólico, pero de forma aún más meridiana (para el lector actual) Iglesias iba redactando su ideario político y su modo de entender la política como un juego de poder y de resistencia. Así, según Iglesias, lo principal es construir un relato del hecho. Al hablar de la película Katyń (2007), nos indica que su director Andrzej Wajda afianza el relato conversador sobre la matanza soviética de «unos miles de polacos» (Iglesias, 2013, 26). Sorprende mucho que Iglesias dé una cifra tan baja de este acontecimiento y aún más que llegue a citar a «historiadores y politólogos» (Iglesias, 2013, 27) que cuestionan dicha masacre. Sin embargo, el análisis teórico es impecable: todo movimiento político necesita un suceso memorable que avive un nuevo relato.

A diferencia de los teóricos del cine que suelen evitar las interpretaciones políticas directas de los filmes o los enfrentamientos sociales que los mismos pueden sugerir, Pablo Iglesias en su análisis profundiza en cada uno de los filmes mostrando la confrontación y evidenciando la importancia de la lucha y de la resistencia ante el poder establecido. El mismo autor cita a Saphiro y dice al lector «pensar significa resistir los modos dominantes de representar el mundo» (Iglesias, 2013, 15). Por lo tanto, urge encontrar un relato novedoso y una nueva forma de pensar para enfrentarse al poder establecido en España.

Aunque en este texto fundamental —hoy fundacional— no se escribe nunca la palabra casta que será clave en los meses germinales de Podemos, lo cierto es que toda la estructura analítica del libro se consolida en una lucha entre los débiles y los poderosos. Nosotros contra los otros. El nosotros es amplísimo, pues puede ser desde radicales a intelectuales de izquierda, a socialdemócratas, a indignados e incluso posibles liberales o demócratas (en el sentido político estadounidense). No en balde el nuevo partido político se nombra así mismo, Podemos, en referencia directa al lema de la campaña de la primaria de Barack Obama de 2008 cuando luchaba para tomar la presidencia del Partido Demócrata.

Este enorme y poco defendido nosotros se construye entonces, y utilizo las propias palabras de Iglesias para explicar la política en el cine, como un «conjunto de relaciones antagónicas de poder en las que el antagonista (el otro) es, como dijo Edward Said, parte consustancial de los discursos hegemónicos y sujeto fundamental de la resistencia en el ámbito de la cultura a través de discursos contrahegemónicos. En el cine, como espacio cultural específico que sirve de escenario de representación de las dinámicas políticas, se configuran imaginarios, se interpretan los conflictos y se forman consensos» (Iglesias, 2013, 16).

El cine, según Iglesias, está repleto de malvados que encajan perfectamente con los llamados estadistas de la política. Su texto relata y detalla cómo unos y otros (personajes de la ficción y políticos reales) utilizan el poder para oprimir y dominar a la mayoría. En uno de los capítulos más contundentes, el investigador explica cómo Felipe González, el presidente democrático que más elecciones había ganado, encaja y se comportaba, al menos parcialmente, como uno de estos malvados estadistas. Teníamos entonces el hecho fundacional, la crisis y la acampada del 15M, pero también a los poderosos antagonistas: los malvados estadistas y su casta.

Sin duda, el planteamiento del libro Maquiavelo frente a la gran pantalla funciona extraordinariamente. Lo que más une a los protagonistas no es su ideología, ni su condición social ni siquiera su amistad, sino, en palabras del teórico McKee, que los héroes comparten un objetivo común (McKee, 2017). Nosotros era una masa informe (que podía aglutinar a toda la sociedad), pero tenía un objetivo claro: derribar al malvado estadista, al otro. La crisis económica y social le había dado la razón a Pablo Iglesias y como ululaban en las calles neoyorquinas: We are 99 %!

El proyecto de Podemos nacía en marzo de 2014 y su pequeña insignificancia era la que le otorgaba su mayor potencia. Se trataba de construir un nuevo relato de los hechos, una nueva narración. En ella, la gran mayoría de los españoles se encontraba en un flanco, frente al otro en el que se atrincheraba el malvado estadista y los dos grandes partidos (PP y PSOE). A diferencia de otras organizaciones políticas que habían nacido en el siglo xxi, como los ecologistas y animalistas (Equo y Pacma) o los liberales (UPyD y Ciudadanos), Podemos defendía una visión radical, se trataba de ganar y derribar a la casta. El final del primer texto sobre cine de Iglesias es muy significativo en esto. Lo importante, lo único importante, es alcanzar el poder: «Reconocer esto es lo mismo que decir que la diferencia entre un terrorista y un patriota, la diferencia entre los presidentes que pasan a la historia y los que mueren ahorcados, es sencillamente la diferencia entre la victoria y la derrota» (Iglesias, 2013, 143). Tomar el poder supondría imponer el nuevo relato.

 

EL RELATO DEL OTRO: GAME OF THRONES

El nacimiento y la irrupción de Podemos se asemeja a la potencia de un rayo. Nunca antes en España un partido nuevo, que no provenía de ninguna escisión ni que contaba con recursos previos o políticos profesionales, había logrado captar la atención de la gente y, sobre todo, un éxito tan clamoroso. Sólo dos meses y medio después de su fundación, en las elecciones europeas de mayo, la organización obtuvo más de un millón doscientos mil votos. Se colocaba como el tercero más votado y el que crecía de forma más célere en afiliados y militantes.

Rápidamente se intentó explicar su éxito por lo digital y por las redes sociales. Pero los estudios más rigurosos (Congosto, 2015) demostraron que el éxito inaugural de Podemos no era por su campaña online, ni por sus seguidores en Facebook y Twitter, donde otros partidos menores lo arrollaban, sino por el uso de la televisión y los medios audiovisuales. El nuevo partido no se basó en las comunicaciones digitales, como lo habían hecho Equo o Pacma (Deltell, 2012), sino en el discurso televisivo; era fruto de un relato audiovisual. Pablo Iglesias había logrado que sus intervenciones en los programas, donde era invitado como sparring para ser atacado y criticado por neoliberales, le dieran una enorme popularidad. Por supuesto, sus propios espacios en Tele K e HispanTV habían propagado su imagen de líder de la resistencia. Tanto en La Tuerka (2010-), un espacio de entrevistas, como en Fort Apache (2013-), Iglesias divulgó una narración audiovisual contundente, clara y precisa. Podemos no se creó a golpe de tuit, sino con cada entrevista y con cada frame televisivo. No fueron las redes sociales e Internet, sino la vieja televisión —y su difusión digital en Internet— la que fundó y consolidó la nueva idea.

Uno de los invitados de La Tuerka, el chileno Patricio Guzmán, explicaba bien cómo el relato audiovisual era clave. El cineasta dice que «un país sin documentales es como una familia sin álbumes de fotos» (Ruffinelli, 2001). En la primera parte de la formidable trilogía de La batalla de Chile (1975) muestra cómo universitarios chilenos deben enfrentarse en tertulias y en debates a los poderosos del neoliberalismo, que ya estaban conspirando contra Salvador Allende. Esas imágenes de los jóvenes cultos y preparados recuerdan hoy a las intervenciones brillantes de Iglesias que desmontaba los discursos y propuestas de la casta española. La resistencia de Podemos se expandía por la televisión y cuanto más se hablaba de ellos, para zarandearlos y ridiculizarlos, más les ayudaban en sus intenciones electorales.

Así, cuando se volcaron las urnas de las elecciones europeas, el primer éxito se descubrió. Tras este salto, Pablo Iglesias y casi el equipo completo de la dirección de Podemos decidieron escribir un libro sobre discurso audiovisual. La idea es que todas las figuras representativas (Juan Carlos Monedero, Íñigo Errejón, Tania Sánchez, Luis Alegre, Clara Serra…) debatieran sobre Game of Thrones, la serie estadounidense ambientada en un mundo fantástico. No existe ningún otro caso en la historia en que la mayoría de los fundadores de un partido político de éxito, y con vocación de poder, escribieran juntos un texto sobre un programa televisivo de entretenimiento. Por supuesto, el libro Ganar o morir. Lecciones políticas en Juego de Tronos no es sólo un ensayo sobre la serie televisiva, sino, sobre todo, un relato sobre el primer Podemos y su devenir.

Game of Thrones, como se sabe, es la serie audiovisual más cara de la historia y la que más público ha convocado en el mundo. Comenzó a transmitirse en 2011 y se concluyó —a la espera de derivados, secuelas y precuelas— en 2019. Durante ocho años fue uno de los grandes acontecimientos televisivos y su impacto superó todas las cifras esperadas. En 2014, cuando Pablo Iglesias coordinaba el libro, ya se habían transmitido tres temporadas y era reconocida como uno de los grandes relatos audiovisuales del momento.

El ensayo analítico que nos ofrece Pablo Iglesias refleja la estrategia de construcción y de alzamiento hacia el poder en el mundo imaginario de Game of Thrones. El libro comienza, de nuevo, con una significativa cita política de Maquiavelo: «Así pues, necesitando un príncipe saber hacer buen uso de la bestia, debe entre todas secundar a la zorra y al león, porque el león no se defiende de las trampas, ni la zorra de los lobos. Requiere, por tanto, ser zorra para reconocer las trampas, y león para amedrentar a los lobos» (Iglesias, 2014, 4). Ser político es tan duro como ir a una guerra y, a veces, peor.

Toda la compilación, y fundamentalmente la introducción redactada por Iglesias, relaciona la ficción de Game of Thrones, con dragones, monstruos y brujos, con la sociedad española de la segunda década del siglo xxi: «El mundo de Juegos de Tronos es, al igual que el nuestro, un tablero complejo con múltiples tensiones y luchas de poder. No es posible acabar con la violencia y el poder en sí mismo; tan sólo cabe apropiarse de ellos y, neutralizando el resto de las fuerzas y poderes, ponerlos al servicio de un determinado principio de legitimidad» (Iglesias, 2014, 8).

El problema es que otra vez, como ocurría en el anterior texto de Iglesias sobre el cine, cabe preguntarse cómo se decide ese determinado «principio de legitimidad». Y aquí el carácter práctico y maquiavélico se repite, la legitimidad la otorga únicamente el poder o la resistencia del poder. Uno de las citas más relevantes de Michael Foucault es que «donde hay poder, hay resistencia» (1977). Aquel que ejerce un dominio e inventa un relato para lograr la sumisión o la disciplina de otros, activa obligatoriamente una resistencia. La resistencia llegará a ser poder sólo si logra que su relato se imponga en el imaginario colectivo.

Lógicamente Ganar o morir. Lecciones políticas en Juego de Tronos es un análisis de cómo revelarse ante el dominio. Los autores abordan la necesidad de derribar el poder de 2014 para construir otro. El propio Iglesias avisa al lector de que no sólo se trata de algo justo o injusto, sino simplemente de una cuestión de poder o no poder: «Pero ese mundo hay que ganárselo. Sólo ignorando lo terrible que es un mundo donde la legalidad no consigue fundar el verdadero poder y la verdadera legitimidad, es posible considerar como moralmente preferible un camino que alimenta al despotismo en vez de combatirlo. En un mundo terrible, puede perfectamente ocurrir que el único resultado de nuestro obrar bien sea un mundo aún peor, más injusto y más despiadado» (Iglesias, 2014, 9).

Podemos, al igual que los personajes de la serie estadounidense, tenía que construir una nueva legitimidad, aunque debiese obrar mal para vencer en la batalla. Esta lucha se basa en el caso de la ficción televisiva en el enfrentamiento entre dragones y monstruos que provenían del hielo norteño. En la España de 2014 consistía en una contienda entre los desfavorecidos (que, como vimos, eran la práctica totalidad de la sociedad) y una minoría llamada casta, que ejercía el poder y dictaba el relato dominante. Este relato, en el que se incluía la propia construcción de la Transición democrática, no era más que una ficción que debía ser derribada.

La joven formación se preparó para celebrar su primera Asamblea Política, el partido ya había crecido hasta los trescientos mil simpatizantes. Durante el otoño de 2015, Podemos vertebra una nueva construcción política y social. El partido se constituía como una estructura vertical. En su discurso, Pablo Iglesias fue fiel al análisis fílmico que había planteado en sus libros sobre cine y poder. Así comenzó su intervención con la célebre cita de Karl Marx: «el cielo no se toma por consenso, sino por asalto». El relato, la narración, se crea de forma unívoca y sólo funciona si se toma el poder. No sirve el diálogo en esta lucha, sino el asalto.

En el texto Ganar o morir. Lecciones políticas en Juego de Tronos Pablo Iglesias escribe «el antagonismo, la schmittiana lógica del amigo-enemigo como característica fundamental de la política es absolutamente central». El cine y la televisión se basan en encontrar a un enemigo poderoso como Darth Vader, los caminantes blancos o la casta. El gran acierto de la Asamblea de 2015 y de los meses iniciales de Podemos fue no definirse a sí mismo, sino definir a su enemigo; denunciar a su rival: el PP y el PSOE (el partido de izquierdas al que había que superar para poder alcanzar el poder de un solo golpe).

En diciembre de 2015 se celebran elecciones generales en España, el Partido Popular (la derecha española) era el favorito. Sin embargo, su incapacidad para encontrar aliados y, sobre todo, sus bochornosos escándalos de corrupción predecían que las fuerzas de izquierda podrían gobernar si se aliaban. No obstante, los tres bloques de izquierda estaban enfrentados; la izquierda tradicional UP (que recogía al viejo Partido Comunista Español), el PSOE (que había gobernado España) y el joven Podemos. El partido de Iglesias, como en Game of Thrones, salió a derribarlos a todos.

El éxito de Podemos (y de los partidos afines que coaligaban con éste) fue espectacular: del millón trescientos mil votos que habían obtenido en las europeas de 2014 pasaron a alcanzar los cinco millones cien mil. En menos de dos años, el partido político se convertía en un gozne clave. Sin embargo, su objetivo principal (superar al PSOE) no se había logrado, ya que este mantenía su relevancia como principal partido de izquierda (por poco más de cuatrocientos mil votos frente a Podemos). El Partido Popular había ganado las elecciones, pero había perdido tanto poder que las izquierdas juntas podrían gobernar con un acuerdo.

En una de las jugadas más insólitas de la política española, Podemos y PSOE fueron incapaces de un consenso de mínimos para arrinconar a la derecha española. Aunque la jugada fue incomprendida por muchos, se encontraba explicada con claridad en los textos de Pablo Iglesias sobre cine: el poder es poder y sólo el poder es el que legitima. Repartirlo o compartirlo con el PSOE, o con otros, no era suficiente para cambiar el gran relato. Como habían escrito los fundadores de Podemos sobre la serie de televisión en su libro, tomar el timón es lo único que cuenta, ya que el príncipe está por encima del Estado, el país y la propia sociedad: «El problema es que puede haber tantas éticas como proyectos y lo importante al final, como saben los estadistas (y como estudiamos los politólogos), no son los fines ideológicos que justifican los medios (esa estúpida banalización que del genial Maquiavelo suele hacerse), sino quién tiene el poder para imponer y convencer sobre la eticidad política de sus guerras justas, sean estas en nombre de la patria, de la democracia, de los derechos humanos, de la revolución o del dios de turno» (Iglesias, 2013, 141).