Los hombres son necios y acusan a la mujer sin razón1. Escucho que contesta Malintzin con voz calma pero firme; a lo que remata Camelia manoteando en el aire con fuerza: Como si no supieran que son la ocasión de lo mismo que juzgan2. Guadalupe toma el rol de moderadora alegando su experiencia en escuchar oraciones, aleja la papeleta de su rostro, hace chiquitos los ojos para leer y dice: Esperamos haberte inspirado, no traigo mis lentes, pero estoy casi segura que aquí dice que esta pregunta nos la ha enviado una chica de nombre, Juana Inés. Gracias Juana Inés por compartirnos tus inquietudes. ¿En qué íbamos?
Arriba del escenario iluminado, solo veo tres sillas, un micrófono de pedestal en proscenio y a esas tres mujeres en medio de una discusión y tres letreros de cartón blanco frente a cada una de ellas con su nombre escrito con plumón y letra grande: Malintzin la malinche, Guadalupe la virgen, Camelia la tejana. Nadie más en la desvencijada y oscura butaquería de este viejo teatro ni en ningún otro lugar visible, solo alguien, parece, desde lo alto de la cabina se comunica con ellas a través de sus audífonos, no alcanzo a verlo bien, el técnico de iluminación tal vez. ¿Será una filmación? ¿una conferencia por Zoom? ¿dónde está la cámara? ¿de qué irá? Tras esta cortina no podrán descubrir que estoy aquí escondida, espiándolas. ¿Cuál habrá sido la pregunta de esa tal Juana Inés?
Yo no debería estar aquí… esa manía mía de abrir puertas. Si mi mamá siempre me dice: no hay que ser tan curiosa, primero pide permiso, tú quietecita que te vas a llevar un susto un día. Pero es que desde que me acuerdo, este viejo teatro de revista en la calle de Donceles ha estado cerrado con cadenas y engomados de clausura. Y a mí los teatros me gustan mucho, ahí siempre suceden cosas que se parecen a la vida de una pero que no lo son, pero que pueden ser. Las leyendas del centro de la ciudad cuentan que tenía el más suntuoso diseño interior de principios de siglo pasado, cuando lo bautizó el mismísimo Porfirio Díaz dándole el nombre de «Teatro Renacimiento». Y pues no pude evitar desviarme en mi camino, cuando de reojo descubrí que la puerta del costado izquierdo, la que alguna vez fue la entrada exclusiva para los artistas, estaba sorprendentemente entreabierta sin cadena ni sello alguno. Era mi oportunidad.
Por Donceles ya empezaba a alzarse un barullo de toda la gente que igual que yo, se dirigía hacia el Zócalo, y aun así, distinguí a estas voces extrañamente familiares, voces que provenían desde el interior del teatro y que capturaron toda mi atención como una red a una mariposa. Me colé por la puerta entreabierta, avancé por un pasillo en ruinas escoltado por esculturas de mármol que parecían los cuerpos petrificados de un montón de espectadores ansiosos por entrar a la sala. Al fondo del pasillo una puerta magnífica de la que no dudé en jalar su manija de bronce. Esa manía mía.
Y aquí estoy, tras una cortina roída de terciopelo rojo, tratando de saber qué pasa en este teatro en ruinas.
CAMELIA. Guadalupe, siéntate ya y hazte el milagro de no perder tus lentes cada vez. Es mi turno, en eso íbamos. Bueno, bueno ¿me escuchan?
GUADALUPE. No hace falta que golpees el micrófono.
CAMELIA. Como han oído, un día: salí de San Ysidro procedente de Tijuana, traía las llantas del carro repletas de hierba mala3.
GUADALUPE. Otra vez la misma canción…
CAMELIA. Mira Guadalupe, mi corrido es más popular que tu canción.
GUADALUPE. ¿Quieres apostar?
MALINTZIN. Vuestro turno.
CAMELIA. Eso mero, mi turno. La mujer contrabandista, la narcotraficante, la poderosa, la que huye con la lana, la cabrona, la sangre fría, la asesina, esa soy yo. Lujos, adrenalina, poder, decisiones, joyas, peligro, besos, dinero, avionetas, sexo, placer, escapes, drogas, botas, bótox, uñas afiladas, cejas planchadas; la que no se deja, la que se venga, la patrona, la doña, la deseada, la que es casi un hombre, la que siempre esta pero no existe, esa soy yo; esa, la que cualquier niña pobre, abandonada, dolida, abusada, triste, ahí, donde no llega la escuela ni el agua ni el pavimento, mucho menos el amor, quiere ser. El mito, la leyenda, el estereotipo absurdo pero posible, la serie de 8 temporadas, la protagonista de la canción más popular de todo este país: Camelia la tejana, ésa soy yo, una hembra de corazón. ¿Y qué hago aquí? se preguntarán, entre una virgen inmaculada del reino de Dios y una mujer violada del reino de Huitzilopochtli, pues que entre la absurda devoción que sienten por una y el absurdo repudio que sienten por la otra, estoy yo, por la que sienten ambas cosas al mismo tiempo. Yo mera soy su más pura aspiración.
MALINTZIN. Yo fui contrabandista. La primera.
CAMELIA. Oye mija, estoy al micrófono fíjate. ¿Qué? Mi audífono está fallando. ¿Mi tiempo se acabó? Pues te lo compro. Okey, okey, no me pongo al brinco, ahí muere. Sigues Malinche. ¿No nos van a traer un tequilita de perdida?
MALINTZIN. Soy contrabandista de palabras.
CAMELIA. ¿Eso qué?
GUADALUPE. No se oye.
MALINTZIN. Soy contrabandista de palabras. Trafiqué sonidos, significados. Trafiqué el poder entre dos mundos, ahí, donde no existía ninguna oportunidad para una niña esclava, pobre, abandonada, dolida, abusada, triste; donde no había escuela ni agua ni pavimento, mucho menos amor, inventé la oportunidad. Traduje, transformé, convertí, mezclé, inventé un idioma, una raza, me construí a mí misma; fui el puente y un puente no le pertenece a ninguna de las dos orillas, solo a sí mismo.
GUADALUPE. Y todo por amor, es una historia tan bonita y romántica.
MALINTZIN. Por amor a la vida, a la mía.
CAMELIA. Por amor al invasor, eso dice la canción.
MALINTZIN. Yo no tengo canción.
GUADALUPE. Bueno, es que no cualquiera tiene una canción…
CAMELIA. ¿No se han enterado? El musical inspirado en ésta lo escribió un vato español y se va a estrenar en el mero Broadway, en puritito english.
GUADALUPE. Disculpa ¿un musical en Broadway? ¿de ella? Vaya…
MALINTZIN. Eso no tiene sentido.
CAMELIA. México, mágico mundo4…
GAUADALUPE. Dios mío, ¿otra vez la misma rima de México-mágico?
CAMELIA. Los extranjeros haciendo fortuna contigo mi Malin, pues total, si son los que consiguen las maneras, qué más da: las carabelas, las armas, los hoteles, los bancos, la RAE, todo da igual. Bueno, tú ya sabes de eso.
MALINTZIN. Será sobre otra persona.
CAMELIA. «La Malinche, el musical», no hay duda. Vas a ver que no va a haber manera de que la raza crea otra cosa que no se cante ahí, en lo único que se cree ahora es en lo que dicen las canciones pegajosas y los memes.
GUADALUPE. Por ello la religión es tan convincente, por sus canciones. Va: «En el cielo una hermosa mañana, la guadalupana, la guadalupana bajó al Tepeyac5»… ¿escuchan? Una genialidad. Y para que sepan, mi musical es cada 12 de diciembre desde hace siglos; ha sido una muy larga y exitosa temporada en toda América, no solo en Broadway. Amén.
MALINTZIN. El turno es mío.
GUADALUPE. Cierto, sigue. Qué calor, que bien me haría un trago de mi agua de rosas.
MALINTZIN. Hice el milagro de crear mi propia salvación.
GUADALUPE. A ver, a ver, eso de hacer milagros, esta claro que solo yo…
MALINTZIN. Mi nombre es Malintzin.
CAMELIA. La traidora.
GUADALUPE. Igual que esa ingrata de Eva.
MALINTZIN. Yo no traicioné a nada ni a nadie, solo me fui fiel a mí misma. Bien con muchas armas fundo que lidia vuestra arrogancia, pues en promesa e instancia juntáis diablo, carne y mundo.6
CAMELIA. ¿Siempre hablas así? Con razón nos fue de la chingada…
MALINTZIN. Mi nombre es Malintzin, y por mi raza hablará el espíritu.7
GUADALUPE. Muchas gracias Malin, ¿ya te sientas? Muy bien, veamos. ¿Cómo? parece que tenemos otro par de preguntitas de las chicas del público que nos están siguiendo en vivo. ¿Dónde estarán mis lentes?
CAMELIA. A ver, dame acá esas papeletas. Pregunta: «Quiero ser escritora, pero me dicen que en esa profesión no hay espacio para mujeres». Firma, Rosario.
GUADALUPE. Ser virgen, madre y mártir. En ese orden, Rosario. No hace falta más. Mujer que sabe latín, no tiene marido ni logra buen fin.8
MALITZIN. Mujer que sabe latín, es la que sobrevive y escribe su fin.
CAMELIA. ¿Qué es eso del latín? English mi Rosarito, pa el bissness. Mira, yo sé mejor que éstas dos, qué es dedicarte a algo dominado por hombres, ahí te va: se como ellos.
MALINTZIN. Entre los ecos del mundo encuentra tu propia voz.
CAMELIA. Como sea. Siguiente pregunta. «Cómo puedo dejar de sentir que traiciono a algo muy grande por querer ser yo misma» firma: Elena. Como que la traición anda siendo tema aquí ¿no?
GUADALUPE. La culpa es de los tlaxcaltecas9, y de Malinche aquí presente.
MALINTZIN. Mi nombre es Malintzin.
GUADALUPE. Da igual. La traición es femenina, está en el génesis. Por ello hay que sentir esa culpa heredada que hace tanto bien a mi iglesia Elenita, no te apures, tú sigue así y suplica mi perdón cada noche, yo te escucharé.
MALINTZIN. No hay naturaleza que se herede.
CAMELIA. ¡Sonaron siete balazos! Camelia a Emilio mataba, del dinero y de Camelia nunca más, se supo nada10. Sin culpa mi reina. Se más cabrona que bonita ¿escuchaste Elena? con garra.
GUADALUPE. Bueno, ya me cansé de sus herejías, sus versos, y sus narcocorridos. Es mi turno.
CAMELIA. Pero si tu turno ya pasó mi Lupe, fuiste la primera.
GUADALUPE. Es hora de ir concluyendo, todavía no sé porqué me convocaron a esta plática, tertulia, conferencia ¿qué es esto?, teniendo yo tanto milagro que atender. Allá arriba, más volumen y más luz divina por favor. Gracias. Bien, pues ha sido muy conmovedora la historia de esta chiquita náhuatl, y bastante aterradora la de esta bárbara del norte, en fin. Hijos míos, pueblo mío, concluiré diciendo: yo soy su madre.
CAMELIA. … ¿Es todo?
GUADALUPE. No hace falta más argumento para ganar cualquier batalla. Acabamos.
MALINTZIN. Yo soy su madre. La primera.
GUADALUPE. ¡¿Qué diablos estas diciendo?!
El silencio que se hace es tan profundo y tenso, que parece que va a tragarse al teatro con todo y nosotras dentro. Guadalupe arroja su manto azul estrellado al piso y arremanga; Camelia mueve sus dedos cerca de las pistolas que trae en los costados; mientras Malintzin, imperturbable, solo mira al frente como si una multitud la observara atenta, y no hay nadie, nadie más que yo escondida tras una cortina roja de terciopelo roído. El técnico iluminador que les ha estado dando indicaciones por el audífono ¿no hará nada? ¿por qué asumo que es un hombre el que está arriba y que todo lo ve? quien sea, debe intervenir ahora. Ellas se están poniendo muy intensas y esto se está descontrolando. Los gritos de las consignas que se lanzan desde la calle son cada vez más fuertes y empiezan a escucharse dentro de la sala del teatro opacando a sus alteradas voces o mezclándose con ellas, no lo sé.
MALINTZIN
Yo soy real.
Ustedes dos son variaciones de mí. Mi versión pura y protectora, mi versión audaz y cabrona.
La incisión.
Dos extremos.
Nunca juntas, nunca en una.
Nunca propias.
Mientras incendian a la original, donde se es todas y ninguna.
Tú, no te escondas más. ¿Cuál es tu pregunta?
GUADALUPE
Yo soy necesaria y eso es más que ser real.
Soy el milagro, la medalla, la inescrutable.
La aparición.
Virgen, generosa, piadosa.
Una mentira que se dice tantas veces llega a ser más verdad que la verdad.
Adórenme.
¡BASTA! ¡No saben con quien se están metiendo!
CAMELIA
Escupen pa tras a la historia, ruegan pa arriba al cielo, pero aquí en la tierra, estoy yo.
La aspiración.
Gozosa, dominadora, vengativa.
Existo en sus cabezas, con cara, cuerpo, alma, ritmo.
Deséenme.
Malintzin apunta con su dedo directamente a mí. Me descubrieron. La luz que iluminaba el escenario se apaga de golpe, más como un corto circuito que como un efecto intencional. Doy dos pasos hacia atrás, me tropiezo con un escalón, caigo de nalgas, pero me reincorporo
de inmediato. Oye tú, ven acá, ¿cuál es tu pregunta? A tientas y con prisa recorro el mismo camino por el que entré, oigo sus pasos tras de mí: pies con botas, pies descalzos, pies entre nubes. ¿Cuál es tu pregunta? Doy con la puerta a la calle, salgo como puedo y la cierro con fuerza tras de mí, por instinto. ¿Qué fue eso?
Por la calle de Donceles se ha juntado mucha más gente dirigiéndose al Zócalo, es un tsunami color violeta que se desborda entre cada una de las calles del centro. Apenas esta mañana no estaba segura de participar en la marcha, tenía miedo de venir sola, muy pocas de mi salón de la secundaria vendrían, había que faltar a la clase de Historia para hacerlo ¿valdría la pena irse de pinta de la escuela para esto? ¿qué puede mejorar para las mujeres parándose frente a una casa presidencial necia y sorda? Nada. Pero a lo mejor eso no es lo importante, a lo mejor no se trata de que alguien más nos vea y nos escuche, sino vernos a nosotras mismas, caminar juntas, cuestionar quién escribió la historia, la religión, los mitos populares que por siglos nos han dicho cómo ser, cómo no ser; a lo mejor se trata más sobre abrir puertas, más sobre eso de hacer preguntas y buscar nuevas respuestas como esas Juana Inés, Rosario y Elena ¿tendrán mi edad?
Sigo mi camino rumbo al Zócalo alejándome del teatro aquel. Avanzo, y como no lo hacía desde hace tiempo, sé a dónde voy. ¿Cuál es mi pregunta? Tengo muchas, ya me las iré contestando, sobre la marcha. Es mi turno.
Bárbara Colio. Dramaturga y directora teatral mexicana. Sus obras han sido traducidas y presentadas en más de diez países. Profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México y de la Escuela Nacional de Arte Teatral. Premio María Teresa León para Autoras Dramáticas 2004 en España y Premio Juan Ruiz de Alarcón 2017, entre otros. Miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte. www.barbaracolio.com
1. Paráfrasis del poema Hombres necios que acusáis Juana Inés de la Cruz, México 1689
2. Paráfrasis del poema Hombres necios que acusáis Juana Inés de la Cruz, México 1689
3. Contrabando y traición Los tigres del norte, Ángel González, México 1972
4. México mágico Nacho Cano, España 2022
5. La guadalupana autor anónimo
6. Último verso del poema Hombres necios que acusáis Juana Inés de la Cruz, México 1689
7. Lema de la Universidad Nacional Autónoma de México José Vasconcelos, México 1921
8. Referencia al libro Mujer que sabe latín… Rosario Castellanos, México 1973
9. Referencia a La culpa es de los tlaxcaltecas Elena Garro, México 1964
10. Contrabando y traición Los tigres del norte, Ángel González, México 1972