Liliana Colanzi (Santa Cruz, Bolivia, 1981) es una de las escritoras latinoamericanas con mayor proyección en la actualidad. La reciente concesión del prestigioso premio Ribera del Duero por su colección de relatos Ustedes brillan en lo oscuro (Páginas de espuma, 2022) supone su definitiva consolidación entre público y crítica en el territorio español. Esto conlleva una inmediata institucionalización literaria que ha de rastrearse en algunos fenómenos como su irrupción en el campo literario hispánico, un inmediato encuadre generacional o la reedición de su obra anterior, entre otros. Este libro refrenda una sólida trayectoria cuentística en la que destacan las colecciones de cuentos Vacaciones permanentes (2010), La ola (2014) o Nuestro mundo muerto (2016).
Colanzi podría relacionarse con otras autoras del ámbito latinoamericano como Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978), Valeria Luiselli (Ciudad de México, 1983) o Mónica Ojeda (Guayaquil, 1988), con las que a menudo comparte rasgos estilísticos e inquietudes temáticas. Sin embargo, tanto por su forma de entender el hecho literario como por sus lecturas e influencias, Liliana Colanzi desempeña un papel relativamente autónomo en las redes de sociabilidad establecidas en este campo literario hispanoamericano. En varias entrevistas la autora ha reconocido que algunos de sus referentes literarios son Denis Johnson, Natalia Ginzburg, Hemingway, Junot Díaz y Roberto Bolaño.
Su perfil autorial es preponderantemente académico, aunque también está ligado al mundo editorial. Colanzi cursó estudios de Comunicación Social en Santa Cruz y realizó un máster en Estudios Latinoamericanos en la Universidad de Cambridge. Asimismo, es doctora en Literatura comparada por la Universidad de Cornell, donde actualmente ejerce como investigadora y docente. En 2009 fue coeditora de Conductas erráticas y en 2013 editó la antología de cuentos Mesías. Ya en 2017 inicia su proyecto editorial Dum Dum editora.
Entre otros, ha sido galardonada con el Premio Internacional de Literatura Aura Estrada 2017, y en 2017 fue finalista del García Márquez de cuento con su libro Nuestro mundo muerto. Ese mismo año fue elegida entre los 39 escritores latinoamericanos menores de 40 años más destacados en el Hay Festival. Por otra parte, debemos subrayar su labor como periodista en medios como El Nuevo Día y Número Uno. Además, han sido publicados textos suyos en El País, Letras Libres, Americas Quarterly, The White Review, El Desacuerdo y Etiqueta Negra.
Este ecléctico perfil autorial refrenda algunas conclusiones derivadas de una primera aproximación a su obra cuentística. La autora alterna en ella lo poético y lo prosístico, lo narrativo y lo dialéctico. Construye imágenes potentes que están siempre al servicio del avance de la trama. Su estilo es sencillo, de frase escasamente alambicada y, por lo tanto, precisa. Es admirable la capacidad de Colanzi para transmitir lo que desea en cada momento: retratar a un personaje, describir un ambiente, exponer una idea. El tono y la cadencia de su prosa están cuidados hasta el extremo. En este sentido, la propia autora ha confesado que desarrolla con especial prurito la labor de corrección de sus textos. Sin embargo, la forma jamás se interpone entre el significado del texto y el lector, más bien al contrario: Colanzi logra comunicar sus ideas de forma transparente y directa, contribuyendo con su esmerado estilo a configurar esos particulares mundos en los que nos sumerge. Además, la ironía, y a menudo el sarcasmo, de su narrativa nos permite tomar distancia con respecto a esos personajes que, por otra parte, son profundamente humanos y con los que la autora logra en el lector una identificación inmediata.
Ustedes brillan en lo oscuro es un sólido libro de relatos que se caracteriza por el uso de un lenguaje muy ajustado que genera una onírica yuxtaposición de imágenes. Cada cuento funciona como una suerte de micronovela sincopada poblada por numerosos personajes. La relevancia de la elipsis, de lo omitido o no contado, de lo que se nos hurta, se convierte en todo un ejercicio para el lector, tal y como se plantea desde los consabidos presupuestos de la «estética de la recepción», esbozados, entre otros, por Umberto Eco. El interés gira en torno a lo femenino y lo social (la maternidad, el género fluido, la religión, el maltrato, el medio ambiente…), que se materializa en cada relato a través de ese ramillete de personajes que protagoniza la acción.
La autora alterna en ella lo poético y lo prosístico, lo narrativo y lo dialéctico. Construye imágenes potentes que están siempre al servicio del avance de la trama. Su estilo es sencillo, de frase escasamente alambicada y, por lo tanto, precisa. Es admirable la capacidad de Colanzi para transmitir lo que desea en cada momento: retratar a un personaje, describir un ambiente, exponer una idea
Este libro de relatos se inicia con el cuento titulado «La cueva», en el que la autora, a partir de una serie de ingeniosas calas temporales en el pasado, presente y futuro de este espacio, nos presenta a una serie de personajes (seres humanos, animales, microorganismos, hologramas) que van a dar lugar a una sucesión de estampas aparentemente estáticas que, sin embargo, acaban funcionando de forma conjunta como un todo orgánico. En las relaciones establecidas juega un papel fundamental una suerte de soterrado concepto de «cadena trófica». Acerca de este planteamiento narrativo, también presente en relatos anteriores, como «Nuestro mundo muerto», la autora utiliza el cronotopo bajtiniano en un juego espacio-temporal en el que pasado, presente y futuro se dan la mano. Con ello se origina una suerte de artificio literario que la propia autora denomina «retrofuturismo».
En «Atomito» se plantean numerosas historias en un barrio marginal junto a una central nuclear. El título del relato alude al nombre de la mascota de la central. Esta remite a un buenismo capitalista que persigue dulcificar el terror desde una infantil inocencia. Como contraposición, la autora plantea el lado más siniestro de las consecuencias de la radioactividad, que acaba enloqueciendo a una población ya de por sí inmersa en el inframundo de la marginalidad.
La protagonista de «La deuda» inicia un viaje con su tía, a quien oculta su avanzado embarazo. Por su parte, esta no revela a su sobrina que en realidad es su hija. El río juega un papel metafórico muy sugerente en este relato generacional en el que se plantea un viaje funcional (ir a cobrar una deuda) que acaba convirtiéndose en un viaje iniciático (el encuentro con toda una genealogía familiar plagada de enigmas). En el relato abundan los símbolos: además del papel del río, encontramos una plaga de «sepes» devorando la casa, o una muñeca-raíz enterrada en el jardín cuya cabellera le cubre el rostro. Se trata de un relato fragmentario en el que todas las piezas van encajando paulatinamente. El cuento concluye con las contracciones de la protagonista ante el deudor de su tía-madre, que se enfrenta a ellas con una actitud beligerante que presagia lo peor.
Con respecto al compendio de relatos presentado a concurso, hay un añadido posterior, el cuento titulado «Los ojos más verdes». En él la protagonista realiza un pacto con el Diablo para cambiar el color oscuro de sus ojos, que aquí parece aludir al contradictorio complejo del nativo con respecto a sus orígenes. Se trata del relato que menos aporta al conjunto, con el que no acaba de ensamblarse. Tal vez no haya sido un acierto su inclusión en el libro, por lo demás plenamente orgánico.
«El camino angosto» focaliza a unas chicas que viven inmersas en una comunidad religiosa cuya radicalidad recuerda a la de los menonitas o los amish, pues esta permanece aislada de la vida moderna. De nuevo la protagonista es una mujer que pulula entre numerosos personajes arrastrando unas inquietudes que son más fuertes que las directrices del coercitivo pastor que está al frente de esta distópica sociedad.
Finalmente, «Ustedes brillan en lo oscuro», el relato que da título a la colección, está basado, como la propia autora aclara en una nota, en el accidente radiológico de Goiâna en 1987. La narración, que establece un estrecho vínculo con «Atomito», cuenta la historia de varios enfermos fascinados por los polvos luminosos que constituyen el foco del mal y que simbolizan la belleza que alberga la muerte.
En su último libro de relatos, Colanzi nos presenta una ristra de historias, impecablemente contadas, caracterizadas por ese ambiente que Freud calificaría de «unheimlich» o inquietante y que apela directamente al tuétano del lector. Sus historias están hechas más para ser sentidas que comprendidas. La ambientación, la fragmentación, la abundancia de personajes cuyas historias se entrecruzan, la ironía, las elipsis, los espacios en blanco, la inserción de puntuales elementos gráficos… Todos estos elementos contribuyen a la configuración de un tapiz narrativo sólido que tiene la innegable apariencia de una punta de iceberg por debajo de la cual subyace una serie de posibles novelas. En este sentido, sus relatos, aunque autosuficientes, constituyen una suerte de esbozos novelísticos en los que el lector, irremediablemente atrapado por la atmósfera inventada, quisiera permanecer dentro durante más páginas. Esto no resta valor a la obra de Colanzi, perfectamente cerrada y redonda, más bien lo incrementa: el potencial de la narrativa de la autora boliviana es infinito, y el lector, frustrado ante lo que se nos presenta como una suerte de lúcida síntesis, no puede sino desear seguir inmerso en el inteligentísimo universo narrativo originado. Por otra parte, la autora logra subvertir el género de ciencia ficción ofreciendo un producto particularmente literario en el que el contenido moral inherente a este tipo de narrativa queda disuelto en una sugestiva ambigüedad que conforma una identidad narrativa especialmente singular.
En definitiva, la narrativa de Colanzi se mueve en un espacio intermedio entre una realidad objetiva, de las cosas, y una realidad, a su manera también objetiva, que se resuelve en lo humano proyectado sobre las cosas. Siguiendo a Foucault y Deleuze, trabaja desde un concepto de realidad ambiguo, como construcción artificial que anula las divergencias entre lo real y lo inverosímil. En la narrativa de Colanzi todo forma parte del mismo plano: una propuesta radical y propia de un universo narrativo que se mueve en un complejo espacio de indeterminación formal (lo coloquial frente a lo literario) y conceptual (el mundo objetivo frente al subjetivo). A pesar de lo aparentemente lúdico de sus textos, subyace en todos ellos un sentimiento de descontento social que se transforma en rabiosa crítica hacia la modernidad. Además, la autora hace especial hincapié en los valores puros del indigenismo, así como en una soterrada relevancia de lo telúrico y su influencia en una humanidad cada vez más desarraigada en la que tiene una importancia crucial el todavía limitado rol de la mujer. La personalísima pátina literaria con la que la autora cubre sus textos hace que, paradójicamente, su mensaje llegue al lector de forma directa y eminentemente emocional. En este sentido, la literatura de Colanzi se nos presenta como un proyecto coherente en el que lo connotativo juega un papel muy relevante en relación con la manera en que el mensaje socioliterario se transmite a un siempre fascinado lector.