No sabemos qué hubiera pensado Humboldt de la instantánea fotográfica; seguramente hubiera visto en ella una limitante al excluir la percepción auditiva, olfativa, táctil. Sus cuadros o escenas descriptivas, encadenadas en narraciones vivas, cromáticas y en movimiento, nada tienen que ver con la captura de un fotograma en celuloide. Las hipnóticas fotografías en blanco y negro de indígenas y amplias perspectivas de la Amazonía colombiana tomadas por Richard Evans Schultes y que se han convertido en un documento icónico de una cultura prístina, más potentes aún por la ausencia de color, pese a su belleza inmóvil y diáfana, no alcanzan el efecto deslumbrante y sugestivo del Viaje a las regiones equinocciales.

Los cuadros humboldtianos son complejos, destacando determinados elementos pueden cambiarse los efectos pictóricos y de atmósfera. El paisaje podía variar con las distintas inflexiones de luz –afectando los colores y la profundidad de la perspectiva–, a lo que se añadía su reverberación en el alma del observador –lo explica Humboldt– suscitando sentimientos particulares:

La impresión que en nosotros deja el espectáculo de la naturaleza es provocada en menor medida por la fisonomía particular del paisaje, que por la luz bajo la cual se destacan los montes y los campos, ya iluminados por el azul del cielo, ya oscurecidos por una nube flotante. De igual modo, la pintura de las escenas naturales nos impresiona con mayor o menor intensidad, siempre que esté o no en armonía con las necesidades de nuestros sentimientos. Pues el mundo físico exterior se refleja, como un espejo, sobre el mundo moral interior. El perfil de las montañas que se dibujan en el horizonte, como en una lejanía nebulosa, el tinte sombrío de los bosques de abetos, el torrente que se precipita tumultuosamente a través de abruptos peñascos, en fin, todo cuanto forma el carácter de un paisaje, se anuda, por un lazo misterioso, a la vida sentimental del hombre (Humboldt, 1977a, p. 49).

El registro lumínico, cambiante con las horas del día y la evolución de las nubes, semejante al que hicieran los pintores impresionistas con sus series de lienzos vivos por el tránsito de la luz solar, que cambia la profundidad y los perfiles topográficos de una escena, suavizándolos o tornándolos más bruscos, se aúna a la resonancia interna que suscita en el observador y que este se permite. Sin percibirla como una intrusión espuria, sino como un enriquecimiento de la percepción, la subjetividad es incorporada como un recurso más del artificio descriptivo. «Este lazo –añade Humboldt– es el que proporciona los más nobles goces de la naturaleza».

Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente es el resultado descriptivo y narrativo de Humboldt al captar, con su escritura, el panóptico –intelectual, pictórico, anímico– del Nuevo Mundo (de una naturaleza desbordada y extravertida para los criterios estéticos y cognitivos de un explorador europeo).

Allí alterna Humboldt las temáticas más diversas, como si al escribir barajara sobre su mesa un abanico de fichas transdisciplinarias para urdir un tejido orgánico. Por niveles, se puede distinguir entre información demográfica, cartográfica, altitudinal, edafológica, geológica, geográfica, climática, astronómica, hidrológica y, principalmente, botánica y zoológica. Todo lo susceptible de ser mensurable resulta invariablemente cuantificado por Humboldt y registrado en lo que hoy llamaríamos «datos duros», e incorporado a la descripción. Pero una heterogénea multiplicidad de irrupciones y eclosiones vitales de animales, plantas, bosques, ríos, cascadas, pueblos, plantaciones, misiones y cielos estrellados y constelados del hemisferio sur precipitan al lector en un vértigo perceptivo similar al que experimentaría al viajar en piragua por los rápidos de un río mientras la mirada se detiene apenas un instante en un detalle para pasar al siguiente. El lector viaja, literalmente. La obra tiene algo de reconstrucción del ritmo perceptivo del observador expuesto a la selva amazónica, que solo puede alcanzar una (falsa y segmentaria) composición de conjunto a través del cúmulo de observaciones aisladas, intensísimas, yuxtapuestas, sesgadas por la perturbación que a la atención imponen el calor y los mosquitos.

Humboldt delinea una miríada de teselas del conjunto, siempre metonimias, pero nunca el mosaico completo porque este es solo una abstracción del investigador, y en su viaje amazónico le interesa fundamentalmente la experiencia perceptiva, inmediata, pictórica. Es una vivencia más amplia que la intelectual, una experiencia para un lector-viajero, para un explorador que se sumerge en el exotismo fenomenológicamente desde un sillón de lectura. Estos rasgos, sin crear una postal, hacen al lector captar estímulos combinados que suscitan en él la progresiva fabricación de una composición englobante. Quizá el acierto indiscutible de Humboldt sea precisamente ese: el recrear en el lector el proceso perceptivo que va de la observación precisa a la configuración del cuadro general resultante de la experiencia vivida –esto es, leída–.

Pero ¿es capaz de recordar el lector todo lo que desfila ante sus ojos? ¿Puede retener tal cúmulo de datos, percepciones, matices, apreciaciones de un universo desbordante? En absoluto. Debe resignarse a dejarse ir, a fluir, incurriendo en la selección arbitraria y personal de ciertos detalles en detrimento de otros… ¿No ocurre acaso así efectivamente en la vida, cuando se observan paisajes y se disfrutan situaciones? Es lo que hace las experiencias nuestras. Nuestro Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente no es el de otro. Cada lector es un explorador diferente (aunque haya siempre hitos de referencia en el paisaje entre los lectores-viajeros, como la cueva de los noctámbulos pájaros guácharos, que, como ocurre con las anguilas eléctricas, es imposible pasar por alto).

La arquitectura del relato de Humboldt está formada por piezas ensambladas. Como los sedimentos de un río amazónico, se trata de elementos acumulados, segmentos perceptivos. A menudo coinciden con párrafos, e incluso con frases de un párrafo, que se ensamblan en el conjunto sin estridencias. Se trata de cambios de disciplina en la mirada intelectual del explorador. Como si un caleidoscopio pudiese ser instrumento de percepción y no el resultado trucado de ella, o como si incorporase a varios hombres de ciencia dentro de sí. Quizá este desdoblamiento del mismo narrador haga de la lectura una suerte de polifonía estético-intelectiva, polióptica, la aprehensión de la selva con varias miradas simultáneas. ¿Cómo resistir a este bombardeo de estímulos dirigidos, como rayos, a los más diversos rincones de la mente y la sensibilidad de los cinco sentidos? Y, sin embargo, el lector sale apaciguado, vivificado. Nunca desbordado ni extenuado.

En su Ensayo sobre la geografía de las plantas, dedicado a Goethe, Humboldt escribió: «Ningún hecho puede ser considerado aisladamente […]. El estudio de la naturaleza […] exige la reunión de todos los conocimientos».[1] Escribir un relato –ameno, exótico, de aventuras– bajo esta premisa supone un desafío.

 

NOTAS

[1] La traducción parte del original en francés. El único texto con que contamos en español, traducido por Jorge Tadeo Lozano, dice: «Ningún hecho es fecundo si se le considera solo y aislado […], importante para el estudio de la Naturaleza […] es […] el reunir todos los conocimientos» (Humboldt, 2016, p. 57).

 

BIBLIOGRAFÍA

Davis, Wade. Amazonia perdida. La odisea fotográfica en Colombia de Richard Evans Schultes, Villegas Editores, Bogotá, 2009.

Humboldt, Alexander von. «Sobre las cataratas del Orinoco, cerca de Atures y Maipures», El Humboldt venezolano (compilación y notas de Miguel S. Wionczek), Banco Central de Venezuela, Caracas, 1977a, pp. 47-74 (Tableaux de la nature [tercera edición], Librairie de Firmin Didot Frères, París, 1850, pp. 225-280).

  • «La vida nocturna de los animales en las selvas primitivas», El Humboldt venezolano (compilación y notas de Miguel S. Wionczek), Banco Central de Venezuela, Caracas, 1977b, pp. 75-86 (Tableaux de la nature [tercera edición], Librairie de Firmin Didot Frères, París, 1850, pp. 281-301).
  • «Observaciones sobre la anguila eléctrica (Gymnotus electricus, Linn.) del nuevo continente», El Humboldt venezolano (compilación y notas de Miguel S. Wionczek), Banco Central de Venezuela, Caracas, 1977c, pp. 153-188 (Memoria leída por Humboldt en la primera clase del Instituto de Francia, el 20 de octubre de 1806, e incorporada posteriormente al tomo XXIII del Voyage aux régions équinoxiales du Nouveau Continent, primer volumen del Recueil d’observations de zoologie et d’anatomie comparée [Libraire de F. Schoell, París, pp. 42-92]).
  • Del Orinoco al Amazonas. Viaje a las regiones equinocciales del nuevo continente, Labor, Punto Omega, Barcelona, 1988 (traducido de la segunda edición alemana por Francisco Payarols: Von Orinoko zum Amazonas. Reise in die Äquinoktial – Gegenden des Neuen Kontinents, Nach der Übersetzung von Hermann Hauff, Bearbeitet von Dr. Adalbert Plott, F. A. Brockhaus, Wiesbaden, 1859).
  • Ensayo sobre la geografía de las plantas. Acompañado de un cuadro físico de las regiones equinocciales, Siglo XXI, México, 2016 (traducido de la edición francesa por Jorge Tadeo Lozano: Essai sur la Géographie des Plantes, Accompagné d’un Tableau Physique des Régions Équinoxiales, Chez Fr. Schoell Libraire et A Tübinge, Chez J. G. Cotta, Libraire, París, 1805).

Lévi-Strauss, Claude. Tristes trópicos, Paidós, Barcelona, 1997 (1955).[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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