EL ERROR DE CÁLCULO CASTRISTA

Lo burdo del libreto, la «perfección» del tinglado y lo «oportuno» de su tiempo de representación hacían imposible para ninguna persona pensante creerse el mea culpa ideológico resultante de semejante puesta en ridículo. Bastó a los intelectuales revolucionarios extranjeros la lectura de una simple transcripción del discurso «espontáneo» del «arrepentido» transgresor para percatarse del horror presente detrás del mismo y de cómo Padilla, llenándolo de las ridiculeces y exageraciones que sus nerviosos «coautores» añadieron o no se atrevieron a censurar, les daba la verdadera imagen de su oculta confección.

La segunda carta de los intelectuales europeos y latinoamericanos a Fidel Castro apareció casi un mes después de la reunión de la UNEAC. En esta no se llamaba a su destinatario «primer ministro del Gobierno revolucionario» como en la primera, sino «primer ministro del Gobierno cubano». El cambio del calificativo por el gentilicio es más que significativo. Y el texto no podía ser más duro:

Creemos un deber comunicarle nuestra vergüenza y nuestra cólera. El lastimoso texto de la confesión que ha firmado Heberto Padilla solo puede haberse obtenido por medio de métodos que son la negación de la legalidad y la justicia revolucionarias. El contenido y la forma de dicha confesión, con sus acusaciones absurdas y afirmaciones delirantes, así como el acto celebrado en la UNEAC, en el cual el propio Padilla y los compañeros Belkis Cuza, Díaz Martínez, César López y Pablo Armando Fernández se sometieron a una penosa mascarada de autocrítica, recuerda los momentos más sórdidos de la época estalinista, sus juicios prefabricados y sus cacerías de brujas (Casal, 1972, p. 123).

Más adelante, los intelectuales izquierdistas hablan de «oscurantismo dogmático», «xenofobia cultural» y «sistema represivo» en referencia a la situación en Cuba, términos estos todos que hasta entonces solo había utilizado la más reconocida derecha para referirse al castrismo. Y concluye la misiva:

El desprecio a la dignidad humana que supone forzar a un hombre a acusarse ridículamente de las peores traiciones y vilezas no nos alarma por tratarse de un escritor, sino porque cualquier compañero cubano –campesino, obrero, técnico o intelectual– pueda ser también víctima de una violencia y una humillación parecidas. Quisiéramos que la Revolución cubana volviera a ser lo que en un momento nos hizo considerarla un modelo dentro del socialismo (Casal, 1972, p. 123).

Los nombres de todos los firmantes de la primera carta, así como de aquellos que se habían sumado a la segunda –tales como Claribel Alegría, Carlos Monsiváis, Pier Paolo Pasolini, Nathalie Sarraute, Alain Renais, José Agustín, Juan y Luis Goytisolo, y otros–, fueron a engrosar la ya de por sí bastante gruesa lista de creadores cuyas obras habían sido prohibidas en Cuba. Pero no fue esa ni mucho menos la única consecuencia de Fuera del juego y el «caso Padilla».

En efecto, a fin de legalizar la ya nada ocultable línea estalinista del Gobierno cubano, se extremó y perfeccionó su terror en el medio cultural de manera profesional, según la voz popular bajo el asesoramiento de la Stasi. La postrera vuelta a la tuerca estaba dada y el último tramo de asfixia pública correspondió, en nada envidiable privilegio, a Heberto Padilla. A partir de entonces se recrudecería la vigilancia y represión del estamento intelectual cubano a niveles nunca conocidos en el país, pero sus pormenores serían del todo desconocidos fuera de Cuba. El número de no personas sería incrementado sustancialmente con la implicación de ser también escritores no escritores que, marginados, solo podían optar por el extraño método de «publicación» en los voluminosos archivos de la Seguridad del Estado. En ese sentido, Fuera del juego y el consiguiente «caso Padilla» serían un desastre para la cultura cubana.

Pero, conviviendo con ese fracaso cultural, no puede ocultarse un éxito político de dimensiones increíbles. Este viene dado por el descrédito del castrismo ante la intelectualidad revolucionaria internacional que hasta entonces había constituido la punta de lanza propagandística del régimen totalitario de La Habana en el resto del mundo. Y, particularmente, por haber puesto en la mira de tales intelectuales aspectos más allá del propio libro y su consecuente desarrollo represivo. Dice al respecto José Ángel Valente:

El «caso Padilla» no agota su gravedad en sí mismo. Atenerse demasiado a él pudiera ser un modo de servir los burdos intereses de una política que recurre a la invención de demonios para ocultar o descargar sus demasiado reales tensiones. Los problemas de Cuba son manifiestos. Su no solución ha obligado al Gobierno a opciones poco concordes con la imagen que la Revolución cubana había dado de sí misma. La desilusión consiguiente no es solo europea, aunque así se pretenda desde La Habana, y no es de orden cultural sino político. La acumulación de opciones políticamente regresivas ha ido deformando la imagen de la Revolución cubana en beneficio de un esquema, cada vez más visible, de sociedad represiva. Este es el contexto a cuya gravedad total nos remite la particular gravedad del «caso Padilla» (Casal, 1972, p. 130).

En conclusión, Fidel Castro cometería en su manejo del «caso Padilla» un error de cálculo peor que el cometido por el tribunal de la Santa Inquisición en el «caso Galileo». Porque, en definitiva, tanto en la relación entre el Sol y la Tierra como en la compleja relación entre Revolución y cultura, la expresión «eppur si muove» y su psicodélica extensión criolla siguen obstinadamente vigentes.

CITY UNIVERSITY OF NEW YORK

 

NOTAS

[1] Hay mucho escrito sobre el tema. Lo más reciente que he leído acerca del mismo ha sido el trabajo de José Carlos Rueda Laffond «Autocrítica: prácticas y estrategias en la cultura comunista, 1927-1939» (Historia Social, 98, 2020, pp. 39-59).

 

BIBLIOGRAFÍA

Casal, Lourdes. El caso Padilla: Literatura y Revolución en Cuba. Documentos (segunda edición), Ediciones Universal, Miami, 1972.

Lolo, Eduardo. «Heberto Padilla: el revés de la máscara», Las trampas del tiempo y sus memorias (edición xxx aniversario), Academia de la Historia de Cuba en el Exilio, Nueva York, 2020, pp. 55-101.

Padilla, Heberto. Fuera del juego, Editorial SIBI, Miami, sin fecha.

La mala memoria, Plaza & Janés, Madrid, 1989.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]