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La secuencialidad, la linealidad del lenguaje se ve alterada o fragmentada en la pantalla del ordenador, donde varias páginas aparecen en una, y una página lleva a otras mediante un clic, y el relato deja de ser exclusivamente verbal y exige una nueva retórica, distinta de la que valía para la literatura tradicional. Se disuelve la barrera de separación entre artes espaciales y artes temporales: todas se cortan y pegan de la misma manera. Todas comparten el mismo código binario. Todas se trabajan y se consumen en una sola máquina: el ordenador, que produce, almacena, distribuye y accede a todos los medios.

El espacio y el tiempo de la página se transforman y cambian el acto de leer y escribir. En la pantalla se reúnen distintas páginas que llevan a otras páginas. Las palabras, las imágenes y los sonidos se producen y circulan con nuevas lógicas y nuevas velocidades. Se nos hace difícil mantener la atención sobre algo más de dos minutos seguidos, o eso he oído o leído en algún sitio. «La interrupción, la incoherencia, la sorpresa son las condiciones habituales de nuestra vida», verdaderas necesidades «para personas cuyas mentes se alimentan de cambios súbitos y de estímulos permanentemente renovados». No lo digo yo, lo dijo Paul Valéry en una conferencia pronunciada hace casi noventa años, el 16 de enero de 1935. Y añadía: «No toleramos nada que dure. Ya no sabemos hacer fecundo el aburrimiento». La conferencia, Le bilan de l’intelligence, está en internet. Zygmunt Bauman la citaba a principios de nuestro siglo, algo ya muy pasado, en la primera página de su Modernidad líquida.

Tengo la impresión de que en este momento se da una contradicción entre las herramientas para escribir y las formas de escribir y publicar. Pero, aunque las viejas formas sigan pesando sobre las nuevas posibles, las nuevas herramientas van modificando poco a poco las formas anteriores a la digitalización de la literatura. Hay épocas en las que se da una correspondencia entre las formas de producción y la tecnología para producir, y creo que los viejos modos de escribir, las formas literarias convencionales hasta ahora, chocan con la maquinaria existente, que propone otras estrategias textuales. Las nuevas herramientas están mutando, han mutado los modos de escribir. Y, por decirlo en términos económicos, el desarrollo de las máquinas significa producir más bienes con menos trabajo: el incremento de la productividad.

Hoy se escribe más que nunca.[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row]

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