Sabina Urraca
El celo
Alfaguara
312 páginas
Contra un intenso azul cerúleo, una línea de horizonte se genera a partir de la mano que acaricia, con ternura y desconfianza, el lomo de un animal. La poderosa imagen que ilustra la portada de la última novela de Sabina Urraca (1984) parece anunciar una narración de contrastes entre lo doméstico y lo salvaje. Y, en efecto, El celo (Alfaguara, 2024) parte de un inesperado vínculo interespecie que conecta los dos hilos argumentales del relato. Por un lado, la historia de una mujer, a quien se denomina «la Humana», que ha sufrido un declive físico, emocional y económico a raíz de haber sido víctima de maltrato psicológico. Por otro, esa mujer, ya rota, encuentra un animalillo que cree moribundo y cede al impulso de llevárselo a casa sin tener muy claro el porqué. Para su sorpresa, a pesar de una apariencia agonizante, «la Perra» es joven, fuerte y está llena de vida (tan llena, de hecho, que la sobrevenida dueña se verá obligada a lidiar con su celo). A la Humana le costará aceptar la compañía de esa criatura que representa la posibilidad de un amor puro y pleno. Ambas anécdotas comparten protagonista, aunque esta se halle escindida en dos —la mujer de antes y la de ahora— por el trauma vivido. Dicha dualidad estructural se refuerza con un título polisémico que alude a esos dos momentos: el antes, los celos del maltratador; el ahora, el celo de la Perra.
Estas dos líneas argumentales se van ramificando y completando con otros motivos subsidiarios en torno a las relaciones afectivas. La amistad hace de puente entre pasado y presente de la Humana: desde el lazo especial que en la infancia la unía a su abuela hasta el vínculo que forja ahora con las mujeres de la terapia de grupo. La relación con esa abuela-mejor-amiga se pinta tiznada por una cierta oscuridad que no termina de desvelarse y que se convierte en la parte más lograda del relato. La novela oscila, por tanto, entre los recuerdos del trauma pasado y la parálisis para asir la existencia presente, todo ello entretejido en una red de solidaridad femenina y apuntalado por la identificación metafórica bastante obvia entre la Humana y la Perra: dos hembras en apariencia desahuciadas pero con un interior rebosante de poder. Con ello da cierta sensación de que el texto se toma un poco demasiado en serio a sí mismo y esto impide que algunos pasajes alcancen una dimensión de autoparodia que les resultaría beneficiosa. Tal sucede con el hecho de que la protagonista llame «la Fuerza» a su capacidad para alcanzar el orgasmo sin estimulación física o con el episodio, propio de una sitcom, del rito de limpieza espiritual al que la Humana se somete para recuperar, según dice la chamana, «el poder que tú le diste».
El celo muestra una cuidada estructura y se percibe enseguida la voluntad de estilo de la autora, así como su afán por apartarse de una prosa convencional. Lo vemos en la manera de ensamblar escenas que aparecen como fogonazos y se combinan a modo de collage con extractos de foros de internet (los cuales se reproducen sin corregir sinsentidos gramaticales o faltas ortográficas). A pesar de ello, me cuesta encontrar algo verdaderamente novedoso y potente en esta novela. Quizás se deba a que en los últimos tiempos tengo la sensación de leer una y otra vez libros que parecen escritos siguiendo una receta compartida, con ingredientes tan constantes y sorprendentes como lo son el aguacate con sésamo o el queso de cabra en un gastrobar: una mujer joven abusada, el maltrato de un exnovio, la ternura de una abuela, el bloqueo de escritora, el poder de la sexualidad propia, la sororidad, el escarceo lésbico e incluso el animal adoptado, receptáculo de un amor que se contenía y desbordaba. Empieza a resultar un poco agotador este empeño, no sé si de las editoriales o de las creadoras, en dar a luz novelas sobre treintañeras que han sufrido la violencia del patriarcado y de cuya lucha resurgen, por supuesto, victoriosas y empoderadas. Novelas, en fin, que parecen escritas por y para un nicho muy concreto: el de las lectoras millennial. Y dice esto quien, según la demografía, pertenece a ese cajón.
Ignoro cuántos libros más habremos de leer sobre mujeres fuertes y hombres terribles. Desde luego, la crudeza de la realidad informativa permite augurar una tendencia al alza. Por mi parte, me pregunto si alguno de ellos llegará a sorprenderme o, incluso, a cautivarme. Que la Fuerza nos acompañe.