VV.AA
Nuevas Emergencias
Candaya
256 páginas
POR FCO. JAVIER SANCHO MAS

Esto no se hace solo. Olvidémonos del concepto o la imagen de escribir como un acto solitario. Pensémoslo pues como un acto comunitario. Es lo que defiende Mónica Ojeda en el prólogo de esta nueva colección de relatos que publica Candaya y que nos enseña muestras del talento de autores que se han formado en el Máster de Creación Literaria, codirigido por el escritor Jorge Carrión en el programa de la Universitat Pompeu i Fabra y la Barcelona School of Management (UPF-BSM).

El máster de la UPF, como se le conoce, es una mina de talentos, demostrada con nombres a los que, sin duda, el programa, ha ayudado a desarrollar y pulir su labor literaria además de espolear las oportunidades de publicación. Mónica Ojeda, exalumna y ahora profesora, es una de sus mejores ejemplos. Por ello, estas Nuevas emergencias, que se publican una década después de la primera colección de relatos de estudiantes del máster, merecen el ojo de los scout y de los amantes de relatos.

Aquí hay diecisiete historias de sendos autores y autoras de ambos lados del Atlántico. Entre ellos, descubriremos algunos habituales del género, como el español Matías Candeira, con sus dotes conocidas para el relato fantástico, así como autores que gozan del reconocimiento de premios y traducciones, o con novelas incipientes que obtuvieron elogios de la crítica y el público, como la chilena Paulina Flores, que se dio a conocer con Isla decepción, publicada por Seix Barral, o la argentina Carla Pravisani, autora de Mierda, entre otras.

Algunos de los relatos miran hacia temas actuales: el cambio climático, la desigualdad, la homofobia o «los dilemas del género». El estilo de la mayoría cuadra bien en una colección de taller o de máster porque suelen responder a fórmulas efectivas.

Hay ausencias significativas en la procedencia geográfica de las autoras y autores (no hay nadie de Centroamérica, si se exceptúa a Pravisani, que radica en Costa Rica). Sobresalen autores de México, Argentina, Chile y España.

Esta vitrina de relatos favorece una lectura ágil, y cuenta con un atractivo epílogo: la entrevista de Jorge Carrión con Samanta Schweblin, sostenida por mail. En ella, la autora de Siete casas vacías, que es también profesora del máster, nos da algunas pautas de su visión del cuento. Recomienda Schweblin, de principio a fin, apartar la mirada de nuestra propia escritura, dejar de mirarnos el ombligo, y ponerla en el espejo del lector. La autora es una convencida de la capacidad de los talleres literarios, de los que mamó prácticamente en su Buenos Aires natal, donde muchos escritores los imparten en las cocinas de sus casas. Ahora, que ella es quien los da en Berlín, todavía le sirven para seguir aprendiendo y cuestionándose en voz alta sus propias ideas. «Todo lo importante en realidad está pasando en el texto de los otros».

Entre los libros de cuentos y autores de referencia, Schweblin cita a cuatro con los que trabaja: Tobías Wolff, Esta es nuestra historia, por las decisiones sobre los puntos de vista, la construcción de la tensión subterránea, los diálogos y los finales; Elizabeth Strout y su Olive Kitterige, por la construcción de un personaje con el que se logre identificar el lector por muy nefasto que aquel sea; Antonio Di Benedetto, El juicio de dios, por el cruce de géneros y la capacidad de producir extrañamiento sin hacer que el lector se pierda; y finalmente, Amy Hempel, Cuentos completos, a la que llama «mujer maravilla» por conjugar lo experimental con lo clásico, una mezcla, dice, de «Danilo Kis con Raymond Carver».

Recuerda Ojeda en el prólogo que «lo que separa un cuento decente de un buen cuento es la capacidad de concentrar sentidos y lo que separa un buen cuento de un gran cuento es la de invocar las cualidades de lo inmenso». En este sentido, la muestra de Nuevas emergencias puede dar a la lectora o lector que los acoja buenos ratos, pero quizá coincida en echar en falta audacia, eso que uno esperaría en autores emergentes.

Sin embargo, vale la pena navegar por algunos de estos relatos y encontrarse con esas cualidades de lo inmenso que hay detrás de los gestos, como en la historia «Eres buena y los sabes», de Paulina Flores, donde una sonrisa y la la falta de ella al final de un diálogo, o de una mano que acaricia la cabeza de alguien como un rastrillo dicen mucho más que cualquier explicación argumental.

Uno puede salir de este libro pensando que no existe ya otro modo de escribir que no sea pasando por un máster, con el sentido de esa comunidad de Ojeda, o en esas cocinas de Schweblin, pero en realidad, lo que nos dice es que, con talleres o no, el acto de escribir consiste en alzar la mirada, aunque sea hacia el espejo.