Ave Barrera
Restauración
Editorial Contraseña
260 páginas
POR MARGARITA LEOZ

De niña tenía una cassette de cuentos tradicionales: la introducía en la pletina, me sentaba en el suelo con las piernas cruzadas y la escuchaba durante horas. El cuento que más me estremecía -también el que más fascinación me suscitaba- era el de Barba Azul. «Su barba, de tan negra, parecía azul», susurraba el narrador acompañado de una música turbadora. El significado de aquella historia -su superficie al menos- yo lo comprendía, pero intuía que algo más anidaba en ella: una pasión oscura e intensa, una curiosidad ardiente que apelaba a mi deseo. Como la desdichada esposa de Barba Azul, yo tampoco podría resistirme a introducir la llave en la cerradura: penetraría en el gabinete secreto e incumpliría la promesa aun a costa de mi propia desgracia. Por eso rebobinaba el cuento en cuanto concluía, presta a escucharlo de nuevo. 

La escritora mexicana Ave Barrera nació en Guadalajara en 1980. Su novela Restauración se publicó originalmente en la editorial mexicana Paraíso perdido en 2019 y ha llegado a España en 2021 de la mano de la editorial Contraseña. 

Min -apócope de Jazmín- escribe la tesis y se está iniciando en el mundo de la restauración de inmuebles. Zuri es un fotógrafo con quien la protagonista mantiene una relación tortuosa, marcada por el desapego, el egoísmo y las neurosis de él, a quien, a pesar de todo, Min no puede dejar de amar. A Min le recorre un escalofrío de ilusión cuando Zuri le propone visitar juntos la casa neocolonial propiedad de su tío abuelo Eligio, recientemente fallecido en Estados Unidos. La mansión se sitúa en las cercanías del Parque Hundido, en la Ciudad de México. Conquistada por el polvo, las humedades, la maleza y los bichos, la casona es, desde el principio, motivo de inquietud y misterio. Y el día en que Zuri le encarga a Min los trabajos de reconstrucción de la casa, un doble magnetismo subyuga a la chica: por un lado, por la seducción que imprimen en ella las casas antiguas, los objetos susceptibles de ser reparados, y, por otro, porque la restauración se le revelará una oportunidad de afianzar su vínculo con Zuri, de transformar esos aposentos desvencijados en su hipotético y futuro hogar común. Mientras Zuri se marcha a Chicago con el fin de arreglar algunos papeles imprecisos de la herencia, Min se queda a cargo de las obras de la casa, con carta blanca para contratar albañiles, tirar cachivaches inservibles y reparar lo valioso. No obstante, una prohibición en exclusiva, explícita y de reminiscencias clásicas, tiñe con una mancha indeleble la despedida: «No vayas a abrir la puerta del cuartucho que hay en la parte de atrás de la casa. La llave está colgada ahí, en la percha, pero por ningún motivo entres ahí. Son cosas de mi tío, algo podría arruinarse».

Esta es, a grandes rasgos, la trama principal de Restauración. No es compleja y, sin embargo, conforme el lector se adentra en la novela, los temas se adensan, los personajes secundarios y sus destinos se multiplican, los símbolos se propagan, la intertextualidad se despliega en todas direcciones: hacia Farabeuf, el nouveau roman mexicano de Salvador Elizondo; hacia Jane Austen y el pavor gótico de las mansiones victorianas; hacia George Bataille y la relación entre eros y thánatos; hacia lo oriental (el tibor chino, el ideograma liu, Turandot, la muerte por mil cortes); hacia los cuentos de hadas (Barba Azul indiscutiblemente, pero también La Cenicienta o El flautista de Hamelín). 

Ave Barrera ha escrito una novela soberbia y ambiciosa, que exuda la belleza, la esencialidad y la furia propias de los cuentos maravillosos. Restauración se aleja de las modas pedestres, plagada de recovecos como los de una casa habitada tiempo atrás, un puzle de piezas que estallan y casan a la perfección. Una cinta de Moebius no apta para quienes busquen linealidad y complacencia, pero que, sin embargo, hará las delicias del lector exigente que se atreva a penetrar en espesuras propias de bosques encantados, cada vez más fragosos, cada vez más amenazadores. Aquel que, una vez concluido el cuento, lo rebobine hasta el principio, dispuesto a escucharlo de nuevo.