Albert Lladó
Malpaís
Galaxia Gutenberg, 2022
159 páginas
POR JAIME PRIEDE

«Malpaís» es la palabra que nombra los territorios áridos que quedan tras la erupción de un volcán, los campos recientes de lava donde se supone que nada se puede plantar. Pero como nos recuerda Albert Lladó (Barcelona, 1980) en la novela así titulada, la memoria del fuego no siempre es estéril.

Tampoco la nuestra se queda inerme en el pasado. Si la incitamos a mirar hacia delante, se convierte en un artefacto de la imaginación. Mediante la utilización de correspondencias, Malpaís pone en relación realidades aparentemente irreconciliables, algunas veces muy alejadas histórica y conceptualmente, para construir un sentido unitario. Felipe Soto y Chantal llevan vidas paralelas que apenas se tocan salvo al final, pero como héroes de la tragedia clásica, ambos se sirven de la memoria, posiblemente inútil como un campo de lava, para construirse un mito desde el que levantar, a modo de relato iniciado en la infancia, una justificación de cada uno de sus actos en la vida. 

La literatura también le sirvió a Lladó para la reconstrucción del pasado en su novela anterior, La travesía de las anguilas (Galaxia Gutenberg, 2020), ambientada en la Barcelona de las olimpiadas del 92, pero en la periferia del fasto. En aquella ocasión, la memoria personal adquiría forma y sentido mediante conexiones del pasado con el futuro que le otorgaban un sentido tan individual como colectivo. Hay un efecto espejo entre ambas novelas, La travesía del espejo y Malpaís, al ofrecer ambas al lector la posibilidad de cuestionar la manera en que se construyen los relatos oficiales. Si en aquel caso era la euforia de las olimpiadas, Malpaís pone el foco en el independentismo desde un ligero desvío temporal hacia el futuro. La acción transcurre en los años 2033 y 2034, año en que Cataluña se proclama Estado independiente mediante referéndum. Ese ligero desvío temporal, de manera semejante al que establece en Homo Lubitz Ricardo Menéndez Salmón, un autor con el que Lladó tiene puntos en común por su raigambre filosófica y la actitud ante el lenguaje, le permite trabajar un acontecimiento de futuro más o menos inmediato, sea posible o no, con asideros en una realidad prevista sin caer en el desborde de la ciencia-ficción. De este modo, logra también facilitar un cruce repleto de matices entre la Historia oficial de las instituciones y la historia en letra pequeña de unos personajes que no suelen tener voz ahí fuera.

Chantal y Francisco Soto son los ejes que vertebran los acontecimientos narrados en torno a una antigua Casa de Postas del centro de Barcelona que durante décadas ha sido okupada como hospedaje transitorio de personas sin hogar. Como apuntaba más arriba, ambos personajes han sufrido un expolio y crecen desde su propio relato a lo largo de una trama que los devora como si de una selva se tratara, cada uno a cuestas con la suya, envueltos en un torbellino de inercias que les exige respuestas individuales. Pero es, sobre todo, el personaje de Chantal quien encarna la vulnerabilidad más extrema y, a la vez, va creciendo como figura ancestral, criatura trágica dotada de un coraje que le viene de estirpe, de figura mítica con un destino trágico. 

Al igual que ambos personajes, Malpaís va mutando formalmente en una especie de hackeo de géneros. La voz narrativa es la de un cronista que reconstruye los hechos desde la literatura, y desde ella transita por el ensayo, discurre lateralmente por la filosofía y concluye con una tensión narrativa cercana al thriller. Albert Lladó lo ha dicho en alguna ocasión: «En realidad, la literatura que me interesa hace eso, leer la tradición para subvertirla». Esa subversión se manifiesta en este caso desde dos latitudes muy transitadas por el autor a lo largo de su formación: el teatro y la filosofía. Alguno de los fragmentos que vertebran la estructura tienen una puesta en escena de carácter dramático integrada en la narración con diálogos elaborados de personajes frente a frente en una atmósfera oscura, neblinosa. El silencio adquiere entonces una relevancia dramática inusual en la narrativa convencional. Por otro lado, le experiencia del autor en el ámbito filosófico, su trabajo mano a mano con Marina Garcés en la necesidad de bajar la filosofía a la calle, está muy presente con experiencias concretas del autor integradas ahora en la ficción.

En definitiva, Malpaís se abre a diferentes niveles de lectura y arriesga en cada una de ellas con una propuesta muy personal a la que merece mucho la pena seguirle la pista en el futuro.