María Negroni
El corazón del daño
Literatura Random House
144 páginas
Si algo define a la escritora argentina María Negroni (Rosario, 1951) es la poesía. Su condición de poeta impregna toda su obra en el fondo y en la forma. Autora de volúmenes como Archivo Dickinson, Exilium o Andanza…su poemario más reciente es Oratorio (Bajo la luna). Ha traducido a diferentes autores y acaba de publicar Una especie de fe, una antología de poetas norteamericanas. Es también ensayista, novelista y docente. En 2013 creó en Buenos Aires la Maestría en Escritura Creativa en la Universidad Nacional de Tres de Febrero que dirige y donde sigue impartiendo clases.
«El poema se debate entre lo que es y lo que podría ser, y apuesta siempre a lo absoluto, que no es sino la dicha de encarnar una primera persona, cada vez más imbuida de su propia ausencia», escribe Negroni en su última obra titulada El corazón del daño (Literatura Random House). Hay en su escritura, como ella misma expresa, un esfuerzo continuado por conectar vida y literatura, por dar a las palabras grandeza para abarcar amplitudes y a la vez modestia para dejar espacio al silencio. La literatura es en manos de Negroni un trabajo artesanal, de búsqueda constante, de creación, con la intención siempre de entrelazar la realidad y la memoria con la escritura.
Desde el título de esta novela que resuena a oxímoron –asociamos el corazón a los buenos sentimientos y al amor- hasta el último párrafo de algo más de un centenar de páginas, la autora argentina repasa una vida, con claros ecos de la suya, en un texto que posee una clara cadencia poética.
La poeta escoge minuciosamente las palabras que dan sentido a aquello que quiere expresar. Condensa, tamiza, destila hasta dejar caer como gotas de un néctar aquellos términos que moldean un texto denso e intenso. No alcanza quien lo recorre el sentido de lo leído de buenas a primeras. Hay que volver de nuevo y aprehender cada término. Ese esfuerzo lector tiene recompensa porque se descubren entonces matices y un vasto universo literario.
Decíamos anteriormente que El corazón del daño es una novela o una biografía novelada, también un largo poema. Las frases son cortas, la estructura discontinua. Son constantes las referencias a autoras y autores que han nutrido a Negroni. Las palabras de aquellos redundan y hacen hincapié en lo que nos está contando, en lo que quiere transmitirnos. Clarice Lispector es una de sus habituales y la cita que encabeza el libro le presta a Negroni un escueto y claro enunciado de intenciones: «Voy a crear lo que me sucedió».
La muerte de la madre de la autora en 2016 propició la escritura de este libro. Esa madre a la que llama y apela a lo largo de todas las páginas es una de las protagonistas de esta historia. «Mi madre: la ocupación más ferviente y más dañina de mi vida», apunta. Como hiciera Vivian Gornick en Apegos feroces (Sexto Piso) la hija, ya adulta, evoca una infancia que ha quedado marcada a fuego y que perpetúa a través del tiempo aquella mirada de entonces. La hija es crítica, severa, descarnada, no enmascara ni maquilla al personaje materno si no que más bien lo exhibe con todas sus miserias. Solo en algunas líneas hay una cierta conmiseración, un expresar «te entiendo», «fueron tus circunstancias». Tanto en el caso de Gornick como en el de Negroni la ausencia de la madre –los padres ya estaban fuera– empuja a las autoras a reivindicar la memoria.
Hay un proceso de duelo. El recuerdo, la confrontación y el cuestionamiento de las verdades que uno alberga sobre cómo fueron las cosas en la familia, abre las espitas. Como el agua largo tiempo retenida, las primeras corrientes salen a trompicones y al final el caudal fluye de forma continua. Algo así ocurre en El corazón del daño. Porque la memoria cala en las carnes y a veces las palabras de la madre aún hieren («Allá vos», «incordio», «mírame a la boca cuando te hablo»…).
La narradora no borra escenas que se dieron cuando tenía diez años de edad y percibía la falta de reconocimiento a pesar de ser una niña obediente y aplicada en sus trabajos («siempre faltaba algo») ni la vulnerabilidad de la madre cuando desaparece un tiempo de su vida porque necesita una cura de sueño. Esa niña, despierta, que ve, que capta, que siente, crece con esa mochila: «Nunca nada anula nuestra infancia».
La familia se traslada de su ciudad natal a Buenos Aires. Cambian de vida. Tiene una hermana. El padre se va. La niña crece y en la adolescencia se vuelve contestaría y se implica en causas políticas. A los dieciocho años se va de casa. Cada uno de estos episodios se enreda con la escritura en un intento continuado por entenderse y por salvarse.
«Es posible escribir lo que se vive?», se pregunta. ¿Cómo condensar en los vocablos la intensidad de lo vivido? ¿Se puede transmitir lo que nos ocurre y lo que sentimos e inmortalizar esos instantes de vida que tuvieron unas coordenadas particulares? Sin saber a ciencia cierta que tal experiencia de la vida consiga su plasmación exacta en un texto, los lectores sí que encontramos vida en estas páginas, experiencias, sentires… y pierde importancia ya a quien pertenecen. La narración literaria socializa esas vivencias. Será cada lectora o lector quien las haga suyas, tamizadas por las circunstancias personales o por sus referentes literarios.
Que Negroni se interrogue una y otra vez por ese mecanismo de vasos comunicantes no hace más que demostrar su obsesión por entender los vínculos entre la existencia y la escritura. Su cuestionamiento es el propio de una perfeccionista que sigue buceando en las profundidades del lenguaje para no traicionar su realidad. María Negroni y su escritura son simbióticas.
En El corazón del daño transitamos por la biografía de la narradora que tanto se acerca a la de la escritora. Y reseguir su vida es también volver a los textos que la han nutrido. Las palabras, los libros y la biblioteca son claves. Recuerda una casa sin libros, evoca los inicios en la escritura y los asocia con soledad y silencio. También la lectura. Al volver atrás repasa su propia producción y cómo en cada obra se filtró su experiencia. Así en Arte y fuga (Pre-Textos) está la niña que sufre ante los desplantes de la madre: «Dormía, por consiguiente, en lo habitual del miedo. /Como si no fuese una niña. / ¿Estaba yo en los días? ¿En armarme de un repente? / ¿En las anchuras de mi sueño calculaba un posible?».
La joven contestaría que tras dejar su país mantiene una relación amor odio con la madre, un doble vínculo. «Con Islandia –con Borges como faro– pude tocar algunas llagas». Más tarde escribiría la novela La Anunciación (Seix Barral) donde aborda su compromiso político que recuerda en estas páginas con algún fragmento: «No siempre esto es esto. /Quiero decir, me reeduqué, me volví tolerante. / Aprendí a tener acuerdos parciales con todas las opiniones. / Un verdadero progreso. / Una auténtica felicidad libre de euforia».
Cuenta el temor a la reacción de su madre tras la escritura de La jaula bajo el trapo (La Palma Editoral): «En el libro yo la atormentaba, la plagiaba, la ponía en lo más cumbre y lo más vil, y la enjuiciaba, sin miramiento alguno».
Dialogando con la vida y la escritura aparecen infinidad de autores que Negroni ha interiorizado, una extensa bibliografía que acompaña su itinerario vital y literario. Con Borges de fondo, están Proust, Woolf, Baudelaire, Flaubert, Djuna Barnes, Pessoa, Celan, Pavese, Silvina Ocampo, María Zambrano, Alain Badiou… Juan Gelman, siempre, como Clarice Lispector. Tan ilustres compañías nutren el texto y a quien lee. No son intervenciones gratuitas ni ornamentales, cada una de las citas acompañan la voz de la protagonista y juntas constituyen una verdadera obra coral.
La narradora dejará Argentina y vivirá unos años en Nueva York con su compañero y sus hijos. En El sueño de Úrsula (Seix Barral) un personaje hablará por ella sobre el arraigo y el exilio: «Me diste el privilegio de una infancia con muchos desplazamientos, concédeme ahora la longitud del exilio, vivir en grandes ciudades y evitar la provincia, sobre todo la mía, porque su pequeñez es contagiosa y no se ve».
La obra de María Negroni ha sido traducida a diversas lenguas. Ha recibido becas como la Guggenheim o la Fundación Octavio Paz y reconocimientos como el Premio Internacional de Ensayo Siglo XXI. Leer El corazón del daño nos sumerge en su universo literario y biográfico. La autora argentina viaja como los grandes héroes a la oscuridad para preguntarse por la vida. El resultado es un relato exigente y profundo que desazona a veces, como la propia existencia, y que enriquece mucho.