Mario Montalbetti
Cabe la forma
Editorial Pre-Textos
180 páginas
POR GUILLERMO LÓPEZ GALLEGO

Virginia Woolf dejó dicho que saber para quién escribir es saber cómo escribir, consejo que me ha venido a la cabeza al leer el más reciente libro de Mario Montalbetti: Cabe la forma. Tengo claro que Montalbetti sabe cómo escribir, pero no creo que haya escrito para nadie en concreto; en realidad, no sé cuántos lectores puede tener un libro que –en mayor medida que la obra poética anterior del autor– se instala en la poco concurrida intersección de metafísica, lingüística y poesía. Precisamente, si Cabe la forma es el punto de partida de una serie de meditaciones, una de las más interesantes es la que tiene que ver con los géneros literarios: ¿por qué esta obra forma parte de una colección de poesía y no de una de filosofía? ¿Qué hace que un escrito se clasifique como poesía y no, por ejemplo, como filosofía? Este último libro del autor es el primero que se publica originalmente en España, en la colección «La cruz del sur» de Pre-Textos, en la que ya salieron primicias mundiales de otros excelentes poetas peruanos, como Eduardo Chirinos y José Watanabe.

Cabe la forma empieza donde suelen acabar los libros de poesía: con una sección titulada «Otros poemas». Destacan en este primer apartado, a mi juicio, los poemas «A los niños muertos de Lima», con su capacidad emotiva, donde hay ecos del humanismo y la compasión de César Vallejo, en contraste con el desolador paisaje social de la ciudad de Lima; con el terrible pronunciamiento de la niña que declara: «Tengo seis años y hasta ahora / estoy contenta»; y con la graciosísima versión andina de William Carlos Williams. Y también el poema «Hinostroza», con la impagable anécdota del croissant, el brioche y «la chica que atendía en el Gianfranco». Siguen a esa primera sección «Teorías del poema», especie de meta-ejercicios de estilo en los que Montalbetti reflexiona sobre poesía y lenguaje a partir de las maneras de Seamus Heaney, San Pablo, Herta Müller, Riquelme y Ramanujan, entre otros; y, por último, la sección que me parece más interesante y representativa del libro, «Las proposiciones», en la que tres poemas («65 proposiciones sobre la mesa de Ishigami» y «66 proposiciones sobre un poema de Vallejo», conexos y originados ambos en una conferencia académica del autor; y «Naufragio ante una laguna de patos») diseccionan la realidad, el lenguaje, y el caso particular de este que es la poesía, con el método y las conclusiones más inteligentes desde, como poco, las de Graham Harman sobre el uso de la metáfora en Homero. En estas proposiciones es justo donde se hace más difícil aceptar sin más que los poemas de Cabe la forma son poemas, y no ensayos; o, dicho de otra forma, que son poesía, en lugar de metafísica o lingüística. Un autor menos honrado que este podría dejar la duda sin responder, tal vez saliendo por la puerta falsa del fin de los géneros literarios, pero Montalbetti no quiere ponerse de perfil, sino agotar sus temas; y lo hace. Puede que no esté seguro de que los objetos (el pensamiento, el arte, las fronteras entre los géneros) son importantes, pero sí parece decidido a actuar como si estuviera seguro de que lo son, y en eso me recuerda a Wallace Stevens, a quien por cierto Montalbetti cita en «La teoría del poema de Anne Carson»: «Creo en la creencia en el destino. El destino, en sí mismo, carece de toda importancia. Lo que tiene importancia es la fe en el destino, o, dicho sea con más exactitud, es la fe en la fe en el destino. Es algo así como una cebolla que está escondida dentro de otra cebolla que, a su vez, contiene otra cebolla». Sobre esta cuestión, por ejemplo, en varias entrevistas recientes, el autor ha citado a Alain Badiou para afirmar que la poesía genera verdad.

Véase en este sentido el poema «Naufragio ante una laguna con patos», que lleva por subtítulo la nota escénica: Gorgias y Kaso en El Olivar de San Isidro, cerca de la laguna de los patos, una tarde al final del invierno. En «Naufragio…», el sofista Gorgias y el maestro Zen Kaso analizan un conocido koan de Ikkyu, en uno de los lugares más pudientes y excluyentes de Perú, cuando el cielo de Lima está tan bajo que casi se puede tocar, la humedad rezuma de las paredes, y no hay sombras. Transformado en haiku, el koan de Ikkyu dice:

Una barca es y no es.
Cuando se hunde
Ambas desaparecen.

En total, el diálogo de Gorgias y Kaso ocupa veintiséis páginas, a lo largo de las cuales el primero, que lleva la voz cantante, deconstruye el haiku de Ikkyu, en un intento de averiguar qué barca es esa y cómo funciona el lenguaje en el poema, y, por lo tanto, qué relación hay entre poesía y lenguaje. Adelanto a los posibles lectores que Montalbetti llega a conclusiones convincentes recurriendo al método socrático y a argumentos de Aristóteles, Badiou y Giorgio Agamben, entre otros. Hay reflexiones sobre el disparo curvo a la verdad que es la lítotes, la diferencia entre la barca y la no-barca, así como entre «fácil», «no-fácil», «no-difícil», y «difícil», y el error de quienes creen «que la esencia del poema es la metáfora», y acaban tan lejos del poema, que ya no saben dónde están. Sea poema, sea ensayo, «Naufragio ante una laguna con patos», y quizá todo Cabe la forma, es una voz perpleja ante la poesía y el lenguaje, cuyas posibilidades recorta primero, y a continuación reconstruye, llevando la contraria a Derrida y su afirmación de que no hay nada fuera del texto: «El lenguaje presupone no-lenguaje, un mundo allá afuera; el poema presupone no-poema, un lenguaje allá afuera». No me corresponde analizar la validez de los argumentos de Montalbetti, que en todo caso él ha desarrollado en otros lugares. Empero, resumo: hay esa perplejidad, hay una evidente desconfianza en las posibilidades de la lengua y el lenguaje («Esto es el lenguaje. No sirve para nada», «Esto es el lenguaje. No conduce a ninguna parte», «He visto cajas de cartón con lechugas y acederas. Esto es el lenguaje», etc., escribe el autor en el poema titulado «Esto es el lenguaje»); y hay también creencia en la poesía: «Dennis O’Driscoll: ¿Qué te ha enseñado la poesía? / Seamus Heaney: que hay tal cosa como la verdad» («La teoría del poema de Seamus Heaney»). En el platillo de esta fe debemos poner también el hecho de que Montalbetti, pese a todo, escribe poesía desde hace bastantes años; y las citas y alusiones a poetas y filósofos, los juegos de palabras basados en la fonética del castellano peruano, el interés que el autor presta al habla: si no sugieren una posibilidad de sentido, sí desde luego afirman la importancia (intrínseca o no: insisto en que se trata de hacer como si el lenguaje fuera importante, sin valorar si lo es o no, y, en su caso, por qué) del lenguaje, su papel como conformador de realidad, su valor como herramienta de investigación y conocimiento, en el humor, el amor, la belleza, las relaciones humanas, etcétera. Quizá no es exagerado afirmar que Mario Montalbetti protagoniza una insurrección casi solitaria: ha hablado en otros lugares de la urgencia por «arreglar el lenguaje» para que vuelva a significar, así como del importante papel que la poesía tiene en ese empeño. Conviene apoyarlo en el intento, porque, al abrir al azar un periódico de hoy, encuentro una afirmación extraordinaria: una persona declara que fue «como un brazo asesor en temas de control». Si somos capaces de leer sin asombro y sin detenernos esa metáfora alucinante del brazo asesor, la insurrección de Montalbetti necesita apoyo, y lo de menos, es verdad, es si se trata o no de poesía.