Carolina Brown
Rudas
Editorial Lastarria y de Mora
98 páginas
POR PALOMA CRUZ

Atravesando dédalos de historia frágil y tierras movedizas, algún pie encima de las endebles alturas y llanuras chilenas se las ingenia para permanecer quieto. Y firme, camina el hilo de las estructuras lábiles que componen el (mi querido) país, ese paisaje entre precioso y hostil, pies andinos cuesta arriba aferrándose a la corteza, o los costeños mar adentro en un Pacífico indómito. A Carolina Brown (Santiago, 1984) le interesan los pies que se manejan para ser inquebrantables a pesar del miedo terco. Y cuánto miedo tienen las mujeres en Chile, porque no solo el paisaje es hostil para ellas sino cada estructura, cada institución y sistema arraigado. 

Pero Rudas es mucho más que un conjunto de relatos sobre mujeres valientes, un tema de por sí manido a estas alturas de los 2000, donde el feminismo se ha capitalizado y viralizado como comercio sobre la red, donde se ha escrito en militancia tantos relatos pegados a lo políticamente correcto, a lo panfletario puesto en podio. Cómo escribir sobre mujeres poderosas en este contexto de palabras manoseadas por el marketing fácil de las redes sociales, si no como lo ha hecho Carolina Brown: foco puesto en las narrativas, no tanto en la postura política y el postureo como en el relato de la violencia del entorno y cómo respondemos, como mujeres, a ella. Los cuentos de Rudas son situaciones límites puestas en correlación con el paisaje, sobre habitar el espacio salvaje, ser en lo adverso y lo que conlleva. 

Acompañamos a cuatro mujeres en cuatro diferentes lugares y momentos extremos: una playa, un bosque, un campo, una montaña y, por supuesto, la ciudad en contraste. Abre el libro con un cuento exquisito, perfectamente construido, quizá el más vívido y eficaz en imágenes y sensaciones. «La isla» es una historia sobre la venganza y la ruptura de la pasividad hacia una autonomía insolente. En él, vamos descubriendo que la protagonista, una adolescente, ha sido durante años violada por su hermanastro y, en un último intento de violencia, esta reacciona con rudeza, con un deseo liberador. Por su ausencia, la temática de la culpa es quizá la más interesante del relato, un asunto tan arraigado a las mujeres por la presencia latente de la doctrina católica en la cultura chilena. La gran revelación radica sin duda en esa ausencia tan presente, tan real, de un deseo poderoso, exculpado de cualquier remordimiento. Una venganza redonda, rodeada de imágenes limpias, minimalistas y eficaces que construyen una playa cálida, intensa, un momento tan íntimo como colectivo, tan privado como político. 

Si bien «La isla» establece el tono pulido de la autora y del libro, «El color de la tierra sin plantar» nos reafirma que estamos ante un eje central: la experiencia de la muerte como límite de y contra la violencia. Este segundo cuento se centra en el dolor, y en el amor y la muerte en su dualidad. Llevado por la imagen metafórica de un puma que la acompaña y acecha, Elisa, nuestra protagonista, se pasea por un campo rememorando la historia de su amor romántico con Julián. Pero un momento torcido lo cambia todo y Elisa se enfrenta al duelo y a la imagen hasta ahora intangible del puma que la ha estado persiguiendo. Un cuento que logra transmitir lo cansino, lo infértil, lo caduco, pero también el dolor desgarrador, la pérdida completa de control en un momento catártico. Luego, «La casa del ciervo rojo» avanza hacia la confrontación personal con la muerte. Romina es una mujer que se sabe terminal y decide tomar riendas de su destino, a pesar del miedo, a pesar de lo inevitable. Entiende que la única manera digna de ver el final es si ella es capaz de determinarlo, entonces su viaje físico por el mundo se transforma en un viaje interior. El libro cierra, por último, como comienza: con un cuento tan memorable como atrapante, de imágenes vívidas y descripciones agudas. En un nuevo enfrentamiento con la propia muerte, «El lugar donde se esconden las bestias» se centra en una mujer que sabe que va a morir en la montaña y que, aun así, intenta respirar una última bocanada de aire para volver a casa. 

Es cierto que Rudas va sobre las mujeres, sobre su lucha e intimidad, su valentía a pesar de lo adverso que le rodea. Pero no es eso lo que hace de Carolina Brown una autora de su tiempo. Es su sensibilidad, su manejo narrativo, la dimensión profunda de sus personajes en tan pocas palabras. Es la puesta en valor de la sociología de las emociones, la puesta en duda de la moralidad imperante y, sobre todo, el ojo crítico, penetrante, descriptivo, lleno de detalles epifánicos, estéticos y preciosos. 

Carolina Brown es escritora y artista visual. Fotógrafa y aficionada al dibujo, estudió licenciatura en Lengua y Literatura Hispánica en la Universidad de Chile y un Máster en Creación Literaria de la Universitat Pompeu Fabra de Barcelona. También tiene un grado en Comunicación Multimedia por la Universidad del Pacífico y, en esa mezcla disciplinas, entendemos cómo surgen las visualidades de sus relatos, las imágenes como estampas que complementan una lectura literaria con pequeñas fotografías. Estamos también ante una autora con dejes de estilos norteamericanos, quizá en la línea de la exactitud, el tacto y el olfato de Samanta Schweblin, también en sus finales explosivos de espejos emocionales, donde sin duda se centra la fuerza de Carolina Brown como escritora. Y esto no pasa desapercibido: el año 2014, Brown obtuvo el primer lugar en el Concurso Nacional de Cuento Joven Nicomedes Guzmán de la Sociedad de escritores de Chile por «Nadar a la Otra Orilla». El año 2015 fue seleccionada por el Fondo Nacional de Fomento del Libro y la Lectura por su libro de cuentos En el agua y el 2021 por el Fondo Nacional de Fomento Audiovisual por el guion de su película Tregua. Además de Rudas, Carolina Brown ha publicado En el agua (2015), El final del sendero (Emecé, 2018), Estrellas detrás de los párpados (Neón Ediciones 2020), Nostalgia del desierto (Emecé, 2021) y, este año 2022, Duncan (Planeta Lector). 

El libro de cuentos que ahora nos compete, Rudas (2021) es editado en España bajo el sello Lastarria y de Mora, una editorial que busca establecer puentes entre un continente y otro, acercando voces frescas, audaces y diferentes, todavía no suficientemente difundidas en España, y de las que Rudas siendo uno de los primeros proyectos.

Uno acertado, por cierto, porque logra salirse de lo manido, de la literatura panfletaria. No. Estamos ante una maestra de las formas breves, que va más allá de lo puramente político para explorar lo esencialmente narrativo. Pero que cuestiona también la moral, la feminidad, la sumisión desde relatos sin juicios ni prejuicios, sin aforismos, más bien desde la narrativa por la narrativa para escarbar en temas fundamentales como la violencia intrínseca y la respuesta a ella, en el espacio de lo íntimo pero también el espacio de lo habitado en la naturaleza, y en el que está aún en la incógnita: la muerte que destila, la muerte que acompaña a caminar en un hilo.