Ben Clark
Demonios
Sloper
94 páginas
En Demonios, su décimo libro de poemas, Ben Clark asume el regocijo y la reivindicación de los temas de siempre: el amor y la muerte, la niñez y la memoria, sin omitir el cuestionamiento de la actividad poética. La mezcla de lo íntimo y de lo público, de la introspección y lo cotidiano, continúa conformando la clave de su proyecto. También cierta responsabilidad civil, asumida con pudor y cautela.
Sin embargo, fuera de su intención de desmitificar y democratizar la poesía, Clark exige la complicidad del lector, a quien jamás apela desde un reto intelectual o formal. Su apuesta es por lo comunicacional y lo emotivo, mediante la constante búsqueda de un interlocutor [azarosamente, como en el caso de su poema viral «El fin último de la (mala) literatura»; en una antología de poemas de amor como ¿Y por qué no lo hacemos en el suelo? o, casi a la manera de un rapsoda, en giras para la presentación de sus libros]. Esta intención explica la afabilidad de su propuesta: no se trata de una ausencia de pretensiones, sino que éstas se aglutinan alrededor de versos que constituyen «promesas modestas, responsables, cotidianas», como en el poema en homenaje a Edward Thomas.
Por ende, más allá de la sensatez y el equilibrio que predominan en Demonios, versos como «Para cenar escojo restaurantes / donde el menú contenga faltas de ortografía», sorprenden e interpelan. ¿Suponen un mero indicador de la importancia de lo cotidiano? ¿O también nos invitan a pensar sobre una época en que es difícil diferenciar las fronteras entre la precariedad y el populismo?
En cierta medida, la escritura de Ben Clark se contiene para interpelar a un mayor número de lectores. Esta vocación, en sus propios términos, lo posee, sometiéndolo a un proceso demoniaco, por el que el poeta se debate entre la fe y el escepticismo: hijo de un tiempo en el que se ha pretendido abolir la historia, en el que se rechazan las grandes gestas -por las exigencias del mercado y la popularidad-, Clark se somete a un autoanálisis en el que sólo la responsabilidad y el sentido común lo apartan de la facilidad y el cinismo. Así su aproximación muestra ambivalencias, dudas que conviven junto a convicciones, por lo que tanto el enfoque como los resultados son diversos.
De este modo, en paralelo a su trabajo con los grandes temas del ciclo vital, los versos de Ben Clark muestran al lector las paradojas y los conflictos del oficio de poeta. Fuera del optimismo o del esfuerzo, el autor reconoce sus escasas posibilidades de trascender o ser realmente comprendido («Poema adentro», «Contra mis lecturas»). Pese a todo, se dirige a la clase media, incluso criticándola, pero sin alienarla. Complementando a la propia vida como materia, sus demonios serían compartidos por todos quienes asumen profesionalmente cualquier actividad artística.
Entonces, a lo largo de Demonios, Ben Clark toca un asunto como la trascendencia, pero adaptándola a un tiempo en el que lo humano muta o se diluye, también como consecuencia de los avances tecnológicos («Padre busca su casa en Google Maps», «¿Desea guardar?», «Passar el Missatge»). Una vez más se reconoce el anhelo de hacernos partícipes de una conversación que, supuestamente, cada vez tiene menos interlocutores («Desearía»).
Para mitigar sus demonios, Ben Clark opta por un lenguaje directo, transparente, con un lirismo reflexivo, que se apoya en lo narrativo y que a la vez evade la exaltación y la oscuridad gratuita. El poeta busca conmover, pero resguardándose tanto del sentimentalismo como de la empatía sociológica. Sus versos no tienen otra pretensión que comunicar una experiencia de vida y cierto atisbo de sabiduría, deslizándose entre la finitud (la muerte de un amigo) y la infinitud (el poder de la naturaleza). Se logra expresar dicho vaivén incluso sin temor a la imperfección: para el poeta, el fracaso expone un rasgo y una medida de lo humano.
Superando el escepticismo que constantemente lo amenaza e interpela, el poeta reconoce una responsabilidad hacia la polis. Así asume cierto optimismo como misión: una alternativa más resignada que entusiasta, próxima a lo estoico. Mostrando gran coherencia, Ben Clark se concibe como un poeta tradicional o conservador a nivel formal o filosófico, pero que, en cuanto a lo moral, anhela tanto la resonancia de lo clásico como la epifanía de lo romántico. El autor de Demonios se muestra como un poeta dueño de su registro, quien, ante todo, busca ser fiel a sí mismo y cumplir lo que promete.