Graciela Speranza
Lo que no vemos, lo que el arte ve
Anagrama
190 páginas
POR CARMEN M. CÁCERES

Quién hubiese imaginado que un libro de crítica de arte podía alcanzar hoy dos ediciones en apenas nueve meses. Quién hubiese imaginado además que ese libro, aparte de un lúcido catálogo de interpretaciones, fuera un empujón para que lectoras y lectores comprendiésemos la necesidad de corrernos del centro de la escena —esa falsa importancia a las que nos han acostumbrado las redes y las ficciones el yo— y nos enfrentara a pensar el abismo de las dos mayores amenazas contemporáneas: el descalabro ambiental y un mundo digitalmente administrado. Lo que no vemos, lo que el arte ve (Anagrama) es una cálida e inteligente invitación a detenernos en la complejidad de los dos máximos impensables, y para eso postula que «la potencia política del arte radica en reorganizar el campo de lo sensible, modificar lo visible, las formas de percibirlo y expresarlo», pero no para regodeo de iniciados, sino para ayudarnos a imaginar un futuro posible.

El libro está compuesto por tres partes. La primera, «Hacer con el cosmos», aborda la urgencia de los cambios en nuestro planeta a través de obras que evidencian la responsabilidad de la especie humana en este descalabro planetario, como Wheatfield de Agnes Denes, Un meteorito para la Sociedad Científica Argentina del año 2105 de Faivovich y Goldberg o Los errantes de Olga Tokarczuk. Siguiendo la estela de Donna Haraway o James Bridle, Speranza nos invita a pensar en una «cosmología multiespecie» en la que árboles, seres humanos e insectos cohabitan, como una posible salida de este Antropoceno en el que nos hemos enceguecido. En «Detrás de la red», la segunda parte, de lo que se trata es de perder ingenuidad frente al imperio digital que usa las imágenes como trampas para controlar y domesticar a nuestras sociedades. En la voz de Speranza, las obras de Trevor Paglen o la novela gráfica SABRINA de Nick Drnaso se vuelven metáforas para advertir de qué forma «la pantalla táctil no sólo funde el sentido de la vista con el tacto… sino que desafía la separación entre sujeto y objeto… Los nuevos gestos se han invisibilizado con el hábito… y ya tocamos sin tocar y vemos sin ver en la tersa superficie de las pantallas». En «Reconstrucciones», la última parte, Speranza ilumina las obras del colectivo Forensic Architecture o la novela La compañía de Verónica Gerber Bicecci para postular la imaginación como único mecanismo de salida, siguiendo la propuesta de Hal Foster de que la ficción es el método para «volver a hacer real lo real, esto es, volver a hacerlo efectivo».

La decisión de describir las performances e instalaciones en lugar de incluir imágenes (es decir, la voluntad de no ilustrar) parece hoy casi una provocación. Así la autora consigue reinventar la relación del lector con lo visible forzándolo a ser partícipe de la creación. Al igual que en libros anteriores, lo que deslumbra de Graciela Speranza es la profundidad de su pensamiento híbrido, capaz de conectar sencilla pero inexorablemente arte, filosofía, literatura y ciencia, y regresarnos a aquella antigua sensación de unidad en la experiencia con la que alguna vez percibimos el mundo, pero en la que, por algún pobre motivo, creímos que era ingenuo continuar.

En Lo que no vemos, lo que el arte ve se percibe la robustez de una escritora que no sólo piensa el arte —esa lejana y lujosa propuesta de ferias y premios que a algunas personas nos cuesta mucho desentrañar— sino que lo vive desde el asombro, la empatía y el respeto por la capacidad que tienen las mujeres y los hombres no sólo para destruir, sino sobre todo para crear. Lo que se agradece profundamente es la ausencia total del cinismo imperante. «En el discurso de la política, de la economía e incluso en el de las ciencias sociales reina un realismo craso —dice Speranza— incapaz de imaginar el futuro». Su libro no sólo nos cuenta cómo las obras de arte ofrecen maneras de vernos más adelante, sino que sobre todo nos recuerda que todavía tiene sentido entregarse a pensar en lo que hacen los demás.