Tierra negra con alas. Antología de la poesía vanguardista latinoamericana
Edición de Juan Manuel Bonet y Juan Bonilla
Fundación José Manuel Lara, Sevilla, 2019
800 páginas, 25.00 € (ebook, 9.49€)
POR FERNANDO CASTILLO

 

Fervor de las vanguardias, o, para ser más precisos, fervor de la poesía de vanguardia, por no decir entrega, pues sólo desde la devoción hacia ambos asuntos y del conocimiento de la época puede hacerse esta antología publicada por la Fundación Lara y realizada por Juan Manuel Bonet y Juan Bonilla, crítico de arte y ensayista, el primero, novelista y también ensayista, el segundo, poetas ambos. Tierra negra con alas. Antología de la poesía vanguardista latinoamericana es la consecuencia del encuentro de dos viejos amigos que comparten intereses y cuyas bibliotecas, ya legendarias, se han complementado con ejemplares raros y en muchos casos inexistentes en centros institucionales. Si con ocasión de la publicación en 2012, también por la Fundación José Manuel Lara, de la antología de la poesía ultraísta realizada por Juan Manuel Bonet, titulada Las cosas se han roto, decíamos que sin la existencia de la biblioteca de su autor hubiera sido imposible la exhaustividad y la amplitud conseguida, ahora puede decirse lo mismo en lo referido a la poesía de vanguardia latinoamericana. Y es que en los anaqueles de las bibliotecas BB, unas iníciales míticas para los de cierta edad, se agrupan revistas, plaquettes, poemarios y antologías no ya raras, sino decididamente clandestinas que dan pistas de poetas conocidos, desconocidos y olvidados. A este conjunto excepcional de autores —al que han contribuido también los fondos de otra biblioteca de referencia, la sevillana de Abelardo Linares— se suman los poetas más conocidos como Jorge Luis Borges, Oliverio Girondo, César Vallejo, Pablo Neruda, Nicolás Guillén o Vicente Huidobro. Es una iniciativa que va más allá de la elaboración de un canon pues tiene en muchos casos la cualidad de un rescate. Y es que si se han incluido, como no podía ser de otra forma, a los más destacados, el foco de la antología se ha dirigido preferentemente a aquellos que, como dice Juan Bonilla, se quedaron a ras de suelo, donde precisamente se han encontrado mucho de sus libros. Un guiño a los mercadillos y rastros de los dos continentes que ambos antólogos conocen y difunden.

En su antología, de titulo tomado de un poema del ecuatoriano Gonzalo Escudero, Bonet y Bonilla han reunido a ciento noventa poetas de todo el mundo latinoamericano, pues con acierto y mirada global han decidido incluir en su idioma original autores de la imprescindible vanguardia brasileña, tan próxima a Juan Manuel Bonet, quien comisarió una inolvidable exposición madrileña dedicada a Tarsila do Amaral, mujer del poeta Oswald de Andrade. Y es que el modernismo, o sea, el vanguardismo brasileño, tan influyente en el continente, es imprescindible para entender la realidad americana de la época de las vanguardias en su complejidad, lo que incide en el carácter latino de la antología.

De la geografía poética de Tierra negra con alas forman parte todos los países, naturalmente en distinta proporción dadas las diferencias intensidades en la reacción al contagio vanguardista. Son poetas pertenecientes a alguno de los innumerables movimientos de voluntad rupturista que aparecieron alentados por el entusiasmo de quienes hacían de heraldos de lo nuevo, trayendo de la entonces convulsa Europa las ideas que inspiraban el mundo de las vanguardias para enriquecerlas con las aportaciones criollas e indigenistas, que suponía rizar la originalidad de las innovaciones nacidas en el «Viejo Mundo». Estos poetas escribieron y publicaron en sus países, tanto en las capitales como en ciudades de provincias más o menos apartadas entre montañas, selvas, desiertos o sertaos, donde parecía imposible que surgiera algún entregado a las vanguardias como Guayaquil, Cataguases, Arequipa… La pólvora vanguardista corrió por el continente latinoamericano gracias a una red de iniciados, en su mayoría poetas, semejante a la existente en Europa que se comunicaban enviándose poemarios y revistas artesanales de tipografía artística que estaban impresas de forma artesanal, lo que las hacía más innovadoras y atractivas. Estas revistas de tiradas testimoniales, algunas casi clandestinas, con papel de débil gramaje revelador de su precariedad, pero ilustradas con xilografías y caligramas, recorrían las inmensidades americanas como sus modelos europeos lo habían hecho a lo largo del viejo continente, de Lvov a Lisboa. Unas revistas con cabeceras de nombres muy literarios —Amauta, Klaxon, Motocicleta, Irradiador, Prisma, Mural…— cuyos autores tenían voluntad de renovar y sorprender hasta el extremo de renunciar a su identidad al cambiar en cada número de titulo, como sucede con la publicación impulsada en Lima por la peruana Magda Portal. Todos ellos tienen la misma intención de ruptura con el mundo anterior que encarnaba el simbolismo y el modernismo. Y todos ellos compartían idéntica fascinación por lo nuevo que había impulsado el seminal futurismo y que desfila por sus poemas. En sus versos abundan las referencias a la técnica en sus infinitas manifestaciones cotidianas, a la ciudad como sujeto y escenario, al jazz-band, al cine, a la velocidad, a los deportes, a las hélices y los neones, a los tranvías y cabarets, a los automóviles y motocicletas, a los trenes y aviones, a las chimeneas fabriles y los hangares, a los paquebotes, a los motores, a la revolución, a la guerra moderna y jungeriana, a la radio, a los trampolines, a los rascacielos… Unos motivos propios de la modernidad y la utopía futurista surgidos en las viejas ciudades europeas que encontraron voz propia en el Nuevo Mundo al unirse y enriquecerse con el indigenismo y la negritud. Sin embargo, todos estos poetas además de compartir idénticas inclinaciones, como señala Bonilla, no dejan de escribir con voz propia, a solas, dando el esencial sello personal a sus textos, de ahí la presencia de un imprescindible repertorio biográfico que contribuye a explicar la singularidad de las autorías.

Son novecientas veintisiete páginas que reúnen poemas de casi dos centenares de poetas de veinte países que permiten un recorrido por la vanguardia latinoamericana y su mejor conocimiento dada la influencia de la poesía y de sus medios de difusión en el arte y la literatura. Gracias a estos textos, escogidos por Bonet y Bonilla con criterios de calidad, vigencia y representatividad, es posible aproximarse a los elementos que impulsan la poesía de vanguardia latinoamericana, así como sus conexiones, tanto continentales como europeas.

Todos estos poetas y los movimientos que inspiran, de los que se ocupa Juan Bonilla en la introducción —modernismo brasileño, ultraísmo argentino, estridentismo mexicano, indigenismo peruano, el creacionismo de Huidobro, el runrunismo chileno…—, demuestran la importancia del continente que habla español en el universo vanguardista nacido en Europa, especialmente en la poesía. La geografía de Tierra negra con alas abarca todo el continente latinoamericano, de México a Chile, sin olvidar el a veces poco conocido mundo centroamericano, los países postergados en otras antologías como Bolivia y Paraguay, o la importante vanguardia cubana, a menudo orillada, especialmente la artística, a causa de razones ajenas a la cultura. Nada ha quedado fuera salvo la francofonía, aunque se hayan incluido poemas en francés como los del uruguayo Gervasio Guillot Muñoz. Quizás, puestos a ello, ese elemento latino hubiera podido ampliarse y añadir al martiniqués Aimé Césaire o el mundo haitiano de la Revue indigène, pero ciertamente hasta la virtud necesita limites como decía Cadalso, y además todo compendio que se precie debe ser incompleto.

Como en el género pictórico del cuadro dentro del cuadro, o como si fuera una matrioska, Tierra negra con alas es mucho más que una antología, pues más allá de los poemas antologizados el volumen contiene, casi diríamos ocultos, otros tantos libros que pueden leerse al margen de los poemas. Comenzando por el principio, nos encontramos con «La caravana americana», la introducción a cargo de Juan Bonilla que supera los límites de una presentación. Se trata en realidad de un ensayo independiente y una verdadera aproximación a la vanguardia latinoamericana desde la poesía y desde las revistas literarias. Es un largo texto de setenta y dos páginas de apretada letra que recorre con exhaustividad y ventilador en mano, todos los rincones del continente americano aventando poetas, poemarios y revistas entregadas a lo nuevo y diseccionando movimientos. Unas páginas, las de «La caravana americana», que pueden leerse como texto de referencia más allá de su condición presentadora, en las que están presentes la erudición, la crítica literaria, el humor y la mirada del poeta que es Bonilla.

Algo semejante sucede con el otro libro que se esconde en el apartado de cada uno de los antologizados. Se trata de las ciento noventa biografías correspondientes a los autores recogidos que ha redactado Juan Manuel Bonet con su método habitual, el de las fichas y las pistas. Una metodología muy personal en la que la erudición y la mirada literaria se combinan y que ha dado lugar a obras tan conocidas como el Diccionario de las vanguardias en España, el reciente El París de Cortázar, o la introducción a Las cosas se han roto. Antología de la poesía ultraísta, pero que también se encuentra en el origen de textos como el artículo titulado «55 voces para un diccionario Modiano», (Turia, nº 84, 2007), o el menos difundido Le Montparnasse espagnol (París, 2013), por citar solo algunos.

Son las de Bonet biografías eruditas, sí, pero también son una suerte de microrrelatos por la manera en la que se exponen y recogen las trayectorias vitales de los poetas. Entre los casi dos centenares reunidos los hay que, con intensidad diferente, tienen una novela pues en algunos hay un misterio que se oculta tras el abandono de la literatura o la simple desaparición del escenario de las letras. En muchos de ellos hay viajes y estancias en Europa, penalidades, desengaños y pasiones, compromiso político, exilios y guerras. Y hay, naturalmente, vidas largas y cortas. Hay también seudónimos muy literarios como Rosamel del Valle, Winett de Rokha, Luis Kyn Taniya o Serafín Delmar, quienes, al igual que Salomón de la Selva u Omar Cáceres, en este caso son sus verdaderos nombres, sí que tienen una novela. Todo sin olvidarnos de esa Troupe Ateniense, autora colectiva del poemario delirante y montevideano Aliverti liquida. Todas estas biografías, que sirven para dar a conocer al poeta y a su obra, al fin y al cabo, su función esencial, al tiempo que para situarlo en el mundo de las vanguardias, son también la base de un futuro diccionario y como tal pueden leerse de manera independiente de los poemas.

Para finalizar, queda señalar que, entre las páginas de esta monumental antología, que cabe considerar de referencia, hay también caligramas y dibujos, reproducidos en la certeza de que en la época de las vanguardias, las formas son inseparables del contenido. Todo ello, como los retratos que acompañan las biografías de los poetas, habla de una magnífica labor de edición de la que es responsable Ignacio F. Garmendia. En fin, un libro que será imprescindible a los dos lados del Atlántico.