Castelao
Cosas
Libros del Asteroide
124 páginas
Resulta afortunado ver a día de hoy publicado un clásico como este. Lo es por la obra en sí, por su valor literario, pero también porque nos renueva, en el contexto de habla española, una figura muy importante en la historia reciente de Galicia y de España. Alfonso Rodríguez Castelao (1886-1950) ha pasado a la posteridad como uno de los políticos más insignes del siglo XX: ministro del gobierno republicano de José Giral en el exilio, impulsor de Galeusca o persona fundamental en la defensa del Estatuto de Autonomía de Galicia; sin embargo menos conocido es por su obra creativa que abarca diversos registros: teatro, cuento, novela, ensayo, pintura, caricatura, diario, etc. Siendo una figura fundamental en la cultura gallega aún es un gran desconocido en el ámbito hispanoamericano, tal vez menos en Uruguay o Argentina, donde acabaría sus últimos días como exiliado, en Buenos Aires.
Castelao nace en el pueblo marinero de Rianxo, en las Rías Baixas, un bello enclave donde vivió parte de su vida, aun cuando su infancia la pasaría en la Pampa argentina, donde su padre regentó una pulpería. Estudiaría medicina en Santiago de Compostela y a pesar de tener dotes para la misma diría aquella conocida frase: «Estudié medicina por respeto a mi padre, pero no la ejercí por respeto a la humanidad». Además de la retranca obvia, se muestra en ella uno de los rasgos característicos de su personalidad: la atención ética y humanista al prójimo, que en su vida se manifestaría como una constante preocupación por los excluidos, por los que sufren, por la gente común, en cierto modo esencia de los textos que componen Cosas.
La hermosa factura de este libro incluye los dibujos originales que Castelao realizó para la edición original en gallego, que saldría en dos partes, en 1926 y en 1929. Es interesante observar que entre esos años moriría su único hijo, lo cual podría ser asimismo uno de los intensificadores del tan poderoso fulgor emocional que el libro porta. La edición cuenta con esos dibujos, mostrando una singular combinación creativa, poética, que Castelao quiso imprimir siempre en sus obras. Una mezcla heterodoxa de letra y trazo, de gesto plástico y palabra, como si el lenguaje verbal llegase hasta un determinado nivel, faltando algo indecible que solo la oralidad misma o la gestualidad de la imagen pudiesen convocar. La traducción, hecha mano a mano entre Luis Solano, editor de Libros del Asteroide, y el escritor Domingo Villar, está muy lograda, intentando aproximar la escritura oralizante de la edición original al español. La traducción contó también con una revisión de la poeta y editora gallega Dores Tembrás. En verdad el libro, para un lector hispanoparlante, es un descubrimiento no solo por el brillo de la escritura, por la conciencia moral de su autor, o por la cautivante realidad que sus breves relatos o fragmentos narrativos nos muestran, lo es también porque hay un pulso vanguardista en la escritura, pulso que tal vez en una primera lectura es difícil observar.
El título del libro Cosas da cuenta de un género propio (las cousas, «cosas») creado por Castelao, en una integración sintética de dibujo y escritura, género singular que fue definiendo en sus colaboraciones varias en revistas de la época (Céltiga, A Nosa Terra, etc.), en una suerte de intento de congregar un pensamiento, una reflexión o un destello visionario en un texto breve, sencillo en apariencia, que dispone una interpelación afectiva o intelectual, o ambas, al lector. El autor rianxeiro tiró de este tipo de construcción literaria como un modo de escritura fragmentaria que dibuja un horizonte de prosa, un panorama narrativo en el que se sugiere, se muestra de forma elocuente sin taxatividad. Es precisamente esa cualidad híbrida y experimental una de las características de la amplia obra de Castelao, atento a todas las novedades que en su tiempo se estaban produciendo. Su Diario de viajes por Francia, Bélgica y Alemania da fe de esto, pues se puede observar un interés por el expresionismo alemán, que definitivamente influiría en su poética, la visión crítica hacia el cubismo o la sorpresiva integración del arte ruso, con ese carácter de vanguardia revolucionaria y transformativa. Son varias las influencias que componen la orientación creadora de Castelao, más aun en Cosas, dado que diseña un movimiento lector de aprehensión sutil cuya raíz dispone una preocupación de carácter social y cultural.
A pesar de la simpleza de los textos de Cosas, hay un profundo mar indagativo lleno de matices secretos que insinúan, de un modo no dicho, toda una serie de cuestiones que interrogan y muestran con discernimiento interior la miseria, la pobreza, el dolor, el asombro ante lo desconocido, la esperanza de algo mejor, cuestiones todas vinculadas al pueblo, al pueblo gallego, proyectado como idea global de cualquier época o lugar. Su pensamiento, influido por varios movimientos filosóficos y artísticos, por sus viajes y su inquietud intelectual, lo cifró en un modo popular en la medida en que parece que la candidez de Castelao, hombre amante de su gente, de la gente sencilla, de la gente del pueblo, hace que su prosa intente ser limpia, para cualquier lector, para cualquier persona, a pesar de los múltiples niveles hermenéuticos que su escritura contiene. Siempre que observo Cosas, o varias obras de Castelao, me resulta difícil no pensar en otros creadores de narraciones que intentaron hacer reflexionar desde la prosa sencilla, autores que pretendían el espacio de un pensamiento entreverado en el territorio de la figuración narrativa. De algún modo, de manera oculta, siempre he conectado a Castelao, a este Castelao que nos ocupa, con el Walter Benjamin narrador, el de Calle de sentido único o el de sus historias y relatos. Hay un aire de familia. Innegablemente Benjamin también bebe de un cierto expresionismo, y Calle de sentido único tiene un particular aire dramático ruso que pudo haber encontrado en Asja Lācis. En cualquier caso, Cosas comparte con ese autor el interés por abrir una prosa que conduce pensamiento sin erudiciones ni academicismos, inaugurando un género híbrido, además de compartir la afectación político-social del otro. No hay en Castelao un arte por el arte, al igual que en Benjamin, sino un arte que está entregado a lo popular, a la gente común, a quienes piden justicia y también amor.
Por eso el contenido del libro gravita alrededor de lo que podríamos llamar un cierto ser de lo popular, de lo popular gallego convertido en paradigma universal; oscilando sobre todo alrededor de esas personas que merecen una mirada llena de comprensión (pobres, locos, personas sufrientes por causa del poder o de la ausencia, de la distancia o de la impotencia) pero también nos muestra el libro ricas postales mágicas, luminosas, sobre la naturaleza o lo legendario que ha volado en el imaginario del pueblo durante siglos. La mirada humanista de Castelao, consciente de las desigualdades sociales, se entreteje con una retranca que boceta narrativamente panoramas imaginales, cuadros narrativos o, con Benjamin, imágenes dialécticas (dialektische Bild), figuras en prosa que un corazón conmovido por el prójimo y por lo sublime que guarda la historia nos entrega como enigmas llenos de furia y belleza. Las prosas breves de este libro, junto con las ilustraciones que las acompañan, diseñan breves cuadros que interpelan al lector, que lo interrogan acerca de la precariedad, de la soledad o de la microhistoria humana. La ironía tan característica del polímata gallego, junto con una agudeza profundadora, hacen de la lectura de este libro un deleite, con esa tensión que dulcemente el escritor rianxeiro crea, posicionándonos ante ventanas por las que podemos ver un mundo, un destello, una idea, un surgimiento primordial del pueblo gallego en su vaivén histórico, con la serenidad humorística y delicada de un guardador de estampas, que son tesoros que hacen a la imaginación volar, soñar, al mismo tiempo que posicionarse éticamente ante un mundo duro, injusto y por momentos patético. Leer Cosas es un ejercicio complejo, porque exige poner el corazón en un estado de escucha atenta, sincera, compasiva, al mismo tiempo que hace que el pensamiento piense; un doble estímulo (unión de corazón e inteligencia) que solo ciertos sabios, o ciertas personas demónicas, como gustaba decir a Goethe, son capaces de hacer.