Raquel Delgado
Ser de fuera
Sexto Piso
152 páginas
POR ANTONIO RIVERO TARAVILLO

La autora de este libro acaba de rebasar esa frontera por la que se rigen muchos premios literarios, según la cual se es joven, escritor joven, hasta los treinta y cinco años. Raquel Delgado (Valladolid, 1988) debuta con una colección de nueve relatos, y esto ya es un mérito porque el género del cuento tiene peor suerte editorial que el de la novela. Si además esa colección de cuentos es el bautismo de fuego, el aldabonazo de una voz que comienza a ser oída, más insólito. La extrañeza aumenta si, como se trata de Sexto Piso, la editorial en que aparece se nutre de un exigente catálogo compuesto en su mayoría de autores hispanoamericanos y europeos.

¿Y qué es lo que ofrece el libro en cuestión? Nueve acercamientos complementarios, con un tono y un ámbito referencial bastante parecidos en todos los casos, hasta el punto de que estos cuentos no operan por acumulación; bien al contrario, dialogan entre sí porque Delgado ha colocado con destreza espejos narrativos y de motivos recurrentes entre ellos. Los protagonistas son todos del sexo femenino, en diferentes edades que van de la infancia a la edad adulta, a la primera madurez; los varones apenas sirven para crear contrastes y, mediante el vínculo ineludible de la familia, tensiones, frustraciones (pero estas también afloran en las relaciones entre las mujeres de la misma sangre, como se advierte en «Dímelo a mí», quizás el mejor de los relatos).

Lo que constituye uno de los puntos fuertes del libro es al mismo tiempo una de sus debilidades, o al menos de sus riesgos. Porque la coherencia y la unidad pueden deslizarse hacia la monotonía y la unidad. ¿Lo hacen aquí? No siempre, pero sí sorprendentemente en el vehículo expresivo: la forma de narrar es siempre la misma, sin apenas matices entre las voces narrativas (ni siquiera cuando se usa el recurso de un diario); y, sobre todo, llega a chocar el casi monocultivo del presente histórico, un latifundio que está bien para Julio César al referir su versión de la guerra de las Galias, pero que para una escritora del siglo XXI, que lo que narra son los conflictos de la intimidad, hubiera sido mejor una colección de minifundios de la conjugación de los verbos en los que la variedad imperase.

¿Están bien escritos estos relatos? Sí, en la medida en que su lenguaje es efectivo para lo que se impone: reflejar zozobras interiores y querellas con los otros. Sucede lo que con Sara Mesa y su libro de relatos La familia, susceptible de ser leído como novela: un fractal en el que las diferentes partes tienen su papel. Pero sin alardes estilísticos, con un sermo humilis que evita lucirse y lo campanudo. También me ha recordado el libro de Mesa porque, si en este los protagonistas son los mismos a través de las diferentes historias, en Ser de fuera la protagonista (doblada de voz narrativa las más de las veces) bien podría ser siempre la misma, aunque cambien los nombres. También es posible advertir cierta evolución cronológica como en Dublineses, de James Joyce, aunque no tan marcado.

Los choques familiares y generacionales, más los antropológicos y culturales (la difícil negociación entre el pueblo y la ciudad) son el eje del libro, en el que hay ritos (misas de difuntos, despedidas de solteras o bodas) que se sobrellevan o directamente se ponen en tela de juicio, como sucede en «Campanadas». Pero hay que señalar que esos enfrentamientos o roces a la postre encuentran siempre una forma de conciliación. Esto ocurre de manera especialmente llamativa en el primero y el último de los cuentos (aquel, una especia de «Carta al padre», a lo Kafka; este, narrado por una hija que es ya ella quien tiene que cuidar a su progenitor). Hay siempre una sensación de no pertenencia, de frustración, que inunda los relatos. La vida no es de color de rosas.

Según un refrán irlandés, tús maith leath na hoibre, «un buen comienzo es la mitad de la obra». Supongo que habrá dichos parecidos en otros idiomas. En el caso de Raquel Delgado podemos afirmar que con esta tarjeta de presentación ya tiene ganado nuestro interés para el futuro. Con su primer libro ya ha mostrado unas notables credenciales que habrán de rendirle fruto cuando publique el segundo (y el resto). De ella, de su esfuerzo, dependerá que no se frustre esa bien fundada esperanza.