Luciano Lamberti
La maestra rural
Banda Propia
264 páginas
Random House
288 páginas
POR SERGIO GALARZA

Angélica Gólik pertenece a esa estirpe de personajes que establecen un orden nuevo dentro de la realidad. Maestra rural que centra la clase de Biología en el estudio de los anélidos, las lombrices, los gusanos, mientras que en Historia cita conspiraciones y mensajes ocultos al hablar de civilizaciones perdidas, y se inventa accidentes geográficos y océanos, rematando su currículum docente con la enseñanza del sistema duodecimal. Poeta venerada por lectores tan marginales como la belleza oculta de su creación. Madre de un niño raro y deforme al que mantiene alejado de su entorno y futura viuda de un periodista. Su biografía extravagante y fragmentaria, reconstruida a través de las voces de quienes la conocieron y leyeron, y de las páginas de sus diarios, representa un mundo pervertido que trata de sobrevivir a su destrucción manteniéndose fiel a sus intereses.

Aquí lo pervertido debe entenderse como un cambio de roles y la desobediencia de las normas sociales. Angélica es una maestra que despierta la curiosidad desde otros ángulos y una poeta que genera adicción al establecer sus propias reglas. Y acaso sea la mejor embajadora de su autor, Luciano Lamberti, escritor argentino que hasta la aparición de La maestra rural sólo había publicado libros de cuentos, un poemario y piezas periodísticas, lejos de la enajenación de las modas. Se trata de una carrera marcada por la brevedad y lo conciso, por ello resulta lógica la apuesta por una estructura donde los capítulos son cortos como relatos de entre diez y cinco páginas, y tanto cerrados como abiertos en sus finales, escritos con un lenguaje pulcro, sin aspavientos ni regodeos inútiles, dejando que el peso literario recaiga sobre la complejidad psicológica del personaje principal, sin descuidar el carácter de los secundarios.

«Todo el mundo me da un poco de miedo, como si secretamente los considerara superiores por el hecho de no ser yo», confiesa Angélica en uno de sus diarios, que son capítulos que también funcionan como relatos breves. Hay dos ambientes muy definidos en la novela: el familiar y el literario. Ella es madre, esposa y profesora dentro de la sociedad convencional en la que habita. Y es una poeta autoeditada que cosecha fanes más que lectores en los márgenes de esa misma sociedad a los que sólo se asoman los que no temen nada. Mientras que la sociedad convencional la rechaza porque considera que no encaja en los moldes que se exige a una mujer con sus roles, en esos márgenes se la rinde culto gracias a que rompe con todas las ataduras de la Literatura. El trabajo de esta dualidad es notable. Sin caer en estereotipos ni en los lugares comunes del creador atormentado, Lamberti transforma una biografía atractiva en una investigación profunda que es inevitable relacionar con las estrategias narrativas de Bolaño.

A todo el mundo Angélica le da un poco de miedo, por razones distintas, pero sus fanes son los únicos que se atreven a indagar sobre ella en persona, como Santiago Kebuk, uno de esos lectores que es poseído por su obra. El intercambio de correos electrónicos para entrevistarla es capaz de producir vergüenza ajena, lástima, rabia, todo a la vez. «Creo que usted quiere ser escritor antes de escribir, y eso se nota. Se nota también que ha estudiado Letras y ha leído mucha poesía, porque ante cada opción, ante cada encrucijada, opta siempre por el camino seguro, el que ya ha sido trazado por otros, más valientes, más temerarios, más originales», le humilla ella en uno de sus correos, provocando su decepción, reacción ante la cual la poeta cede de manera formal y casi amable, como si eso hubiera sido lo que esperaba de él.

Esta reconstrucción coral no pretende resolver un misterio. Aquí lo que se cuenta es la vida de una artista fuera de sí y del mundo. Angélica Gólik es un personaje poliédrico como todo personaje memorable. Puede producir rechazo y unas páginas más adelante arrancarnos una carcajada o sumirnos en el desconcierto. La maestra rural es una novela singular de un autor que va sumando fieles a su estilo, como quien capta seguidores para una secta, la de los Lambertinos, lectores que necesitan experiencias transformadoras que iluminen sus estanterías.