María Teresa Andruetto
Una lectora de provincia
Ampersand
186 páginas
POR JESÚS CANO REYES

Una niña experimenta el extravío de la escritura cuando, para cumplir el encargo de su madre, se pierde en su pueblo con un papel escrito en la mano y es identificada por el cartero. Después, esa misma niña aprende en el colegio a narrar contando las historias que ha leído –y adaptándolas según la duración del recreo– a sus compañeras de clase, que le pagan los primeros derechos de autor con parte de su merienda. Por último, descubre la importancia de la forma del relato en el confesionario cuando, por razones de ritmo, añade algunos pecadillos inventados en la retahíla de la confesión, hasta que el cura, al ver que la página donde los lleva escritos sigue por detrás, la interrumpe diciendo: «Te perdono lo que está del otro lado también». Los tres instantes resumen el mito de origen de la escritora argentina María Teresa Andruetto (Arroyo Cabral, Córdoba, 1954), que ha construido a lo largo de los años una de las obras más notables de la literatura latinoamericana reciente con novelas imprescindibles como La mujer en cuestión (2003) o Lengua madre (2010) y una extensa producción de literatura infantil y juvenil. Del mismo modo, las palabras del cura podrían resumir una poética siempre pendiente de la inclusión de lo que con frecuencia queda del otro lado.

Las anteriores son solo algunas de las sugerentes imágenes que Andruetto evoca en Una lectora de provincia, un título provocador y perfecto que es una declaración de intenciones y un anticipo de las tres líneas primordiales del libro. En primer lugar, en su presentación como lectora antes que como escritora, y en el hecho de que el eje vertebrador de estas memorias lo constituyen los libros leídos y no los escritos, hay una defensa emocionante del acto de leer. Atraviesan el libro listas de lecturas que marcaron sus distintas edades y que conformaron, desde la infancia hasta el presente, su educación sentimental y también ideológica. Sin embargo, más allá de la transformación individual y de la vivencia íntima, la importancia política de la lectura que defiende Andruetto radica en el imperativo de que se convierta en una cuestión de estado a través de la educación, las bibliotecas y las políticas públicas.

En segundo lugar, el apellido «de provincia» constituye otro posicionamiento muy claro a la hora de reivindicar un ámbito con frecuencia desairado desde el poder hegemónico de las capitales. Andruetto, especialista en la apropiación y resignificación de las categorías menores, hace gala de su condición de escritora de provincia para señalar que su relación con la literatura se establece desde un territorio muy específico. Por último, la marca femenina del título revela también la perspectiva de género que domina todo el libro, como prueban los epígrafes de cada capítulo (que comienzan y concluyen con Hélène Cixous y pasan por Annie Ernaux, Julia Kristeva o Mary Oliver) o el dato de que en el relato familiar el valor de la lectura se traspasa de unas a otras en una genealogía de mujeres.

Una lectora de provincia se lee felizmente como mucho más que un libro de memorias, sobre todo en la medida en la que el yo prefiere no ocupar un lugar central, sino canalizar las historias de los demás, lo que se hace explícito en unos últimos capítulos dedicados a comentar la obra de varios poetas. Incluso en un texto de corte autobiográfico como este, Andruetto defiende la premisa de que la literatura más interesante (tanto para el lector como para el escritor) no es aquella que persigue la identificación con uno mismo sino el extrañamiento: «Cuando leo, el autor me lleva a un punto de vista que no es el mío; me obliga a descentrarme, a volverme otro u otra. Y cuando escribo, le entrego la palabra a un punto de vista ajeno para hacer tambalear mis certezas y obligarme y obligar al lector a mirar desde ahí». En este libro, Andruetto traza un mapa de lecturas y afectos, parte de lo personal para hablar de lo colectivo y cuenta historias significativas y conmovedoras utilizando un tono contenido y las palabras precisas. Con oficio de narradora veterana y pasión de novel, logra hacer un delicado ejercicio de memoria y decantarlo en un libro memorable.