Ignacio Cembrero
La España de Alá
Ed. La esfera de los libros, Madrid, 2016
389 páginas, 21.90€
POR ISABEL DE ARMAS

El contenido de este libro apunta, sin lugar a dudas, a que el peso demográfico de los musulmanes aumentará inevitablemente en los próximos años en España y en Europa. Trece siglos después del inicio de su conquista de la península Ibérica, que supuso con al-Ándalus la época de mayor esplendor del islam, más de cinco siglos después del final de la Reconquista, los musulmanes están de vuelta. En nuestro suelo patrio son ya algo más de dos millones y esta cifra sigue creciendo. Ignacio Cembrero avisa: «Más vale que su incorporación a la sociedad española –la integración es un sueño lejano– se desarrolle en los próximos años sin demasiados tropiezos». Las minorías musulmanas, que en algunos Estados de la Unión Europea alcanzan ya el 8% de la población –en España se sitúa en el 4%– van a crecer aún más. Un continente con un sustrato cristiano, pero cada vez más secularizado, tendrá que incorporar a millones de personas fieles de una religión conservadora que impregna a veces todos los aspectos de su vida cotidiana privada y pública. El autor del trabajo que comentamos comprueba que «la tarea no va a ser fácil», ya que los musulmanes, sobre todo los procedentes de países árabes, se adaptan más difícilmente que los latinos, chinos, hindúes, africanos cristianos o animistas, entre otras confesiones. Además, entre ellos anidan radicales que causan un enorme daño a su reputación.

El periodista Ignacio Cembrero, ha sido corresponsal de El País en Oriente Próximo, en el Magreb, en Bruselas y también se ha encargado durante años del seguimiento de la política exterior española, es decir, que conoce bien el terreno que pisa. Su trabajo parte del punto de que Europa, y especialmente España, tiene unos índices de natalidad muy bajos; su población envejece a marchas forzadas. Necesita mano de obra extranjera para trabajar y cotizar, para que su Estado de bienestar no se derrumbe. De los musulmanes que, a causa de las convulsiones que atraviesan sus países y por razones de proximidad geográfica, llaman a las puertas del Viejo Continente, dice: «Bienvenidos sean no por altruismo, sino porque los necesitamos». Señala entonces que esta inmigración, en general pacífica, aunque en sus filas se cuelen algunos violentos, nunca ha cambiado los valores de las sociedades de acogida ni modificado substancialmente sus instituciones. «Al contrario –puntualiza–, son los recién llegados los que, a trancas y barrancas, han hecho suyas a la larga las esencias de su nueva patria». Como buen conocedor del tema que trata, el autor de este libro considera que es algo urgente el facilitar la adaptación de este creciente colectivo, adaptación que, entre otras cosas, consiste en fomentar la creación de un islam europeo tolerante, abierto y alejado de esa religión esclerosada que impera en muchos de sus países de origen. «Sobre todo –avisa– ha de apartarse de ese islam que a golpe de fajos de dólares ha propagado Arabia Saudí y cuyas interpretaciones más extremistas inspiran a grupos terroristas como Estado Islámico». Piensa que para ayudar al nacimiento de ese islam europeo, los poderes públicos deben, al menos durante algún tiempo, dejar a un lado su laicidad e intervenir como antaño en los asuntos eclesiásticos. Apunta que esta es una tarea compartida en la que intelectuales y teólogos musulmanes deben también, por su parte, reflexionar sobre cómo modernizar una religión que en las últimas décadas camina a contracorriente en dirección a sus orígenes de hace trece siglos. Cree que, dentro del marco europeo, España juega, por el momento, con ventaja en esta importante partida, ya que su inmigración es más reciente y menor que en otros países vecinos. «La segunda generación –escribe–, formada por los hijos de los inmigrantes, no es muy numerosa, y la tercera casi no existe». Cembrero viene a decirnos algo así como aquello de «sin prisas, pero sin pausa», y concreta: «No hay, sin embargo, que perder tiempo ni bajar la guardia». Este trabajo que comentamos ofrece abundantes e interesantes datos, entre los que cabe destacar la realidad de que en Cataluña, Ceuta y Melilla hay considerables guetos de inmigración musulmana y un número importante de jóvenes en paro y con escasa formación que busca en foros de internet repuestas que les saquen de la confusión en la que están sumidos y que den un sentido a su vida. «A ellos se añaden –dice Cembrero– un puñado de conversos que hace treinta o cuarenta años se habrían probablemente afiliado a grupos de extrema izquierda y que ahora optan por un islam extremista, convencidos de que así se suman a la lucha contra la globalización capitalista».

Este libro viene a ser un completo recorrido de los musulmanes en la España del siglo XXI. Nos describe sus vidas, sus problemas, sus rivalidades, sus anhelos y también sus buenas y sus malas intenciones. El autor nos habla de cuántos son, dónde están y cuántos van a ser en un futuro próximo, dónde habitan los radicales, qué corrientes religiosas están en auge, quiénes son sus líderes y cómo se les controla. Trata con seriedad la manera en la que los musulmanes viven su fe en España, los entresijos, rivalidades y enfrentamiento entre Irán y Arabia Saudita en la península Ibérica, y hasta por qué Pablo Iglesias colabora con la televisión iraní en español. Merece especial mención el capítulo dedicado a los servicios de seguridad, empezando por el Centro Nacional de Inteligencia (CNI); el papel que juegan en el freno a la inmigración y las infiltraciones de confidentes en mezquitas y consulados marroquíes. Es especialmente interesante la descripción que se hace acerca de los medios que utiliza Marruecos para tratar de mantener bajo control a sus inmigrantes –no podemos olvidar que constituyen el grueso de la inmigración musulmana en España– incluso cuando estos ya han adquirido la nacionalidad española.

La España de Alá considera que es buen momento para dar a conocer a esa gran minoría variopinta que «tanto miedo da a muchos de los que no comparten su fe». El autor afirma que «no hay motivos para temerles». Sin embargo, no deja de recordarnos que en Melilla la mitad de su población es musulmana, que rebasan el 50% según el cálculo de la Unión de Comunidades Islámicas de España (UCIDE), y que esta ciudad de 85.584 habitantes es la única de la Unión Europea (UE) de cierto tamaño donde se alcanza tal porcentaje. También la vida de Ceuta, con 84.498 habitantes, está impregnada por el islam. «Estas dos ciudades –escribe Cembrero– son los únicos lugares de la UE donde la Pascua del Sacrificio o Fiesta del Cordero (Aid el Kebir) es festivo local desde 2010 por decisión de sus respectivas asambleas, como se conoce allí al pleno del ayuntamiento». También nos recuerda que mientras en España el número de iglesias católicas permanece estable –23.098, según el Ministerio de Justicia–, el de templos evangélicos y musulmanes crece al ritmo de un 20% anual. Estos últimos se elevaban a finales de 2015 a 1.427, en su mayoría en Cataluña. Y a pesar de afirmar que «no hay motivos para temerles», Cembrero reconoce que, a veces, «algunos dirigentes musulmanes moderados dan miedo». En este sentido, recuerda las palabras de Tayyip Erdogan, actual presidente turco, cuando en un mitin electoral acabó recitando unas estrofas del poeta nacionalista Ziya Gökalp: «Las mezquitas son nuestros cuarteles; los minaretes nuestras bayonetas y los creyentes nuestros soldados». Y en las mezquitas, el imán es una figura clave. Solo Marruecos cuenta con 33.000 imanes que, cuando llega el Ramadán –el mes del ayuno y de la espiritualidad–, despliega por toda Europa con todos los gastos pagados, para reforzar la tarea de predicación. Estos gastos se sufragan desde el Ministerio de Asuntos Islámicos o desde la Fundación Hassan II. Los imanes no solo se dedican a los adultos. Algunos de ellos, concretamente en España, junto con profesores, imparten clases de religión, lengua y cultura marroquí a niños originarios de Marruecos. Lo hacen sobre todo por la tarde o el fin de semana en las mezquitas, pero también en determinados centros escolares públicos que les ceden un aula en horario no lectivo. Parece ser que a los Ministerios de Justicia e Interior no les entusiasma esta actividad, pero nunca han hecho nada para impedirla. Ambos organismos señalan que, en definitiva, se trata de «una herramienta para enseñar a los hijos de sus emigrantes a ser marroquíes» y no españoles, lo que dificulta la integración. Por otra parte, hay que decir que, en la actualidad, las mezquitas están tan vigiladas que han perdido buena parte de su atractivo para la captación por parte de los radicales. El ministro Fernández Díaz afirma que hasta 2012 el 80% de los aspirantes a terroristas habían sido reclutados en la mezquita y su entorno inmediato, pero tres años más tarde el 80% de los aprendices de yihadistas «mordían el anzuelo del fanatismo en las redes sociales y en foros especializados en internet».

«En Cataluña tarde o temprano se hablará del catalán musulmán; si dentro de veinte años hay tres millones de musulmanes catalanes, el Ramadán se vivirá como un hecho normal». Son palabras textuales del cónsul de Marruecos en Barcelona, Fares Yassir, en octubre de 2014, en una entrevista a El Periódico de Catalunya. La cifra puede que sea exagerada, pero lo que sí que es cierto es que el número de musulmanes en España no cesa de aumentar. Por comunidades, Cataluña se sitúa a la cabeza, seguida por Andalucía, Madrid y Valencia. En 2005 había en España 201 lugares de culto islámico, en 2015 ascendían ya a 1.427. En Cataluña habían aumentado en una década de 55 a 292. Ignacio Cembrero señala que «si es en Cataluña donde más musulmanes hay en España –medio millón y aproximadamente el 7 por ciento de la población– no es por casualidad». No cabe duda de que la Generalitat ha utilizado todos los resortes a su alcance para escoger a quienes se han asentado en sus dominios. Una opinión muy general y no falta de argumentos es que la Generalitat ha primado a aquellos inmigrantes de países donde no se habla español para favorecer su adhesión al proyecto soberanista frente a España. Del todo cierto es que cuando los nacionalistas catalanes empezaron su andadura independentista, inmediatamente se acordaron de la inmigración musulmana. E igual de cierto es que cuando Artur Mas dio el pistoletazo de salida a los llamados Nous Catalans, faltaban solo seis meses para las primeras elecciones autonómicas con la independencia como telón de fondo.

Parece que en la actualidad España no está clasificada como prioritaria a los ojos yihadistas. Sin Embargo, Cataluña no solo es la tierra donde residen muchos aspirantes a yihadistas, sino también un lugar de predilección para los salafistas. El salafismo es una ideología internacionalista que propugna la instauración de un orden islámico universal que recupere las esencias del islam, hoy en día corrompido. Cataluña es el lugar de Europa donde, junto con Bélgica, los salafistas son más activos. En los últimos tres años han celebrado nada menos que 26 congresos en Gerona, Barcelona y Reus. Por su parte, Bélgica es el país de Europa del que, en relación a su población, más jóvenes han salido rumbo a Oriente Próximo. El experto Fernando Reinares establece claros paralelismos entre Cataluña y Bélgica; en ambas observa, además de una muy singular concentración salafista, una sociedad dividida por cuestiones de identidad que no favorece la asimilación de una cultura multicultural.

En el intenso recorrido de su trabajo, el autor constata que los musulmanes en la España del siglo XXI son muchos y que serán más. Se pregunta entonces si acabaremos teniendo los mismos problemas que ya existen en otros países europeos y opina que, de momento y aunque el panorama no es temible, existen focos que sí son preocupantes. Por eso piensa que no hay que bajar la guardia, y que es preciso poner los medios para adelantarse a posibles acontecimientos a fin de que los problemas no lleguen a desbordarnos.