«El trabajo con el lenguaje -con la forma- es la base de lo que queremos contar»
Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990) es escritora. Es autora de la novela Los nombres propios (Sexto Piso, 2021) y del poemario La edad ligera (Rialp, 2021), que fue accésit del Premio Adonáis 2020. Ha colaborado con sus textos en revistas literarias como Piedra del Molino, Turia o Anáfora, y en la antología de lengua hispana Casapaís. En noviembre de 2021 recibió la beca de Acción Cultural Española en colaboración con la Mairie de París para disfrutar de la Residencia de escritores en la Cité internationale des arts 2022. Licenciada en Filología Hispánica (UCM) y máster en Estudios Literarios (UCM) y en Letras Modernas (Université de Lorraine), actualmente escribe e imparte talleres de escritura en Madrid.
Puedes hablarnos de tus obras publicadas hasta el momento: qué tipo de libros se tratan, dónde los has publicado, qué temas abordan.
El primer libro que publiqué es la novela Los nombres propios (Sexto Piso, 2021). Se trata de un bildungsroman estructurado en tres partes (y una coda), en las que se aborda la infancia, la adolescencia y la juventud de una niña (luego adolescente, luego mujer). La peculiaridad a nivel narrativo es que la historia está narrada por Belaundia Fu, la amiga invisible de la protagonista. El tema principal del libro es la búsqueda de la identidad, pero al ser este un tema que llama a muchos otros, encontramos tramas sobre el amor, la familia, los afectos, la soledad, la enfermedad, la muerte y la amistad.
Mi segundo libro es La edad ligera (Rialp, 2021), un poemario cuya publicación se debe a que fue accésit del Premio Adonáis de Poesía en 2020. Este libro aborda el tema del amor partiendo de una respuesta a los clásicos (ya en el título se avanza Garcilaso). Comienza dirigiéndose directamente a Dante para –modestamente– hacerle algunos reproches, y de ahí explora y hace avanzar este amor, preguntándose cómo podría ser hoy, si no es como nos contó el Renacimiento.
¿Cuáles son tus autores de cabecera: quiénes te influyeron más en tus comienzos? ¿Puedes citar algún autor o autora que hayas tratado de tomar como modelo?
Leí desde pequeña mucha poesía, Antonio Machado y Gloria Fuertes sin duda me influyeron cuando comencé a escribir. El Quijote o El guardián entre el centeno fueron libros que me impactaron en la adolescencia, pero seguramente de quien más bebí en esa época fue de los relatos de Cortázar.
Ya en la universidad descubrí a Emily Dickinson, que me acompaña siempre, y a Dante Alighieri, cuya Vita nuova creo que es una de las principales referencias de mi novela Los nombres propios. Dante tiene todo lo que me gusta: literaturiza lo que entonces era lengua vulgar, pasa de la prosa a la poesía sin intermediaciones, y me enseñó que los temas que me interesan pueden ser materia literaria. Eso también lo hicieron Alejandro Zambra y Joan Didion, y también Amélie Nothomb. Los tres comparten una aparente sencillez a la hora de expresarse que todavía intento comprender: parece que no dicen nada y lo dicen todo.
Como autora de narrativa, ¿qué innovaciones encuentras en los libros editados en los últimos años: qué tendencias te interesan más y cuáles crees que representan mejor tu trabajo?
Me interesa fundamentalmente el trabajo con el lenguaje y la construcción de una ficción. Me parece que en literatura forma y contenido son indisociables, y que en ese sentido el trabajo con el lenguaje –con la forma– es la base de lo que queremos contar. Paralelamente, me interesa la ficción. No me importa de dónde extraiga su material (de la documentación o de la vida misma), no me importa si es autoficción o si habla de dragones, pero me interesa la construcción de un mundo, de unos personajes, de una historia, más que el mero testimonio o la crónica.
Actualmente, existe un debate entre la literatura de realidad y ficción, y también abundan libros donde se produce la mezcla de géneros, en los que el ensayo y el testimonio personal se confunden, etc. ¿Crees que esta discusión acerca de la naturaleza de los géneros narrativos se ha dado siempre, o se está manifestando ahora con mayor intensidad?
Supongo que el reciente auge de la autoficción ha dado lugar a esa discusión entre qué es ensayo, qué testimonio, qué crónica, etc., pero dudo mucho que la discusión sobre los géneros narrativos se reduzca a nuestra época. Es verdad que hoy en día la teoría de la literatura es una disciplina muy desarrollada, pero ese debate (más o menos inconsciente) entre los géneros y entre la realidad y la ficción ya se dio con el surgimiento de lo que hoy llamamos novela epistolar, por ejemplo. ¿Era eso una novela? ¿Eran esas cartas reales?
Es un debate, en cualquier caso, que es competencia de los críticos y los teóricos, más que de los escritores.
Entre los narradores y narradoras en lengua española de las últimas décadas, ¿quiénes crees que están abriendo puertas a la necesaria renovación y de qué manera?
Cristina Morales, Juan Gómez Bárcena, Andrea Abreu, Alejandro Zambra o Valeria Luiselli, sin parecerse en nada entre sí, creo que tienen propuestas que coinciden en varios puntos: el cuidado por el lenguaje, una mirada particular del mundo y una determinada solidez literaria. Seguro que me olvido de muchos, pero seguro que estos están.
¿Puedes hablarnos de tus proyectos en marcha: qué estas escribiendo y qué clase de libro crees que resultará?
Ahora mismo os escribo desde París, donde estoy en la Cité Internationale des Arts con una beca de escritura, escribiendo un libro de relatos. Son relatos de ficción sobre las relaciones de pareja en el mundo de hoy, en los que exploro la distancia entre el papel que queremos representar y aquello que realmente somos. Espero que resulte un libro gustoso de leer y un poco irónico. ¡Veremos!