Marta Jiménez Serrano
No todo el mundo
Sexto Piso
212 páginas
POR DIEGO SÁNCHEZ AGUILAR

Marta Jiménez nos ofrece, en su primera incursión en el género, una colección de relatos caracterizada por su unidad: todos los cuentos son historias de pareja y comparten la misma localización geográfica y temporal. Si a eso le sumamos la uniformidad (con excepciones) en las edades, orientación sexual y clase social de los protagonistas, podríamos decir que No todo el mundo constituye un análisis o muestrario de conflictos amorosos de la joven clase media, heterosexual, urbana y culta, en el Madrid de las primeras décadas del siglo XXI.

Contar el ilusionante inicio del flechazo, las tensiones de la convivencia, la caída en la rutina y la triste separación es algo mil veces repetido que exige algún desvío narrativo que desautomatice la «historia de amor» y la haga de nuevo significativa (véase, en este sentido, la magnífica Feliz final de Isaac Rosa). Marta Jiménez emplea en los catorce relatos todo tipo de recursos para efectuar esa desautomatización; lo interesante es que en esas técnicas no hay una voluntad puramente formal, pues siempre revelan algo esencial sobre el mundo real, sobre qué significa, hoy día, formar una pareja. El breve espacio de la reseña no deja lugar al análisis pormenorizado de esas técnicas destinadas a crear distancia entre el lector y los personajes (si bien es una distancia amable, que no implica una frialdad feroz como la que, en el análisis de lo amoroso, desplegó Elfriede Jelinek en Las amantes), pero sí me interesa destacar que todos esos recursos literarios son el reflejo de la distancia, igualmente irónica o postmoderna, con que los personajes viven sus propias historias de amor y los roles que les toca interpretar como pareja.

Tomemos, por ejemplo, el primer relato, el más largo del libro. El narrador es una primera persona del plural, un nosotros que invita a los lectores para que, desde esa cómplice distancia, contemplemos a los personajes. Junto a esa voz narrativa, el otro recurso empleado en «Tenemos que dejarlo» es el de la prolepsis o flash forward: continuamente, en cada una de las «fases» del planteamiento-nudo-desenlace, el narrador avanza el final y nos recuerda el tiempo que falta para que un personaje diga «tenemos que dejarlo». Lo interesante de este recurso (parecido al que ya utilizó la autora en su novela Los nombres propios) es que no son solo el narrador y el lector quienes sabemos que estos personajes no van a ser felices y comer perdices: ellos también lo saben. La pareja, hoy día, tal y como la muestran estos cuentos, es una narrativa en tensión con su propio género, y el mayor elemento de esa tensión es precisamente, el de su desenlace. Las parejas de No todo el mundo se embarcan en las historias amorosas, entran en el planteamiento de su historia, sabiendo ya que esa unión, ese nudo, no va a ser hasta que la muerte los separe. De ahí, también, la importancia de la figura de la expareja en casi todos los relatos: este personaje fantasma, esta huella de las relaciones pasadas, es un constante recordatorio de lo efímero de la relación en curso, de su inevitable desenlace.

El eje narrativo de los relatos es, por lo tanto, la tensión entre la persona y lo que se espera de ella como personaje de un relato de pareja. Esas tensiones son variadas y el espacio de una reseña no deja lugar a su análisis detallado. Encontramos, por poner algunos ejemplos, a la adolescente oriental que es sometida a la categoría pornográfica de «Horny asian teen», a la anciana que sabe que por su edad no debería sentirse como una adolescente enamorada de «Filmin», o la dificultad de asumir la palabra «novio» con todo lo que ella acarrea del relato «La ciudad moderna»…

Esta última tensión, la que sufren los personajes de «La ciudad moderna», es tal vez la más extendida a lo largo del libro: cómo se conjuga esa pasión por ser individuo libre, independiente y ávido de experiencias, con las ideas de compromiso, fidelidad, eternidad, entrega, sacrificio y renuncia que parece incluir la palabra «pareja». En un mundo occidental, contemporáneo y urbano, en el que la mujer es independiente económicamente y la maternidad es solo una opción, la palabra «pareja», y el relato que esta implica, es conflictiva, irónica, compleja: en ella se dan todas las tensiones narrativas y sociales de la misma forma entrelazada con que Marta Jiménez las retrata en No todo el mundo.