Lola López Mondéjar
Sin Relato
Anagrama
344 páginas
«¿Cómo construir sobre este fondo de incertidumbre planetaria, cuando el futuro se nos usurpa,
un tiempo en el que “pasado, presente y futuro sean como las cuentas
de un collar engarzado por el deseo” como decía Freud?»
Lola López Mondéjar
La escritora y psicoanalista Lola López Mondéjar ha ganado el Premio Anagrama de Ensayo 2024 con su obra: Sin relato. Atrofia de la capacidad narrativa y crisis de la subjetividad. Su carrera literaria es muy variada y extensa y está jalonada por novelas, libros de cuentos, ensayos y obras de teatro. De su narrativa destacan sus novelas Mi amor desgraciado, que trata sobre lo extrema que es la experiencia de la maternidad; La última vez que no te quiero, en la que su alter ego busca una identidad; y Cada noche, Cada noche, una versión de la traumática historia de Lolita.
Sin relato es un libro que trata sobre la identidad de los humanos y sobre cómo esta se genera en nosotros, aunque históricamente hayamos renunciado a participar más en su construcción por no interferir con verdades más altas. En esta obra se incide principalmente en lo peligroso que puede resultar aceptar identidades miméticas, prestadas por la cultura, y renunciar a crear una identidad propia que solo puede ser narrativa.
Sin relato es el quinto ensayo de Lola López Mondéjar. Los tres primeros podrían agruparse en algo llamado «la trilogía de la creatividad» en la que persigue desentrañar el misterio de la creación artística, una búsqueda que comparte título con la mítica conferencia de Stefan Zweig. Entre ellos, el primero, de 2009, se titula El Factor Munchausen. El misterio de la creatividad humana. En él, buscando el psiquismo creador, la autora se encuentra con el barón de Munchausen, que es capaz de dar esquinazo a su desvalimiento tirando de los pelos de su coleta y escapando así de la ciénaga en la que está atrapado. Este que la autora llama Factor Munchausen permite a los artistas eludir un destino que detestan, autorrepararse y encontrar una vía de expresión propia. Su segundo ensayo, Una espina en la carne. Psicoanálisis y creatividad (2015), te topa con la Función Autor, un concepto complementario al primero que planea sobre toda su obra. La Función Autor dota a la persona que se atreve a crear, a ser autor, de una identidad nueva que acepta como propia y que le permite dotar de sentido a su vida. Y finalmente esta trilogía la cierra su ensayo de 2018 titulado Literatura y psicoanálisis. Si digo agua, ¿beberé?
El viaje de Lola López Mondéjar parecía que nos llevaba a entender a los artistas y a discutir con ella sobre si el trauma temprano de los artistas era grande o muy grande, pero en 2022 publicó Invulnerables e invertebrados. Mutaciones antropológicas del sujeto contemporáneo. Ahí dio un salto y se empezó a vislumbrar que su objetivo era mucho más ambicioso, era el de la filosofía: comprender cómo funciona todo y buscar la manera en que los humanos nos podemos enfrentar a la existencia y a la finitud.
En Sin relato, el libro recientemente distinguido con el Premio Anagrama de Ensayo, la autora, con su prosa a la vez profunda y accesible, intenta desentrañar este misterio acompañada de múltiples autores que nos va trayendo como quien te presenta a maestros muy sabios y muy queridos. Sin relato habla de la falta de creatividad en la era digital, de la ausencia de relato propio que ella observa en sus pacientes y en todos los humanos cuando sería posible tenerlo. Es cierto, todos venimos heridos o, cuando menos, tenemos que montar algo que ruede sin tener ruedas. Y en estos momentos de jibarización de la capacidad narrativa estamos en riesgo de aceptar verdades enlatadas, cómodas, llenas de negación de la realidad, que pueden convertirnos en hombres y mujeres huecos llenos de lo que la autora llama «fantasía de invulnerabilidad».
La búsqueda de la identidad corre paralela al desarrollo de los humanos y según Lola López Mondéjar, le damos respuestas precipitadas: soy católico, soy PAS, soy romántico, soy heterosexual, soy homosexual, soy mejor que tú. Todas estas identidades prefijadas nos sirven como soluciones temporales, pero si nos quedamos detenidos en ellas, cierran las preguntas y las posibilidades de crecer. Se puede vivir adherido a las identidades impuestas, miméticas, pero ¿eso es vida?, ¿podemos llamar vida a vivir sin creatividad, sin independencia, sin preguntas?, ¿nos tenemos que conformar con un ser humano bonsai que repita narrativas prestadas? Después de leer este libro la sensación de que si nos detenemos dejaremos de intentar ser sujetos es casi física. Si el sujeto contemporáneo se niega tozudamente a ejercer la Función Autor en su vida, tiene mucho peligro de convertirse en objeto para otros fines y de dejar de ser humano.
Aunque permanece en un segundo plano, el psicoanálisis es la herramienta empleada para explorar esta época del turbocapitalismo de la mano de autores como Freud, Lacan o Winnicott. Lola López Mondéjar utiliza el psicoanálisis dando importancia a una visión sociológica, atravesada y enriquecida por la filosofía contemporánea y las olas del feminismo. Estamos en un mundo que según la autora va prescindiendo de lo narrativo y reclama lo fluido, la no fricción, la aplastante normalidad y eso se puede indagar con este instrumento de la sospecha que es el psicoanálisis.
Sin relato es la continuación natural del anterior ensayo de Lola López Mondéjar, Invulnerables e invertebrados, en el que había un capítulo donde se ahondaba en cuestiones relacionadas con la identidad y la subjetividad. Ahí se hablaba ya de los hombres y las mujeres huecos que tienen un yo vacío que no se sustenta en una narrativa propia. Estos seres, extrañamente parecidos a nosotros mismos, aparecen cada vez más frecuentemente en la clínica a la que se enfrenta la autora en su práctica diaria como psicoanalista y son los que sirven como excusa para iniciar el recorrido del libro que arranca con esta cita de Walter Benjamin: «¿Quién encuentra hoy gentes capaces de narrar como es debido?». Cuando estos seres huecos, robotizados, consultan, no buscan explicaciones, buscan soluciones, no buscan comprender, buscan un remedio rápido que no pare la línea de producción. De ahí que desde el psicoanálisis sea natural hacerse cada vez más la pregunta sobre la que indaga Lola López Mondejar: por qué es cada vez más frecuente encontrarse con pacientes que no son capaces de contar lo que les ocurre ni de relacionar sus síntomas con su biografía.
De los veinticinco capítulos del libro, los últimos versan sobre el futuro y sobre las dificultades y coacciones a las que nos enfrentamos los humanos cuando intentamos constituir nuestra identidad. Según la autora, con cierta facilidad los humanos nos podemos ver como Cordelia, repudiada por el rey Lear cuando no le da todo su amor y se queda una parte para su marido (algo parecido a lo que le ha ocurrido, por ejemplo, a la hija trans de Elon Musk, que ha tenido que soportar que su padre dijera que su hijo había muerto para él desde su transición). Lo que Lola López Mondéjar plantea es que la única manera que tenemos de seguir siendo humanos es narrar, jugar, sin miedo a lo inesperado, en una zona de fricción, llevando la contraria al sistema que prefiere la no fricción. La autora cree que nuestra salida como especie consiste en encontrarnos en vez de aislarnos, en alcanzar un «compromiso incómodo con la realidad», en que Lear acepte a Cordelia, en saber que nunca llegaremos a una identidad única, a una verdad. En palabras de Lola López Mondéjar: «si podemos odiar es porque estamos llenos de omnipotencia». Si somos capaces de acceder al trauma benéfico del límite o, en términos psicoanalíticos, de hacernos amigos del principio de realidad, tendremos una historia interesante que contar todos los días.
Los humanos vacíos, rellenados con narrativas que vienen de fuera, son un problema no solo para ellos, sino también para la democracia, porque son fácilmente manipulables. Don Quijote y Madame Bovary estaban guiados desde fuera por altos ideales, como intentan hacer con nosotros. Nuestra tarea es contar nuestra historia y así dinamitar las idealizaciones y, con suerte, no tener que esperar al lecho de muerte para descubrir que somos Alonso Quijano.