Edgardo Dobry
Celebración a través de la poesía americana
Trampa Ediciones
271 páginas
Pese a su título, Celebración a través de la poesía americana no pretende un acercamiento historicista o exhaustivo a un fenómeno múltiple (y quizá inabarcable) como la poesía del continente americano. Edgardo Dobry examina casos y síntomas ante el caos y el desmantelamiento político propio del fin de siglo, respuestas para una orfandad crítica e institucional. Así, su lectura propone una mirada alternativa a la tradición más que una ampliación del canon. Con este fin, a lo largo de quince ensayos en los que las agudas intuiciones y las profusas citas dialogan y se complementan, el autor establece los vasos comunicantes de cierta poesía argentina contemporánea, por lo que el pensamiento europeo (Wölfflin, Jakobson y Derrida, entre otros) permite hallar paralelos e iluminar distintas poéticas americanas (Whitman, Darío y Parra asoman como algunos de sus nombres clave).
El primer capítulo «Pensar en poesía» propone una introducción que es a la vez un resumen de aproximaciones teóricas, señalando las aportaciones de la lingüística (el estructuralismo) y la filosofía (la deconstrucción), entre otras; pero mostrando interés por una perspectiva que asume a la poesía como género, evadiendo sus sucesivas defunciones desde Hölderlin. En esta línea se ubicaría el ejercicio de poetas-críticos como Eliot, Borges y el propio Dobry.
La tesis central de Celebración plantea la preponderancia de la oda en la poesía americana, a diferencia de la europea, en la que priman la épica, en un inicio, y luego la elegía. Aquello respondería a una necesidad de cantar el presente, brindando la posibilidad de abarcar tanto un nuevo escenario como a un nuevo sujeto poético (la figura de Whitman como parteaguas).
Desde esta perspectiva, Juan L. Ortiz y Leónidas Lamborghini serían los poetas argentinos más decisivos en la segunda mitad del siglo XX, pues ambos representan una alternativa con respecto al enfoque patricio que dominó la cultura hasta el desborde social de Juan Domingo Perón. Así, estos poetas de la provincia o del proletariado constituirían una reacción frente a propuestas cimentadas en la alta cultura eurocéntrica, como en Borges, e incluso frente a la modernización internacional de Cortázar. Mediante tal giro, que es seña tanto de una mutación político-social como de cierto escepticismo (por el fracaso del proyecto ilustrado), las clases medias proletarias o empobrecidas se manifiestan, con elocuencia y convicción, en contra del decoro clásico y del pudor burgués.
En consecuencia, Juan L. Ortiz, desde una peculiar sofisticación provinciana, aporta un escape a la alienación de la gran ciudad y la reputación de lo moderno, mientras Leónidas Lamborghini reivindica y construye el orgullo del bárbaro, con un lenguaje fragmentado, no exento de melodrama y vulgaridad. Estos rasgos serían parte de un descentramiento, proceso que esboza un retrato cada vez más fidedigno de lo americano.
Desde dichas coordenadas, todos los poetas estudiados aportan matices para una tradición que es simultáneamente periférica y autónoma, siguiendo el panamericanismo del enfoque. Desfilan así Lezama con la confluencia de la historia y el mito; Haroldo de Campos y el nacimiento adulto de las letras americanas (por la antropofagia del «mal salvaje»); Juan José Saer, con las relaciones entre el verso y la ficcionalidad de la prosa; etc.
Mas también Celebración recuerda que la importancia de lo europeo, su inevitabilidad para la cultura del nuevo mundo, radica en el crucial e irrenunciable influjo del barroco y de la modernidad; un proceso que Dobry denomina como de descomposición y recomposición (a partir de variaciones de «Una carroña» de Baudelaire) y de un pliegue americano (el barroco a través de visiones de Góngora, Maravall, Lezama, Sarduy, Lacan y Deleuze, potenciados por la sangre y el espectro de lo indígena).
De este modo, se sustenta la simultaneidad del pasado y del presente. Una práctica complementaria a la utopía, que permite reconocer en una pléyade de voces las coincidencias y las irradiaciones de una realidad siempre inestable, abierta y en proceso. Así, esta versión de la poesía americana escribe su explícita tensión entre lo indeterminado y lo denotativo, frontera que atisba mediante la superación de la mímesis, la preceptiva y la temática: aquellos viejos fantasmas de un orden que nunca existió y que ya resulta imposible, incluso como nostalgia. Pareciera que lo único factible de encomio desde lo postnacional y lo postilustrado (el regreso de Abya Yala) estaría cerca de lo antes considerado teratológico: cantos a la anomalía como entorno e identidad sociopolítica.