Natalia Carrero
Otra
Tránsito editorial
132 páginas
Otra es dos por lo menos. La escritora y su personaje. La sobria y la ebria. La sana y la enferma. La madre y la hija. Pero otra también es «otra tarde deprimente de resaca» o «esa otra más adicta todavía». La otra. Otra vez. Otra ronda. Otra copa y muchas más (…) que me pienso seriamente emborrachar.
Si otra no es adicción, por lo menos es adición: una más (+una). Si es identidad, otra es la negación de una misma (-una). El resultado de la ecuación es literario, no matemático o lógico. La novela se llama Otra y la autora, Natalia Carrero o (otra opción) «la lectura común».
En esta autora la escritura es materia: hay trazo, hay línea, la letra es cuerpo. Natalia Carrero coge un boli y raya. Da cuerpo a mujeres que dibuja. Garabatea y da forma. Arrastra el género a un sitio donde los límites están desdibujados, y ahí dibuja ella. ¿Novela? Sí, pero ilustraciones, o relatos independientes. Bloques de texto despintados, álbum de cromos, juego.
En Letra rebelde, Una habitación impropia y Soy una caja, la autora ya había jugado con esto. Novelas ilustradas por su trazo alocado, la propia «lectora común» como personaje, viñetas cuyos recuadros están hechos a mano, intercaladas en la prosa, o Clarice Lispector dialogando con una narradora que se llama N, son los elementos del borde de la genialidad con los que Natalia nos deslumbra cada vez. El coqueteo permanente con la autoficción, la mujer en el primer plano del asunto, la maternidad como aquello que debe ser desmitificado, la sociedad burlada, lo indecible dicho, la pulcritud hecha mierda. Si hay una autora que no se pregunta qué se debe decir y qué no debería, es ella.
Sale su cuarto libro por Tránsito editorial. Parte del dibujo de la portada es de la propia autora, y se completa en un collage que lleva la marca de Donna Salama, la responsable del diseño de los libros de esta editorial tan identificable por su estética. Otra es fondo azul en la portada, como si fuera agua donde una mujer se ahoga en su propio trago.
Otra es una novela y es otra cosa. Es dar en la ironía para hablar del dolor: «La gente se comporta con envidiable normalidad». Es dar en la familia para hacer memoria y hablar del presente: «Es ahí donde a veces creo encontrar por fin a mi madre. Su carencia de presencia. (…). ¿Bebo para desaparecer como ella?». Es dar en la patología de la esquizofrenia o dar en el género femenino, o acaso es dar lo mismo: «Eh, Charli, recuerda, fuimos idiotas: tú por esquizo, yo por mujer, y sonreímos». Es apostar por una literatura que se sale de las normas y los trazos para trazar una historia que se mete en las copas, en las capas: «Muchas veces me digo que no soy una mujer. Soy del género bebedora». Es una tras otra, una tras otra, una tras otra, frases de sed (humane): «(…) basta ya de agresividad contra mí, nosotres, y las persones amades».
Dividida en capítulos, pero con un insert en el medio, un álbum de bebedoras, que a partir de quince dibujos o cromos de mujeres hace un retrato de esas que beben: la fisioterapeuta, la restauradora de muebles, la jubilada, la periodista, la librera, la currante, la bibliotecaria, la que está en el paro, la planchadora, la actriz de doblaje y otras. La relación de los personajes con el alcohol organiza la trama, que en última instancia tiene otro fondo: la metaliteratura. Otra es una novela sobre la escritura de una novela que trata de mujeres que beben, pero una novela que no puede escribirse, cuyo archivo de word en plena pandemia ya no se abre. Una hoja en blanco como fondo blanco: el reto de la escritura y el trago.
Otra es esta novela de Natalia Carrero, y muchas más. Que nos siga sirviendo.