Sami Naïr
Acompañando a Simone de Beauvoir. Mujeres, hombres, igualdad
Traducción de Inés Clavero Hernández y Sami Naïr
Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2019
213 páginas, 19.90 €
Con el presente trabajo el autor no pretende realizar una biografía intelectual ni un análisis sistemático de la obra de Simone de Beauvoir. La intención es hacer una suerte de propedéutica (del griego, pro, ante, y paideuticós, referente a enseñanza), es decir, de enseñanza preparatoria para el estudio de una determinada disciplina, que permite hacerse una idea general, no esquemática, de su vida, su obra y su acción. «Mi propósito –sintetiza– es incitar a leer las novelas, las memorias, los textos filosóficos y los ensayos polémicos que Simone de Beauvoir escribió entre las décadas de 1930 y 1980»; incitar a leer o releer la totalidad de la obra de esta mujer fuera de serie que en el siglo xxi sigue brillando con luz propia como filósofa, escritora, ensayista, militante comprometida, libre, independiente y pionera del pensamiento feminista moderno, que marcó como nadie su tiempo y sigue influyendo sobre el nuestro. Sami Naïr, filósofo y catedrático de Ciencias Políticas, fue miembro del comité de redacción de Les Temps Modernes cuando Simone, tras la muerte de Sartre, dirigió la publicación, un tiempo en el que tuvieron la ocasión de cultivar una entrañable amistad y, por parte de Naïr, también una sincera y honda admiración, en todo momento patente en este libro que comentamos.
Desde que tuvo uso de razón, la intelectual francesa hizo voto de nunca esconder la verdad ni disimular sus opiniones, aunque no por ello pretendió tener la razón absoluta sobre los seres y las cosas: «Cuando se leen sus memorias –afirma Naïr–, llaman la atención y sorprenden sus propias dudas sobre los caracteres que esboza a pinceladas y sus vacilaciones a la hora de emitir juicios». Había contraído una promesa de transparencia consigo misma, y esto aporta ese toque tan singular a sus recuerdos. Efectivamente, logra con éxito una operación literaria difícil: hablando de sí, ofrece un espejo al otro. Estaba convencida de que decir cosas de una ayuda a los demás a comprenderse.
En las primeras páginas de su trabajo, el autor se pregunta qué piensa una joven que a los catorce años declara a bocajarro a sus padres, católicos, conservadores, rigurosos en el tema de la Iglesia y estupefactos ante tamaña determinación: «He perdido la fe, ya no quiero ir a la iglesia»; que, a los quince, adquiere conciencia de su vocación literaria y de encontrarse a disgusto en su familia y en la sociedad; que, a los veintidós, no piensa casarse y decide vivir de manera «morganática» –es decir, en concubinato– y que, además, nunca falta a su palabra. El mismo autor responde «que es rara, singular, determinada. “Escandalosa”, según los criterios bienhechores de entonces». Bien, pues ella es –ni más ni menos– Simone de Beauvoir, la mujer rompedora, siempre comprometida con el trabajo regular, sistemático, perseverante, cotidiano y bajo cualquier circunstancia. Desde el periodo del instituto hasta la universidad, consignó sus confesiones en un primer diario, y Sami Naïr constata que «de entre sus páginas surge una joven dotada de una frescura intelectual y una originalidad creadora extraordinarias».
Del universo literario de su protagonista, el autor destaca, en primer lugar, las novelas, que le trajeron el éxito; después, y sobre todo, el ciclo de memorias y, por último, los relatos e incluso una obra de teatro. De las novelas, apunta que todas están atravesadas por las mismas grandes preocupaciones: el amor, la sexualidad, la angustia, el hastío, el compromiso, el fracaso, los dramas de la libertad en un mundo que la limita o la niega, las relaciones problemáticas entre los seres, el pesimismo enfrentado a la voluntad de ser, la relación con la muerte, etcétera. La totalidad de sus obras –reconocidas, alabadas o criticadas, puntualiza el autor– define una visión del mundo propia, una toma de posición que, sin caer en la ideología, se enmarca en la perspectiva existencialista de Beauvoir. Aquí también se nos recuerda que la experiencia íntima de la muerte es uno de los temas centrales de su obra, y fundamental en la filosofía existencialista. Desde su infancia, Simone se proyecta en la experiencia de vivir con una alegría y una fuerza tan profundas que le resulta imposible pensar en la muerte sin quedar aterrorizada, devastada ante el fatal desenlace. Siempre habla de sí misma con sufrimiento e indignación. En Una muerte muy dulce reflexiona sobre el fallecimiento de su madre y lo mucho que tuvo que sufrir. Entonces, anticipándose a su tiempo, aboga por una eutanasia humana, liberadora, basada en el respeto a la libertad de los seres. Su filosofía guía esa actitud. Se trata de rechazar la muerte del otro aunque sufra o de decidir su muerte para que deje de sufrir, un dilema moral en absoluto sencillo de zanjar. La respuesta de Beauvoir se alinea con su visión existencialista del mundo: cada cual debe escoger, puesto que ser entraña elección y libertad. La muerte próxima es el tema de su libro de memorias postrero publicado en 1981, La ceremonia del adiós, que recoge el recuerdo del último gran intercambio intelectual con Sartre, el relato de su muerte y deterioro físico, de la verdad de su vida juntos, de su lucidez común sobre el fin inevitable e inminente.
Al referirse a la dimensión esencial del pensamiento de Beauvoir, el autor la define como una filósofa de la libertad, que defiende que el ser humano está condenado a asumirla o a padecer lo impuesto por el otro, es decir, a someterse a la dominación. Beauvoir sitúa la libertad en los cimientos de su visión del mundo, y rechaza las cadenas de la familia cuando asfixia, del matrimonio cuando oprime, de la alienación cegadora, de las pertenencias identitarias que tribalizan y excluyen. «Toda su vida y su obra –concluye– son un acto de rebelión contra estas cadenas». Revolucionaria hasta la médula, cree, sin embargo, en la posibilidad de un orden social justo, organizado y democrático.
En enero de 1947, la intelectual francesa aterriza en Estados Unidos, invitada por el Instituto Cultural Francés y diversas universidades; es a la vez un sueño y un reto. Sami Naïr hace una sustanciosa síntesis de esta importante estancia americana y concluye: «Regresa impactada por la cuestión racial, una experiencia humana fundamental para su pensamiento, para redescubrirla en Francia, en cierto modo bajo otras figuras tanto en la cuestión de las relaciones de sexo en 1949 como en la dialéctica de la opresión colonial a partir de 1954».
El autor nos recuerda que la obra beauvoiriana abarca varios registros: la literatura, la filosofía, el teatro, la crítica literaria y los ensayos políticos se entrelazan; la pasión por comprender, explicar y desentrañar, tras las apariencias y los prejuicios, la verdad y el conocimiento de las cosas absorben y apasionan a la ensayista. Un buen día, a raíz de una de las numerosas conversaciones que mantenía con Sartre, decidió abordar la complejísima cuestión del estatus de la mujer en la sociedad. Tras muchas observaciones y diversas vueltas y revueltas, tuvo una revelación: este mundo era masculino, su infancia estaba alimentada de mitos forjados por hombres… Le interesó tanto el tema que abandonó el proyecto de una confesión personal para ocuparse de la condición femenina en su generalidad. Fue a la Biblioteca Nacional a leer y a estudiar los mitos de la feminidad. De estos estudios resultó El segundo sexo, su éxito fundamental y principal aportación a la cultura occidental y universal.
Desde su publicación, El segundo sexo se convirtió en un auténtico manifiesto mundial para la emancipación de la mujer. Para Sami Naïr, sobre todo, se trata de una obra dotada de la fuerza irresistible de los grandes descubrimientos: «La llamada a desarrollarla –escribe textualmente–, a superarla, la convierte en una referencia fundamental y en un clásico, rozado por el tiempo como el mármol por una ligera brisa». Este revolucionario libro, lleno de ideas sabias, contiene una tesis esencial, radical: la mujer es un producto histórico fabricado por la sociedad masculina. Y concluye que la liberación de la mujer pasa por el fin de la sociedad masculina, que, a su vez, implica la liberación del hombre con respecto a la sociedad de dominación que ha creado. En cuanto a la emancipación, significa superar la separación y la diferenciación para construir una sociedad de iguales, una comunidad de humanos donde, por encima de las diferencias, «hombres y mujeres afirmen sin equívoco su fraternidad».
En 1975, veinticinco años después de la publicación de su famoso libro, Beauvoir hace balance de El segundo sexo. Ante la pregunta de si le gustaría escribir una nueva versión para adaptarlo a la actualidad y teniendo en cuenta los enormes progresos conseguidos por las mujeres, contesta sin vacilar: «No. Primero, una obra de este tipo debería resultar de un esfuerzo colectivo». En otras palabras, la versión contemporánea debería ser una obra colectiva y analizar las luchas de las mujeres en todo el mundo. Y pondría en tela de juicio los límites de las visiones de cantidad de mujeres que siguen indiferentes a la condición de la mujer en su totalidad. También en esta entrevista advierte que nada, absolutamente nada, está conquistado definitivamente, que la sociedad puede retroceder terriblemente en detrimento de los acervos de la mujer y, sobre todo, la violencia machista incrementarse como reacción contra la liberación femenina. «En eso –comenta Naïr–, Beauvoir tenía no solo una visión acertada de la sociedad en la que vivía, sino que también demostró que sus inquietudes siguen siendo, desgraciadamente, actuales».
Y, para finalizar, no podemos olvidar que la mundialmente famosa intelectual, que vivió saturada de éxitos, llegada a la vejez confiesa sentirse engañada: «[…] He sido engañada, me siento engañada, en relación con lo absoluto en lo que soñaba cuando era joven». «Siempre he pensado, como Sartre –dice también–, que la existencia es una vana búsqueda del ser, que queremos el absoluto pero accedemos siempre a lo relativo». Es la misma visión del Quijote cuando expresa que vivimos con la mirada puesta en grandes ideales, en lejanos horizontes, y con la existencia consumida en minucias.
Por su parte, Sami Naïr, acompañando a su querida Simone, nos invita también a que lo hagamos con la idea clarísima de que el auténtico legado es la obra. Y no le cabe la menor duda de que el trabajo de Simone de Beauvoir pertenece, hoy en día, al patrimonio de la humanidad como testimonio de la lucha por la dignidad de la mujer: mujeres de todo el mundo hacen suyo este pensamiento emancipador. «Es ya una victoria sobre el tiempo –puntualiza–; una victoria de la inteligencia sobre el oscurantismo; una victoria de la libertad humana sobre todas las formas de opresión».