María Ángeles Pérez López
Incendio mineral
Vaso Roto
85 páginas
POR MANUEL RICO

La poesía española del último medio siglo ha circulado, en lo esencial, por dos caminos: el que descansa en el realismo, en lo figurativo, de dicción directa, a veces próxima a lo conversacional, y el que evoluciona por los meandros y secretos del lenguaje, en el que el poeta busca zonas ocultas, misterios, significados imprevistos. En esta última senda cabe situar la poesía de María Ángeles Pérez López, ganadora del premio de la Crítica 2022 con Incendio mineral, un libro que integra dos preocupaciones: la lingüística, basada en la indagación en las posibilidades de la palabra más allá de la convención, y la cívica, conectando el lenguaje con la vida, con sus desavenencias con el mundo, con la sima de las injusticias, con la memoria propia y con las propias raíces.

El título del libro es casi un oxímoron cuyo sentido y cuya dualidad recorren el conjunto de los textos. La solidez de lo mineral, de lo térreo y visible, y la fugacidad devastadora de la llama. Llama y piedra, explosión y quietud, velocidad e inercia.

El volumen está compuesto por 15 poemas en prosa que, a la vez, actúan como capítulos (hecho que, gráficamente, confirma la disposición de cada uno de ellos con una portadilla y con una numeración), y un epílogo de Julieta Valero que sitúa el alcance del libro en una suerte de «poética de la conjugación» con el entorno próximo, íntimo, y con el lejano: con «los demás, sean personas, objetos, lugares, sucesos, esplendor o violencias del mundo». La poeta intenta explicarnos, en los quince textos aludidos, el trasfondo y el sentido de la propia identidad. Una identidad que no se encuentra en un lugar distinto de la palabra poética en su acepción más profunda y existencial: «Solo soy una herida en el lenguaje»- En esa herida, como si se tratara de un espacio de complejidades, encuentros y desencuentros, arde el incendio que da significación y entidad al título. La palabra poética no se encuentra exclusivamente en el ámbito de lo más personal, sino que establece una relación dialéctica con el mundo, con lo colectivo. En los poemas de Incendio mineral asoman los marginados, las mujeres relegadas, el valor de la naturaleza y sus criaturas, animales y vegetales, la gravitación sobre la conciencia contemporánea de los flujos migratorios con su secuela de muerte y de fracaso, los narcotraficantes y los migrantes que llegan en pateras. Todo ello convive con la crítica a la cultura de «de la pantalla» como vía de deformación del «estruendoso zumbido de lo real», o la inabarcable mancha de la sangre derramada en las guerras que forman parte de la historia contemporánea —Nagasaki, Srebrenica, Alepo… antecedentes de la guerra de Ucrania, posterior al cierre del libro— y el mito de Sísifo tras el que se apunta la sombra de Camus. En esa tensa indagación sobre la identidad encontramos dos procesos de incursión en la raíz lingüística de los apellidos de la propia autora y ahí se advierte la fusión, mediante la palabra, de los referentes materiales, visibles, que proceden de la realidad, y los que construye la imaginación: el término Pérez (hija o hijo de Pedro, derivado de «piedra»), y de otro, la indagación en los vínculos entre lo animal y lo ficticio, de López (hija de Lope, término que tiene en su origen el misterio del «lobo»). Con un lenguaje lleno de giros imprevistos, de imágenes y derivas hacia un irracionalismo controlado, María Ángeles Pérez López no rehúye el contagio. Al contrario, lo busca. Así, la empatía (o el diálogo) con textos de poetas referenciales de nuestra lengua (María Ángeles Maeso, José Emilio Pacheco, Gonzalo Rojas, Antonio Machado) o con el pintor Miquel Barceló, aportan una sutilísima intertextualidad y una complicidad ética consecuente con el hilo conductor del volumen. La poesía como lugar de irreverencia e investigación lingüística. También de compromiso y civilidad. Un libro necesario.