Javier Argüello
Cuatro cuentos cuánticos
Random House
202 páginas
Javier Argüello (Chile, 1972; pero también argentino y español) es un escritor imposible y cuántico. Argüello cuenta el cuento que cuenta entre las orillas de lo improbable y de la multiprobabilidad. ¿Qué le interesa, cuál es El Tema de Argüello? Difícil y sencillo: escoge una de esas probabilidades y las convierte en un cuento fantástico en todas las acepciones del término. Sí, digámoslo así: Argüello es un fantástico escritor fantástico.
Lo que no le ha impedido el señalar, con intuición inquietantemente anticipatoria, a muchas de las tendencias que otros/otras explorarían después de Argüello. Así, Argüello debutó con relatos de «lo extraño» en Siete cuentos imposibles (2002); navegó nouvelle de la ilusión/ilusorio con El mar de todos los muertos (2008); sustentó ensayo-dogma total acerca de las historias como ADN en La música del mundo (2011); reformuló figura de científico más enloquecido que loco en A propósito de Majorana (2011); y excavó auto-arqueología ideológica-paternal con Ser rojo (2020). Sí: tal vez Argüello haya cometido el muy acertado error de haberlo hecho todo antes de tiempo, de ser aventajado adelantado. Lo que -leídos los once cuentos de Argüello- produce en el lector la inquietante sensación (sensación que comporten casi todos sus protagonistas enfrentándose a lo imposible y a lo cuántico) de que Argüello tal vez escriba en otra dimensión metaversal pero que, por motivos que sólo él conoce, prefiera publicar en esta. Lo que, claro, es una suerte, una muy buena suerte, para todos nosotros.
Y, por supuesto, Cuatro cuentos cuánticos -como lo era Siete cuentos imposibles- no es un vulgar y rejuntado libro con cuentos sino que se trata de un elegante y meditado libro de cuentos. Es decir: todos comparten (y ahí está su prólogo/postulado que lo enseña y explica) una misma vocación y un mismo espíritu y modales. Sus «héroes» (que son heroicos por ser invariablemente primera persona narradora y, por qué no, quizás la misma persona) están siempre en constante movimiento aunque inmóviles para sí y en sí mismos. En Chile, en Argentina, en Inglaterra, en China, sí. Pero en su propio e interior mundo. Lo que cuentan -lo que cuenta para ellos en «Magadalena Rapa Nui», «Partir», «Un cuento inglés» y «Quantum Beijing»- no es tanto, primero, lo que les sucede a ellos sino lo que les sucede primero a otros para que, enseguida y segundo, todo eso se convierta en algo que les pasa a ellos. Entonces, sí, lo cuántico como aceptado sinónimo de enérgico: como muy físico y químico salto cuántico, que es aquello que provoca un cambio rápido de estado mental o situación física o la sorpresa de estar, científica y espiritualmente, en varios estados al mismo tiempo y espacio.
Algo digno de ser contado, sí.
Y se lo cuenta y lo cuentan -y esto es un elogio- con una lengua que tiene algo de externo y de alien, como el español que hablarían extraterrestres muy aplicados. O, mejor dicho, como el idioma de espectros muy sólidos conscientes de que no existe nada más fantasmal que el ejercicio médium (pero extra-large) del hacer y deshacer memoria sabiendo que no hay nada más fantasmagórico que la memoria. De ahí, tal vez, una suerte de esperanto sensible y duro y una prosa tan tersa como afilada que, por momentos, recuerda a la del último Cortázar o a la del Bioy Casares de siempre quienes -como no se percibe/define habitualmente- fueron, al igual que Argüello, dos de los escritores más románticos en el sentido de soñadores y de generosos que la RAE atribuye a semejante condición. A saber: tramas celestes y escuelas de noche, sueños heróicos y diarios para cuentos y el amor como la más imposible y cuántica de las materias. Y el efecto especial, sí, pero por debajo del afecto especial.
Dicho lo anterior, sólo añadiré que se suele discutir y votar eso de gran novela y de mejor cuento, pero no suele alinearse lista de perfectos libros de cuentos. Hay unos cuantos, pero nunca demasiados. Y no haré nombres ni títulos aquí pero -porque la ocasión no sólo lo permite sino que también lo demanda- añado a esa lista a este Cuatro cuentos cuánticos que, a su vez, se suman a aquellos Siete cuentos imposibles. Y quedo a la espera de libro a, quizás, llamarse Cinco cuentos hipotéticos o Seis cuentos improbales que -hay otros Javier Argüello, pero están en éste- está siendo ahora escrito en otra parte para que nosotros lo leamos aquí mismo, entonces, otra vez, próximamente, para llevarnos tan lejos y traernos tan cerca.