Salvo Gritos, El huevo de la serpiente y Sonata de otoño, estas dos últimas rodadas durante su duro exilio de Suecia por unas, finalmente, inexistentes deudas tributarias, lo que lo lleva a una profunda depresión, la década de los setenta es la de sus extraordinarias series televisivas, reducidas, asimismo, en filmes de duración estándar: Secretos de un matrimonio, La flauta mágica (Mozart festejado por Bergman) y Cara a cara… al desnudo. Sonata de otoño nos ofrece una nueva reflexión sobre el arte y la vida en la visita de una famosa pianista (Ingrid Bergman) a su hija (Liv Ullmann, la actriz y colaboradora por excelencia de su última etapa).

Los ochenta se inauguran con De la vida de las marionetas, dura incursión en las simas matrimoniales. De inmediato, realiza Fanny y Alexander, serie y película, obra testamentaria de gran brillantez (su mayor éxito comercial), repleta de referencias autobiográficas, que marca  su regreso a una Suecia que se vuelca ahora en su director más prestigioso. La siguen varios telefilmes, basados algunos en sus propios montajes teatrales. En 1987 se publican sus memorias bajo el acertado título de Linterna mágica, uno de los libros más despiadadamente autocríticos, más lacerantemente sinceros que he leído en mi vida. Imágenes, los testimonios escritos de sus títulos más significativos, inicia la siguiente década, en la que se inscriben tres películas claramente autobiográficas que no dirige, pero que escribe o inspira, puesto que están basadas en otros de sus libros, en una época en que la escritura centra su vida. Destaca, entre ellas, Las mejores intenciones, de Bille August, su discípulo danés, donde se recrea la vida de los padres de Bergman justo hasta el momento de su nacimiento: digamos que asistimos a la historia prenatal de Bergman, como señalaría María Zambrano.

Saraband, ya en nuestro siglo (2003), es su emocionante y sobria despedida. Una historia de amor crepuscular en la que la antigua pareja conformada por Marianne (la imprescindible Liv Ullmann) y Johan (Erland Josephson, el actor fetiche de su vejez) se reencuentra al cabo de los años en una casa de campo. Paralelamente, asistimos a una relación de odio y desamor profundo, casi trágico —y digo «casi» porque el humor se filtra de vez en cuando en el relato—, entre Johan y su apesadumbrado hijo, Henrik (Börje Ahlstedt). Y la ausencia de la fallecida esposa de éste, Anna, omnipresente en el recuerdo. Queda, por fortuna, un rayo de esperanza en la bella y vital figura de la nieta, joven y talentosa violonchelista (Julia Dufvenius), que nos redime a través de la música del infierno de los sentimientos. Liv Ullmann abrirá y cerrará una especie de pieza de cámara, con el trasfondo de la zarabanda de Bach, plena de dramatismo, en diez momentos o secuencias protagonizadas de forma magistral por los cuatro personajes-actores, en diálogos que se convierten, por lo general, en vibrantes monólogos dirigidos directamente al espectador, en unos memorables planos cercanos. Una joya donde Bergman, como nos confiesa tras finalizarla con ochenta y cuatro años, llega a lo máximo, consciente de que es lo último que hará en la vida.

Linterna mágica e Imágenes tienen traducción española en Tusquets. Las mejores intenciones, Niños del domingo y Conversaciones íntimas, o sea, el resto de los libros de Bergman, también pueden encontrarse en esa editorial. Sus diarios de rodaje, titulados Cuadernos de trabajo, acaban de ser publicados por Nórdica.

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