POR  JULIO CÉSAR GALÁN

UNA MANERA DE SITUARSE

Es habitual que, cuando algún autor hace una propuesta para el mundillo literario, surjan una serie de tópicos interpretativos negativos: «¡Baff, no son tan innovadores!»; «¡Esto ya se ha dicho antes!»; «¡Ha descubierto el Mediterráneo!»; «¡No es nada nuevo!». O, en relación con estos apuntes desdeñosos, alguien señale, entre lo paternal y la mirada olímpica, los antecedentes de esa proposición (mordaza frecuente como medida para acallar, censurar o apartar). Hay que decir que la monotonía literaria o las voces medias convierten la tradición en traición, en servidumbre y, finalmente, en epigonalidad. Ante estos futuribles más que probables, ya sean de puertas para fuera o a viva voz, resulta conveniente determinar una serie de antecedentes para la propuesta de poesía especular. Para situar al lector, debo señalar que, en varios textos ensayísticos, ya sea con mi heterónimo, Óscar de la Torre, o como ortónimo, estipulé cuatro propuestas poéticas: poesía non finito (poesía hecha a base de reescrituras), poesía especular (el poema dentro del poema), intrapoesía (la crítica literaria hecha poesía) y poesía de la otredad (el espacio de los otros). Cada una de ellas se definió inicialmente junto a los críticos y escritores Marco Antonio Núñez y César Nicolás, en Limados. La ruptura textual en la última poesía española (2016), y después en 2020, en Desobediencia, también junto a Marco Antonio Núñez y como Óscar de la Torre. Todas esas líneas estéticas las he unido en una sola, la poesía especular, y la razón reside en que poseen diversos puntos comunes entre ellas: la salida del poema y de la identidad cerrada y lineal; la consiguiente conexión de los quiebros poéticos con los identitarios; el poema como desfiguración (un guiño para Paul de Man) y la identidad como despersonalización; el axioma central de la poesía especular: «el proceso es el fin»; la raíz retórica de las logofagias y su raíz, la rotura del discurso poético a base de quebrar los diversos estratos ensayísticos, y el principio de rizoma como disolución de lo lineal, como fuga continua (al fondo Deleuze).

Ahora vayamos a aquellos que nos señalan el pasado con el dedo, es decir, aludamos a nuestros antecedentes y a nuestros compañeros de viaje (que no de amistad, porque esto no es un rollo generacional). En primer lugar, hay que decir que las denominaciones principales vienen, por un lado, del ámbito de la escultura y la pintura (poesía non finito) y del ensayo poesía especular, terminología procedente del ensayo El relato especular (1991) de Lucien Dällenbach; otro ensayo importante en este punto es Logofagias. Los trazos del silencio (1998) de Túa Blesa, donde se enmarca una serie elementos retóricos en consonancia con nuestros procedimientos discursivos.

Dentro de la línea de la intrapoesía podemos señalar a los siguientes poetas actuales que la representan: Vicente Luis Mora, en poemas como «Des-rotaciones: sobre Lo solo del animal», o Jimena Alba, en obras como Introducción a la locura de las mariposas (recordemos que es la fusión de crítica literaria o artística y creación poética). Y en cuanto a los antecedentes: del exempla a Manuel José Quintana (en su canto al talento); de André Chénier, el poeta como «éclantante interprète de la science» (quitemos ciencia y simplemente agreguemos cualquier creación artística), a «Les saisons» de Saint-Lambert; la poesía didáctica o filosófica del siglo XVII; Núñez de Arce en Raimundo Lulio; del Borges de «James Joyce» a la «Lectura de John Cage» de Octavio Paz; el prólogo en verso, entre muchos de los poemas de Carta entera, de Luis Rosales; Aullidos de Allen Ginsberg; Ricardo Defarges desde «Las fresas salvajes (Ingmar Bergman)» y en Muere al nacer el día; algunos poetas españoles del setenta en textos como «El espacio del poema» de Jenaro Talens o «Investigación de una doble metonimia» de Guillermo Carnero, y Juan Malpartida en «Islas», entre otros (Alba, 2019). Esta intrapoesía enlaza el pensamiento crítico con el pensamiento creativo. En esta transmisión, la escritura supone un fortalecimiento para la lectura, ya que la comprensión y la asimilación de los significados textuales se convierten en sentido completo, con lo cual la mecánica tradicional lector-autor queda relegada a un plano paralelo. El poeta se convierte en intérprete del texto ajeno, en re-creador. El resultado de ese acto lector da lugar a una creación nueva, a una traducción de su significado y su sentido. ¡Ojo, no se trata del culturalismo de los años setenta!

En cuanto a la poesía de la otredad, podemos concretarla en el poema colectivo, el poema coral, el poema en el que se da cabida a otros creadores, lectores, editores, otredades…, porque en la corrección de un texto lírico intervienen diversos revisores y, por tanto, se erigen como co-creadores. Desde esta acepción, el poema nace de manera unitaria y las individualidades mueren para dar pie a diferentes voces. Este macroautor del texto abre las palabras de manera polifónica. Se trata de una ruptura subtextual, cuyo contenido implícito se reúne a través de sentimientos y emociones ajenas, y de un pensamiento en lejanía. Nos adentramos en la disolución de lo individual o en la querencia por la obra abierta y plural. De ahí que se forme un poema tanto predecesor como sucesor; bloques poéticos de sentido que se exponen –al mismo tiempo– de un modo continuo y discontinuo. La poesía se convierte en una textualidad eslabonada que realiza paralelamente un efecto de conexión e inconexión. Por eso, nos situamos ante una poesía que se corresponde con la crisis de la noción de autor y la aspiración hacia una poesía colectiva. El autor se anula como individuo en beneficio de la obra o la lucha común. Antepasados poéticos: la tensó trovadoresca, la renga japonesa, los cadáveres exquisitos, Rafael Alberti en sus poemas escénicos o Joan Brossa en Posteatro (2001). Poetas actuales que la representan: Juan Andrés García Román en Adoración (2012), María Salgado en Hacía un ruido (2016), el libro coral Bemba baba (2021) de Sonia Bueno, Jorge Coco Serrano, Ernesto García López y Lola Nieto o un servidor. En mi caso pongo un ejemplo. Con los editores de Pre-textos y en Testigos de la utopía (2017), hice el siguiente juego: tras la aceptación del libro para su publicación, los editores me envían algunas sugerencias, algunas correcciones. Algunas de ellas las incluí y otras no. Posteriormente, les pregunté si podía introducir algunas en el apartado final (casi como un anexo), «Adendas a Testigos de la utopía», y en concreto, en la primera entrada, «A modo de pórtico».

En la penúltima versión los editores realizan estas observaciones:

[…] Lo cierto es que el libro adolece, en mi opinión, de ciertos excesos que estaban ya presentes en las primeras versiones de tu primer libro: la dicción fragmentada, el abuso de las yuxtaposiciones, los juegos intertextuales, el vanguardismo demodé en el juego con los signos de puntuación, etcétera hacen la lectura, si quieres que te seamos sinceros, algo indigesta y velan, más que descubren […]. 

Los elementos autobiográficos dialogan constantemente con otros poetas y dan cabida a otros sucesos de índole social y política, como se ve en las notas al margen del poema, «Libro IX», por ejemplo.

Enuncias, te corriges sobre la marcha y nos ofreces todo el tiempo la experiencia completa, llena de tachaduras, de matices, de espacios en blanco, de tanteos. Esto da al libro un carácter […].

La celebración y la conciencia, el himno y la lucidez, van de la mano en tu poesía, donde el elemento principal es el espacio, donde la plenitud puede ser posible: el desierto o el mar asimilados al poema (Galán, 2017, p. 83).

Es un ejemplo; en otros casos, introduje a heterónimos o propicié un juego de archilectores, que consistía en integrar a cuatro escritores en el poema que ellos hubiesen elegido, y a partir del cual podían insertar su propia creación poética.

Sin hacer aún esa fusión de las líneas líricas anteriormente mencionadas y ciñéndome a las denominaciones de poesía especular y non finito, vamos a señalar ampliamente sus antecedentes (poetas actuales que la encarnan: Lola Nieto, Mario Martín Gijón, Rubén Martín y un servidor): de primeros del siglo XX me quedo con el ultraísmo, el futurismo y el creacionismo. Del primero, escogemos la prevalencia de la imagen y la metáfora, o la supresión de cadenas de nexos. Y, por encima de todo, la estrecha relación de la poesía con la pintura, la escultura o la arquitectura; en concreto, con aquella que gira en torno a lo inconcluso. Del segundo, recogemos los desvíos de la tipografía habitual, «la presentación pictórica de la página, donde están presentes diversos colores, diferentes tipos de letra […], el cambio en la dirección de las líneas (verticales, circulares, interrelacionadas con paréntesis, con grandes letras mayúsculas, etcétera) […]. Desde el punto de vista de las grafías, sustituye los signos de puntuación por signos matemáticos (+ – x, etc) y musicales» (Estébanez, 1999, p. 435). Por nuestra parte, utilizamos en Inclinación al envés (2014) un tipo de simbología, la filológica, para dar esa apariencia de libro anotado, comentado, interpretado. ¿Y del creacionismo? Pues lo que hicimos fue una reescritura de sus fundamentos: 1) Muestra del hecho poético inventado; 2) Puesta en contraste de lo anecdótico con lo sustancial; 3) Construcción, reconstrucción y juego con todas las piezas del poema; 4) Recreación del texto poético como objeto nuevo. Y más reformulaciones, esta vez en torno a la figura del poeta, cuya función principal desde nuestra posición es la de recrear un submundo latente, es decir, debe fotografiar su genética textual. Como el objetivo del creacionismo, el nuestro es el de lograr una poesía pura, pero a través de sus impurezas (algo muy distinto al neopurismo o la poesía del silencio). Y, por supuesto, entre nuestros maestros preferidos: Vicente Huidobro, Gerardo Diego y Juan Larrea. En el cubismo aludamos a Guillaume Apollinaire: decir su nombre es traer a colación, y entre otras cuestiones, los conocidos caligramas. Pongo un ejemplo de reformulación, compresión y asimilación de la tradición en uno de mis poemas, «Pequeña formación del universo», del libro de 2016 El primer día:

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