Clara Obligado
Tres maneras de decir adiós
Páginas de Espuma
132 páginas
POR CLAUDIA APABLAZA

Encadenar la historia de generaciones de mujeres en un mismo libro, ya sea en un relato, una novela o en textos de no ficción, se presenta como un recurso narrativo que manifiesta, por un lado, el deseo de hacer un contrapunto entre distintas formas de habitar el mundo, sus motivaciones y contextos, encadenando culpas, deseos e incluso responsabilidades y cuestionamientos de los modelos de vida anterior o posterior, según sea el caso, comparar una vida y otra para desembocar finalmente en una idea moral de cómo es digna de vivirse una historia para no caer así en errores del pasado, en el de esas madres o abuelas marcadas y heridas por motivos personales y/o colectivos. Pero, y por otro lado, la literatura de la filiación sin duda también esconde la pregunta y la responsabilidad ante el ejercicio de la memoria, donde, y como nos dice Beatriz Sarlo en Tiempo pasado, Cultura de la memoria y giro subjetivo (2013), el presente colonizará el pasado para narrar no todo lo recordable, sino eventos aislados, fragmentos elegidos que configuran un presente. Aparece así el recuerdo selectivo para armar el texto y por tanto las identidades de las protagonistas que lo habitan, lo que tendrá incidencia, sin duda alguna, en las formas que adquiere el relato y también en el estilo del texto presentado, además de la posición que toma la autora frente a esas ruinas.

Así, en estos tres relatos de Clara Obligado, El héroe, Tan lleno el corazón de alegría y El idioceno, aparece el gesto de rescatar las generaciones que preceden, sus historias y cómo la memoria está construida a partir de vacíos, retazos, de discursos, subjetividades y la fragmentariedad, esas ruinas de las que nos habla Amaro en «Formas de salir de casa, o cómo escapar del Ogro: relatos de filiación en la literatura chilena reciente» (2014), de esa falta de cronología lineal en las ficciones contemporáneas, donde «la memoria no se articula como un relato coherente y cronológico, sino que se estetiza justamente como una suerte de ruina, es decir, como una serie de capas de sentido y de significaciones que permiten acceder al pasado, pero siempre de modo incompleto y mediado».

Es el caso de libros como Aviso de demolición de Gabriela Alburquenque, Tierra de mujeres de María Sánchez, Apegos feroces de Vivian Gornick, La otra hija o Una Mujer de Anie Ernaux, por mencionar solo algunos.

Así mismo se presenta el ejercicio de la memoria en este nuevo libro de Clara Obligado (1950), donde tres mujeres de distintas generaciones, abuela, madre (Fernanda) e hija (Adila) recuerdan y se enfrentan a vivencias como el amor y desamor, la relación con sus amantes, la espera, la muerte, la maternidad, el desarraigo, entre otros. Relatos que se encadenan de forma abismante y hermosa, porque al leer estos cuentos ya no sabemos realmente donde estamos situados, inmersos como lectores en ese espiral borgeano de lo que le sucede a los personajes, la escrituras sobre la vida, ¿quién escribe nuestras vidas?: «—¿Escribes tú o escribo yo?— Nunca se sabe del todo quién escribe —dijo la cabeza—. La verdad, la verdad, ¿qué importancia tiene? Es todo un sueño producto de la imaginación. Un espejismo». Pero a la vez sutil, encadenados mediante el recurso de los vasos comunicantes, donde ciertos símbolos como los cereales (Golden Fat), un broche heredado, los nombres que aparecen en unos y otros relatos, además del ejercicio de la escritura misma, evidencia cómo las vidas de estas mujeres se encadenan en los tres textos.

Así, y si bien estos tres relatos están al servicio de la memoria, donde aparecen temas claves de la obra de Obligado como lo son el exilio, la lengua y la extranjería, como en su Una casa lejos de casa (2020), lo principal y hacia dónde apuntan es hacia el mismísimo ejercicio de la escritura. Porque en este libro los personajes escriben, hablan y generan un discurso acerca del ejercicio creativo y lo literario, además se trasluce el énfasis en la enseñanza de la buena escritura, el cómo hacer vasos comunicantes, ejercicios metaescriturales y textos encadenados. Todo esto está por sobre el deseo de rescatar la memoria de tres generaciones de mujeres y hacer ese contrapunto que mencioné al principio; por eso se subrayan las destrezas de lo creativo, lo cual no sorprende, porque la autora despliega también en este libro ese saber acumulado durante años. Es decir, uno de los grandes oficios de la autora es enseñar a escribir y también lo hace en este libro, un texto que se concibe en esa misma dirección, porque las historias que esconden y encadenan estos relatos traslucen también esa función pedagógica, porque Clara Obligado, tal como lo dicen tus personajes, «todo lo resuelves con la escritura».