AFIRMACIONES DUDOSAS DE LA CARTA
Para concluir, comentaré sucintamente la traducción al inglés de Susan Tarrow del Códice Cèllere que aparece en la obra de Lawrence C. Wroth, y sus diferencias con la traducción incluida en la obra de Henry Murphy.[43]
En la traducción de Tarrow se afirma que la carta original se escribió a principios de 1524 (N. 1, p. 133. cap. 9). Según dicha carta, de los cuatro barcos que salieron en la expedición de Verrazano, sólo continuó uno, el «Dauphine». Salieron de Madeira el 17 de enero de 1524, con cincuenta hombres y comida para ocho meses. El 24 de febrero se encontraron con «una tormenta como nunca antes los hombres se la habían encontrado». Veinticinco días después y cuatrocientas leguas más lejos dieron con una tierra «nunca antes vista por ningún hombre antiguo o moderno».
Pareciera como si el autor de esta «carta» sobre Norteamérica sí tuviese experiencia en las navegaciones por Siria, Etiopía y el Mediterráneo Oriental. Sin embargo, ni el color de los indios americanos, ni su fisiología, ni el tipo de canoas se corresponde a la realidad de los habitantes de la costa atlántica de los Estados Unidos y Canadá. Recordemos que en la primera descripción de indígenas americanos, el 13 de octubre de 1492, Cristóbal Colón afirmó que no había ninguno que fuese «prieto», esto es, negro:
Luego que amaneció vinieron a la playa muchos de estos hombres, todos mancebos, como dicho tengo, y todos de buena estatura, gente muy fermosa: los cabellos no crespos, salvo corredios y gruesos, como sedas de caballo, y todos de la frente y cabeza muy ancha más que otra generación que fasta aquí haya visto, y los ojos muy fermosos y no pequeños, y ellos ninguno prieto, salvo de la color de los canarios.[44]
Algunas afirmaciones dudosas de la carta:
- La gran pregunta que se nos plantea es si, en la traducción de un manuscrito tan importante, realizada por un profesional como es de suponer por las credenciales de Susan Tarrow, traducir la palabra «nero», o su plural «neri», por «dark» es gratuito. En italiano la palabra «dark» es casi igual que en español, «oscuro». Si el término que va a ser uno de los puntos clave para decidir si el documento es auténtico depende de la afirmación de la existencia de indios «negros» en la América del norte y la traducción oficial al inglés del Códice Cèllere elimina esa palabra, tenemos un problema. Como siempre, lo mejor es ir al manuscrito original para cerciorarse y en este caso no hay duda posible, puesto que la palabra aparece además en dos ocasiones y en una de ellas acompañada del adjetivo etíope. [45] El manuscrito original en italiano del Códice Cèllere dice: «sono di colori neri nó molto dagli Ethiopi disformi» (fol. 2 v.). Dos folios más adelante, dice: «sono di colore nero como gli altri» (Wroth, cap. 7, 103, Cèllere, fol. 4 r.). En la traducción del Códice Cèllere (Tarrow), en referencia al color de los indígenas de la costa atlántica, aparece: «Son de color oscuro, no muy diferente al de los etíopes, con el pelo negro y grueso, no muy largo, atado detrás de la cabeza como una pequeña cola». [46]
- «[S]ono di forza nó molta» (ms. 776, fol. 2v.), dice el manuscrito Cèllere refiriéndose a los indígenas de la costa norteamericana.[47] Todo lo contrario, son de una fuerza descomunal, ya que los mismos españoles que fueron a la costa atlántica de lo que hoy son los Estados Unidos dan cuentan de cómo no tenían fuerza para abrir los arcos que ellos usaban y que podían atravesar con sus flechas hasta dos cotas de malla española, como muy bien cuenta el Inca Garcilaso de la Vega en el capítulo xviii de su Florida del Inca: «En cuanto al físico de estos hombres, son bien proporcionados, de estatura media, un poco más altos que nosotros. Tienen el pecho ancho, brazos fuertes y las piernas y otras partes del cuerpo están bien formadas».[48] En la traducción de Tarrow dice: «No son muy fuertes, pero tienen una astucia aguda, y son corredores ágiles y rápidos» (Wroth, cap. 9, 134).[49] Extrañas contradicciones de esta carta que nos dice primero que estos indígenas «negros» son de pechos anchos, un poco más altos que sus visitantes, de brazos fuertes, piernas bien proporcionadas… y tres líneas después, se nos dice que «no son muy fuertes de cuerpo, pero agudos de mente según pudieron observar» (Murphy, 172). También nos dice que esos indígenas son de extremidades mucho más delicadas y menos poderosas, pero que son más espabilados «quick-witted». Por las descripciones de los primeros navegantes de esas costas, Vázquez de Ayllón, Alvar Núñez Cabeza de Vaca, Hernando de Soto, Hernández de Biedma, Hernando de Escalante y Fontaneda, Fidalgo de Elvas, René de Laudonniere, Cartier, etcétera, es sabido que a los indígenas de toda esa costa de Norteamérica nunca se los ha descrito como «negros» y mucho menos «débiles». Lo que nos lleva a conjeturar que la carta fue escrita después de 1524, en un despacho de alguna parte de Francia o quizá de Italia. Además, ¿cómo se observa la agudeza mental cuando apenas se ha tenido trato con ellos?, ¿en qué quedamos?, ¿son de pechos anchos y brazos fuertes o son de pocas fuerzas? Además de la notoria contradicción de las descripciones físicas, esta sería la primera crónica de la América del Norte en describir a los indígenas de estas costas como de «pocas fuerzas» o, como dice el manuscrito original en italiano, «sono di forza nó molta» (ms. 776, fol. 2v.).[50]
- Unas líneas más adelante se nos dice que no pudieron aprender mucho de las costumbres de estos indios, porque estuvieron muy poco tiempo en tierra, ya que eran pocos hombres y su barco estaba anclado en alta mar. Según la traducción de Tarrow: «No pudimos conocer los detalles de la vida y las costumbres de estas personas debido al poco tiempo que pasamos en la tierra, debido al hecho de que había pocos hombres y el barco estaba anclado en alta mar» (Wroth, cap. 9, 134).[51]
- Lo más interesante es la afirmación de que en aquellas tierras, en las que apenas han podido pasar tiempo, hay oro. Según la traducción de Tarrow: «Hay otras riquezas, como el oro, que el suelo de ese color generalmente denota» (Wroth, cap. 9, 134).[52] Hoy sabemos que esa afirmación es totalmente falsa, con el fin, sin duda alguna, de llamar la atención y despertar el interés por dicha región.
- De la misma manera se dice que el color amarillo, a diferencia del azul o el rojo, es el que en nada valoran y más desprecian los indígenas. Por supuesto, esto es lo que quieren escuchar los que van a leer la carta.[53] Según la traducción de Tarrow: «No valoran el oro por su color; piensan que es el más inútil de todos [los metales], y califican el azul y el rojo por encima de todos los demás colores. Las cosas que les dimos que más apreciaban eran pequeñas campanillas, cristales azules y otras baratijas para poner en la oreja o alrededor del cuello. No apreciaban las telas de seda y oro, ni siquiera las de ningún otro tipo, ni les importaba tenerlas» (Wroth, cap. 9, 138).[54]
- Se nos cuenta sorprendentemente que mandaron a un joven marinero en medio de un mar con enormes olas: «El mar a lo largo de la costa estaba agitado por enormes olas debido a la playa en mar abierto, por lo que era imposible desembarcar a nadie sin poner en peligro el bote» (Wroth, cap. 9, 135).[55] El pobre infeliz, según la carta, tuvo que ir nadando hasta la orilla con cuentas, espejuelos y cascabeles, llegando medio muerto de cansancio y, añadiría yo, de frío, si era el mes de marzo. Los indios lo recogieron y se lo llevaron hacia el interior. Es aquí donde el autor omnisciente de la carta nos dice que los indios, en su lengua, le decían al marinero, que gritaba desconsoladamente, que no se preocupase y que no tuviese miedo. ¿Cómo sabía, desde la distancia en que se encontraba el barco, lo que decían los indios al pobre marinero casi inconsciente si además no conocía su lengua? Al parecer, siempre según la carta, los indios hicieron un fuego para reanimarle, no para comérselo como pensaban los marineros (Tarrow, cap. 9, 135). Además, ¿por qué mandaron a este pobre desgraciado con el riesgo que sabían que corría? Una vez de vuelta en el barco, el joven marinero describió a estos indígenas como «negros». No obstante, en la traducción de Tarrow leemos: «son oscuros de color como las otras tribus» («they are dark in color like other [tribes]») (Wroth, cap. 9, 135). En el original italiano del manuscrito Cèllere, vuelve a decir que son de color negro: «sono di colore nero como gli altri» (Wroth, cap. 7, 103, Cèllere, fol. 4 r.).
- Un poco más adelante se nos dice que cincuenta millas más al norte desembarcaron veinte hombres y que los indios huyeron al ver a los franceses, dejando sola a una señora mayor con dos niños y a una chica joven «alta y hermosa» de dieciocho o veinte años con sus tres niñas. Aunque intentaron raptar a la joven para llevársela a Francia, no pudieron, porque, según dice la carta, los gritos que daba eran tales que tuvieron que desistir y entonces se tuvieron que llevar a un niño que estaba con la señora mayor (Wroth, cap. 9, 136). Me resulta «difícil de creer» que veinte marineros franceses no hayan sido capaces de llevarse a una joven de dieciocho o veinte años.
- En esta misma página se dice que los animales salvajes son mucho más feroces que en Europa, porque están continuamente acechados por los cazadores (Cèllere fol. 4 v., Wroth, cap. 7, 104). Peregrina afirmación, sin duda.
- La descripción de barcas indígenas que viene a continuación ya fue motivo de crítica por parte de Henry Murphy, que dice que el autor de esta «Relación» no sabía nada de barcos y que toda esta información es una «fabricación» (Murphy, 76). Según el manuscrito, estos indios hacen sus barcas con troncos de veinte pies de largo y cuatro de ancho sin usar piedra, hierro o cualquier otro tipo de metal. Igualmente, se cuenta que en doscientas leguas que recorrieron, no vieron una sola piedra de ningún tipo. Según la traducción de Tarrow: «Vimos muchos de sus pequeños botes hechos de un solo árbol, de veinte pies de largo y cuatro pies de ancho, que se ensamblan sin piedra, hierro ni ningún otro tipo de metal. Porque en todo el país, en el área de doscientas leguas que cubrimos, no vimos piedra de ningún tipo» (Wroth, cap. 9, 136).[56] No se menciona que los indios de la zona atlántica de la América septentrional usaban unas ligerísimas canoas de corteza de abedul, que a su vez podían cobijarles en las frías noches de invierno. Es común entre todas las tribus algonquinas, iroquesas, hurones, montañeses, etcétera. Tampoco menciona el común uso del tabaco entre ellos.
- Las descripciones de las casas de estos indígenas, según la carta, también son interesantes, porque, aunque el presunto Verrazano no las hubiera visto, por «conjeturas y señales» presupone, hablando en plural, que las casas son de madera y hierba y que muchos de estos indios duermen al raso. Según la traducción de Tarrow: «Pensamos por muchas señales que vimos que [las casas] están construidas de madera y hierba. También pensamos por varias conjeturas y señales que muchos de los que duermen en el país no tienen más que el cielo para cubrirse» (Wroth, cap. 9, 137).[57] Quién haya vivido en esa parte de Norteamérica sabrá que ni siquiera los osos duermen al raso en invierno, dadas las gélidas temperaturas que duran hasta mediados de abril.
- De la misma forma, y como no podía ser de otra manera, el historiador Buckingham Smith se sorprende de cómo, habiendo llegado a los cincuenta grados de altura, Verrazano no haya visto ni un solo barco pesquero portugués, bretón o normando por aquellas latitudes.[58] Su duda se basa en la existencia de una carta de 1527 del capitán de un velero inglés, un tal Rutt, dirigida al rey Enrique VIII, que decía que tenía noticia de la existencia de tráfico pesquero por esa zona. Información venida del mismo velero inglés y tomada después por oficiales españoles a la llegada de dicho barco a Puerto Rico. Los oficiales ingleses afirmaron que en la zona de los «Bacalaos» habían visto cincuenta velas de españoles, franceses y portugueses (Smith, nota, pp. 17 y 18). Afortunadamente, dicha información viene ratificada por un documento conservado en el Archivo General de Indias que narra lo que ocurrió con dicho navío inglés en la isla de la Mona. «E por miedo que aquella agua no les derritiera la pez de la nao, se bolvieron e vinieron a Reconoscer a los Vacallaos donde hallaron bien cinquenta naos castellanas y francesas e portuguesas pescando…».[59]