Es curioso, porque, contra lo que muchos piensan, no se trata de un dicho metafórico. Los indios hablan acerca de lo palpable en sentido literal, físico. Tu trabajo es muy impactante, porque es cómo si el mirar diese paso al tocar. En tu obra está muy presente esa voluntad de tocar los elementos, las rocas, el hielo, el agua. En el documental Rivers and Tides, tus primeras palabras son: I need the land, i need it, y da la impresión de que era un anhelo físico más que meramente poético ‒aunque no tiene porqué ser incompatible‒, como una necesidad de fagocitar todo lo que la tierra le ofrecía. Esta necesidad parecía, de entrada, toda una declaración de intenciones.

Todo tiene en su interior una energía. Cuando atraviesas la superficie de las cosas no se trata de momentos de misterio, sino de una claridad extraordinaria en la que entras en contacto con el paisaje.

 

En tus exposiciones siempre aparecen tus manos; esto es interesante no únicamente por el hecho de tocar, sino también como forma de posicionamiento del artista en el mundo. De hecho, no escondes tu aparición dentro del paisaje, la presencia del hombre se palpa en tus obras. Unas veces la huella que el cuerpo deja tras la lluvia, los restos de una pequeña construcción pero, sobre todo, llama poderosamente la atención la presencia de la mano, que se hace evidente en toda la obra y que incluso se muestra en algunas de las fotografías que forman esta exposición. A través de ellas, parece que nombras la mano. Es una manifestación clara del creador dentro del paisaje. ¿Cuál es tu posicionamiento, desde el punto de vista del creador? ¿Qué implica esta presencia? Porque es evidente que da un sentido al paisaje muy distinto del que se tiene, por ejemplo, ante el cuadro de El viajero ante el mar de nubes, de Friedrich.

Yo soy siempre la presencia humana, es así invariablemente, yo siempre soy un objeto. Pero mi presencia no denota en absoluto la idea de retrato y esa es la razón por la que no rechazo ser visto de la manera en que lo hago. Sin embargo, aunque mi figura aparezca, generalmente intento evitar que mis rasgos sean evidentes. Se trata de presentar la condición humana en general, que es la que está en esa posición, y las manos suponen el canal de interacción con el mundo. El hombre es así un objeto más, es una expresión del tocar.

 

Tu trabajo no revela una naturaleza idílica, sino que se genera desde la comprensión de sus cualidades físicas. Siempre buscas, además, lugares donde esté presente la huella del hombre. La obra tiene una intensidad plástica sorprendente, eres un escultor conocido por el uso exclusivo de materiales naturales que, además, siempre proceden del mismo lugar en que los encuentras o en sus proximidades. ¿Podemos decir que es un trabajo que tiene que ver con las sensaciones físicas del morar?

Creo que mi obra trata de algo cercano. Responde a una motivación personal para intentar entender cuál es mi relación con la tierra o mi propia naturaleza, con los lugares.

 

Como sabes, nosotras tenemos un equipo de investigación que ha estado trabajando durante muchos años en el ámbito de la universidad, desde una perspectiva muy teórica. En los últimos meses hemos decidido empezar a trabajar con niños, porque consideramos que de esta manera podemos llegar a más gente e incidir de forma más profunda en nuestras ideas sobre la educación en el respeto a la diversidad y al entorno natural; en nuestro trabajo reflexionamos mucho sobre la importancia de la naturaleza a través del trabajo del artista y tu trabajo nos parece un magnífico ejemplo de la integración de arte y naturaleza. Nos gustaría preguntarte sobre la necesidad del contacto con la materia y la importancia de inculcar esto a nuestros niños. En el grupo nosotros hablamos sobre conceptos, ideas acerca del arte, pero en el trabajo universitario en el ámbito de las Humanidades parece como que el arte se ha convertido exclusivamente en algo que trata de ideas, de conceptos y nosotros estamos intentando reivindicar la experiencia de tocar, sentir y experimentar sensaciones. ¿Cómo transmitiría esa necesidad o esa idea de estar en contacto con el mundo, con la tierra con esa necesidad?

Creo que hay que confiar menos en transmitir eso que en hacerlo llegar. Si yo hiciera mis obras con la intención de transmitir un mensaje concreto entonces no serían lo mismo. Mi arte parece tener un impacto tremendo precisamente porque no está predeterminado. Creo que en el momento que yo comenzase a intentar producir algún efecto… ¡se acabaría! Es algo realmente extraño. Creo que los niños responden a lo que yo hago porque no es mi intención que así sea o porque no lo hago con esa finalidad.

 

¿Crees que ocurre lo mismo con las interpretaciones políticas de tu obra, con toda su vinculación al activismo ecologista, al mediambientalismo, etc.?

Claro, a mí me gusta mucho que mi trabajo sirva para concienciar sobre el respeto al entorno, pero cuando yo hago una obra, no la hago pensando en concienciar a nadie de nada. Por ejemplo, si hay una cuestión política y yo hiciera una obra sobre ella, necesariamente, ésta sería una obra sin significado.

 

La desconexión de la experiencia directa provoca también, irremediablemente, que la vivencia del arte se separe de la vida, del flujo que recorre el mundo. ¿Es su obra un desafío al concepto puro? ¿Qué piensa de que el arte esté cada vez más conceptualizado?

Yo no me preocupo por esas cosas cuando hago mi trabajo; lo que hago responde a la intuición y al instinto. Lo que no significa que no haya compromiso intelectual… el compromiso mana del trabajo, no es su motivo. Si yo hiciera cosas con la mera intención de ponerlas en una exposición o con la intención de querer contar algo relacionado con lo que tú quieres escribir sobre mi obra, nada tendría sentido. Mi trabajo no está destinado a ser entendido de una manera específica, y es por eso precisamente que luego puede alcanzar múltiples significados. Pero considero perfectamente legítimo que cada artista haga lo que necesite hacer con su obra y forma de concebirla y trabajar.

 

Pero ¿Cómo te sientes acerca de esto? ¿No te da la impresión de que se instrumentaliza tu trabajo, de que, en cierta manera, los teóricos, políticos, activistas, nos apropiamos en cierta manera de él incluso tergiversándolo?

Me siento a veces un poco raro, pero feliz. Algunas de estas cosas en ocasiones me deprimen un poco, pero no llegan a paralizarme. Yo no quiero controlar. Y yo no quiero controlar lo que mi arte provoca. Eso surge por casualidad, y casi siempre es interesante.

 

Muchas veces ‒creo que de manera muy equivocada‒ se habla de tu obra como de una producción ingenua, hecha con una mirada infantil.

Muchas veces cuando la gente habla acerca de mi trabajo dicen ¡Ohh, eres como un niño! Eso me enfada porque no soy un niño, soy un adulto y tengo una visión de adulto. Sin embargo, contemplando la manera, la intensidad con la que los niños observan el mundo, tengo que admitir la sabiduría de esta intensidad que ellos poseen en su manera de mirar. Probablemente, la obra que yo hago no es propia de un niño; pero algo hay en ella de lo que el niño quiere decir, de la razón por la que un niño se expresa como un niño.

 

Claro, aunque todo desde una conciencia adulta, sabiendo siempre lo que se persigue. Creo que dos de las cualidades más admirables de su obra son precisamente esa intensidad prístina y la capacidad de asombro, pero siempre desde una perspectiva nada ingenua.

Creo que sé a lo que te refieres: cuando lo que intentas conseguir es descubrir el mundo tal y como es y no mostrar lo que tú piensas que es. Las ideas preconcebidas a menudo te impiden ver. Así, el mundo de los niños descubre cosas que los adultos no somos capaces de ver. Eso es un árbol… y es un árbol. Espero poder seguir viéndolo siempre. Ver lo que realmente está ahí.

 

El título de esta exposición es «Esperando». Sorprende un poco, porque Goldsworthy es un artista que parece asumir siempre un papel activo; nos lo imaginamos caminando y caminando hasta encontrar los objetos, los lugares de su asombro, asumiendo la naturaleza como material escultórico, interactuando con la escena cambiante del paisaje, explorando la poética de la naturaleza de ese lugar descubierto, desde una reflexión profunda sobre la forma, la materia, la energía, el espacio y el tiempo eso sí, pero siempre rebosando energía y haciendo alarde de un trabajo físico a veces extremo, en condiciones a menudo muy duras que te hacen someterte al frío, al agua, herirte, cargar grandes pesos en definitiva, un trabajo que parece más próximo a la actividad que a la espera.

Bueno, algunas veces el acto de «hacer nada» y permanecer completamente quieto puede ayudarnos a percibir grandes cambios. En realidad, aprendes más estando quieto que haciendo algo, así que curiosamente, después de lo que hemos comentado acerca de la necesidad de tocar hay que decir que la necesidad de no tocar es también interesante, ya que ambas nos revelan el mundo de una manera diferente. Eso es curiosamente cuando estoy tumbado bajo la lluvia es una actitud muy pasiva, pero eso no significa que no sea también muy activa. El hecho de mantenerme quieto es un acto físico muy arduo. Permanecer en un árbol durante diez minutos es realmente algo difícil de hacer y el contacto con el lugar es tan intenso que yo no puedo permanecer completamente relajado, porque algunas de las partes de mi cuerpo tendrán más presión que otras. Al principio no te das cuenta de eso, pero si permaneces allí durante diez minutos, el contacto y la tensión llegan a ser muy dolorosos. La experiencia llega a ser realmente intensa porque, aunque en apariencia no te estás moviendo, internamente te tienes que mover para evitar caerte. Nos movemos en las sillas en las que estamos ahora sentados, pero si permanecemos completamente quietos el contacto se vuelve muy intenso, muy difícil, así que en realidad es también un ejercicio físico. Existen distintas formas de experimentar lo físico que van más allá de los movimientos y no las experimentas si no te quedas quieto.