La canción mezcla de manera intencionada la situación bélica de la batalla de Trafalgar con el enfrentamiento histórico que provocó la salida de los barcos a una nueva guerra y después al exilio. La pregunta: «Cádiz, ¿no te veré más?» se carga de nuevo sentido y es triste la obligación de asumir las dificultades del regreso. Si Gabriel Araceli pudo volver a Cádiz después de la derrota, Rafael Alberti no. La imagen del mar ardiendo había aparecido en una de las playeras, «Mala ráfaga», de El alba del alhelí (1928) que pasaron a Marinero en tierra en 1934 dentro de la colección Poesía. 1924-1930: «¡Fuego en la noche del mar!» y «¡Ardiendo está todo el mar!» (pág. 41). Esa imagen del mar con fuego reaparece en la poesía de Alberti con distintos significados según sus etapas, y en los primeros años del exilio se enlaza a con Guerra Civil y la Segunda Guerra Mundial. En Entre el clavel y la espada. 1939-1940 (1941), hay algunos poemas que alcanzan una intensidad trágica con alusiones a la condena de «navegar en sangre» o a las extensiones marinas tomadas por las llamas: «triste hoguera atizada hoy en medio del mar / del mar, del mar ardiendo!» (pág. 89).
En esta canción prólogo para Trafalgar, en la que se juntan Gabriel Araceli y el ya crecido marinero en tierra, el niño del Puerto de Santa María, «marinero y colegial», convoca a Galdós para que forme parte de su mundo en la memoria de la Bahía. Vuelven a la poética de Rafael Alberti los tonos de cancionero melancólico de su primer libro donde los imperativos funcionaban como proclamaciones y ruegos vitalistas del deseo frente a la realidad. En 1925 se pedía: «Si mi voz muriera en tierra, / llevadla al nivel del mar / y dejadla en la ribera» (pág. 207). Ahora, en 1944, la mirada del poeta, que se subió en un barco para partir al exilio, se ancla en una orilla extranjera para observar con melancolía una navegación ajena, la propia está prohibida, hacia las azoteas, las murallas y la catedral de Cádiz: «¡Dejadme mirar los barcos / que van a hacerse a la mar». Las estrategias estilísticas son así un recuerdo más al mudo juvenil perdido. El concepto de Pleamar, nombre de una editorial y título de un libro, encerraba una carga de melancolía y la afirmación vital propia del que se encuentra obligado a mirar desde una orilla hacia otra perdida. Cuando Alberti ordenó su Poesía (1924-1967) para la editorial Aguilar, escribió la siguiente nota para Pleamar (1942-1944):
Éste es mi primer libro de poesía escrito totalmente en América, ya que parte de Entre el clavel y la espada la hice en París y en medio del Atlántico, viajando hacia mi destierro argentino. En él continúa agudizándose la nostalgia insufrible de la patria perdida. Mi vida comienza a suceder entre las dos orillas del Río de la Plata, con mi hija Aitana recién nacida, el mar que me golpea y lleva a todas horas a mis orígenes, los amigos ya muertos, los nuevos que aparecen, la música… y tantas, tantas cosas que han de seguir siempre conmigo hasta ese día esperado que trasportará un barco sobre una pleamar que no bajará nunca (pág. 545).
Melancolía, retorno a los orígenes y afirmación vital desde la orilla ajena. Es lo que ocurre también con el otro poema, «Canción a las Cortes de Cádiz», que sirvió para prologar Cádiz:
De Cádiz a la Isla,
coches de flores.
Por el mar, gallardetes,
sol y cañones.
¡A las Cortes las damas
y los señores!
De Cádiz, a la Isla,
voy, calesero.
—Capitán, yo en la vela
de tu velero.
¡A las Cortes soldados
y marineros!
De Cádiz a la Isla,
luz y esperanza,
y por bandera el viento
de las murallas.
¡A las Cortes los sueños
que sueña España!
El viaje que Gabriel Araceli realiza tantas veces en este episodio nacional para acercarse a Inés, y ese otro viaje de los liberales españoles hacia la Constitución, se evoca en estas seguidillas, que recuerdan también antiguos recursos expresivos. Citando a Gil Vicente, la voz del marinero en tierra pedía «¡A los remos, remadores!» (pág. 192). Ahora el poeta pide a las damas, los señores, los soldados y los marineros que acudan a las Cortes para aprobar y sostener la Constitución de 1812. A través del sueño, la luz y la esperanza de la libertad, Galdós entraba en el mundo gaditano de Alberti. En busca de un pasado cultural que fertilizara el presente, y de la mano de Cervantes, Rafael Alberti volvía su mirada a don Benito Pérez Galdós.
BIBLIOGRAFÍA
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